La suspensión del tiempo, intrínseca relación con la Naturaleza.

 




La suspensión del tiempo,

intrínseca relación con la Naturaleza.
























































Para lucero.


Que dejó de ser,


hasta convertirse,




en mí estrella.







































Capítulo 1




No importa en qué posición me encontraba. Ya fuese de pie, sentado o acostado. Las imágenes de la verdad, no dejaban de llegarme.

He encontrado la falla en el circuito moderno, la disrupción por donde la información se filtra. Pienso que mi propio cuerpo electromagnético, quizás, este favoreciendo dicho movimiento.

Percibo, como quien se despierta por vez primera, la corriente que viaja por el extremo de todos mis músculos. No puedo moverme. O mejor dicho, no quiero hacerlo.

Desde este punto en la ubicación geográfica de lo físico; comprendo la geometría que me rodea. Veo la similitud en los pliegues repetitivos que nos inspiró la naturaleza. Siento y percibo las variaciones térmicas, polares, opuestas.

La ciudad, vista desde mi ojo posicionado en el cielo, lejos. Se me presenta como un inmenso chip armónico, como un trabajoso instrumento de arquitectura, diseñado e ideado por la mente más perfecta. Percibo su frialdad, su indiferencia, con su geocentrismo queriendo aislar la simbiosis del Cosmos. Veo también, los limites finitos de la apertura de la creación, separados.

Percibo una potencia apartada, un circuito de retroalimentación con un hambre voraz.

Una vez más, las imágenes de mi visión se expanden. Mi ojo se aleja del cielo, mas allá. Las fronteras se extienden, la efigie de mi percepción propia se disipa. El espectro visible de la aparición, se distorsiona con las nubes de energía artificial del planeta, recaen como líneas sobre el peso de unos contornos cortantes de una superficie y se desvanecen.

Veo la diferencia entre los suaves bordes espiralados y los quiebres abruptos del silencio; Una esquina, luego otra idéntica, y por ultimo una más. Parcelas delimitadas, un mapa cuadriculado de divisiones e ideas impuestas. Se me presenta el recuerdo de haber oído que, en el otro extremo de Terra, los pliegues eran iguales, pero en vez de ser cuadrados, eran rectangulares. Su simetría y su frialdad, eran la misma.


Un sacudón eléctrico, o un golpe, me trae de regreso.

La canalización, de carácter abstractivo del alma, vuelve como producto de un shock, e ingresa en mi pecho.

Busco oxígeno, respiro una bocanada de desesperación y recaigo de rodillas en el lugar que me encuentro. La textura rugosa y dura de una baldosa se me marca en el centro de las rotulas.

Estoy en la esquina de la diagonal 64 y la intersección 8. Mi visión, aún es borrosa. Busco con uno de mis brazos, algo en que afirmarme. Recaen en el suelo y sienten el tacto húmedo de algún material inexistente, artificial. Pienso entonces en la ilusión de las cosas, en su tiempo de existencia.
Retomo el ritmo de ciudad. Me alejo de la baldosa.
Deambulo por la acera de las calles. Me acerco a lo que parece ser la avenida principal, hacia donde la corriente de gente me arrastra. Avenida 4 y su ausencia de naturalidad, reflexiono. Me muevo entre un ahondar de personas y observo cientos de tiendas iguales, productos, el capitalismo en su cenit.
Me detengo unos instantes antes de llegar a la avenida 3. En la esquina me sorprende un cruce divisorio digitado con unas pantallas virtuales. Una reproducción constante que se sincroniza con la búsqueda individual anhelada. Una visualización del deseo más interno. Una suerte de inteligencia que en su sistema de origen, se enlaza con hondas que emite la consciencia humana y se entrelazan con partículas magnéticas originarias del núcleo de Terra.
Veo decenas de cuerpos inmóviles, inertes y estáticos. Cada pantalla individual visualiza su búsqueda interna. Algunos divagan en ríos de imágenes que se solapan una a otra, sin un sentido constante de ritmo. Otros, se mantienen estáticos. en sueños pasados de generaciones que no lograron traspasar las barreras del ego. Pero lo que más me llama la atención, es una niña, casi imperceptible por su estatura, que observa una pantalla blanca. Pienso entonces si será que su mente aún no ha creado el deseo. El ruido de las otras pantallas se superpone sobre el silencio de la niña, reproducciones alborotadas, aleatorias y de ideas desordenadas.
Me acerco un poco más, con aires de intriga y de admiración.
¿Qué pasaría si yo llevase mi observación a aquellas maquinas? ¿Qué captarían de mi consciencia?
Casi como si aquel dictamen hubiese sido una palabra divina, me percato de que todos los deambulantes vestidos de azul, son hombres. Sacan, de una especie de bolsillo de sus vestimentas, un para-aguas plegable.
La lluvia cae de golpe. Se precipita en cuestión de segundos y siento las gotas recorrer mi rostro. El agua me empapa por completo. Mi rostro se alza mirando la altura y el hueco de las construcciones que en su lejanía parece la boca de un cueva artificial por donde una luz celeste me indica que allí arriba, existe el cielo.
Pienso en la suerte del azar, o de la elección. Porque si no hubiese sido por aquella información que atravesó mi cuerpo en la diagonal 64 y la intersección 8. Estaría con la cabeza gacha, sumida en pensamientos ilusorios, con una burbuja artificial sobre mi cabeza y vistiendo un Samue azul, con la imaginación plegada en el inconsciente.
Pienso en la vida antigua, cuando la naturaleza nos enseñaba con sus ciclos el orden cronológico de los tiempos cósmicos, la conexión entre Terra y Cielo.
“Si dios no lo puede hacer, es porque los programadores se lo impiden”

La visión, que hasta ese momento no la tenia, comienza a presentarse como producto de una mancha borrosa ondeante, como una espuma azul. Círculos de visión nublada y efímera. Su movimiento es oscilante, de corriente continua. Se quiere asemejar al agua, pienso. Dividida en cientos de partículas.

Poco a poco, la visión va volviendo. Y comprendo así, que aquella mancha azul, es una maraña de gente que camina, una colectividad andante de personas que circulan por las calles. Todas, vestidas de azul. Llevan puesto una especie de Samue, una ropa tradicional japonesa, como un conjunto entero.

Recae en mí, el recuerdo de que nos encontramos en el mes del agua.

La elegancia de las ropas me sorprende. Una vez que logro incorporarme, me observo. Estoy en un tono que desencaja con el resto. Gris Basco, la temporada pasada; El aire.


No fue por casualidad que caí en aquella baldosa, debo decir la verdad. Declararme, más que nada frente a mí mismo. Porque aunque las estaciones pasen como hojas en el viento. Debo aceptar que ésta, no es mi vida. Mejor dicho, ésta, no es la vida de nadie en específico.


He robado una memoria de la estación madre. Y las imágenes de alguien que nunca conocí, se me están presentando para enseñarme algo.

¿Porqué lo hice?, ¿Porqué la robe?, aún no tengo la respuesta a esa pregunta. Puede que nunca la tenga de hecho. Pienso que lo hice, solo porque pude hacerlo o tal vez, porque realmente existía un motivo interno verdadero.


Meto la mano en mi bolsillo y mientras sostengo el chip de almacenamiento y memoria en una de mis manos, con la otra, sostengo una rama seca del arrayán. ¿Cuál es la diferencia?, pienso.

La civilización ha alcanzado una escala nanométrica de detalle, de almacenamiento colectivo, de codificación lingüística y de datos encapsulados.

Aun, sin embargo, la tecnología no ha podido romper el límite de la crisálida tecnológica y llegar así, a imitar, no en sus límites, sino en su esencia; A la naturaleza. En efecto, pienso que jamás podrá hacerlo.

Saco los objetos del bolsillo y observo la composición organiza de la rama, al menos, lo poco que mi visión alcanza a percibir; Una espiral de conocimientos nutridos por Gaia-Co; Una entidad total.


¿Porque lo hice? Vuelvo a preguntarme.

¿Porque lo hicimos? Otra gran incógnita para nuestra especie narcisista.


En una de las ultimas lenguas vivas y originarias de Terra, dicen lo siguiente:

Uptum nama da, uptum e soho shii, da uptum, da nama shoho shii”

La traducción más cercana que pude encontrar con gran estudio, fue esta:

Madre Terra, otórganos conocimiento. La sabiduría, volverá a Terra, para luego volver a ser entregada”.


En una de las palmas de mi mano, me quema el frio de la memoria incomprensible, enajenada y aislada de un cosmos infinito. En la otra, me hiela la piel la vergüenza que tengo de aun, no llegar a comprenderla y escucharla.

Ambas manos caen. Ya no soy nadie. Sin embargo aún perduran en mí, las esquirlas de las identidades pasadas. Un peso de conquista bruta, que aún no puedo quitarme de la espalda.


Me aterra la idea de sentir que entre los llamados productos, existan reproducciones alteradas de vida natural. Pequeños mundos simbióticos que ahora se celebran en un ciclo de esclavitud reproductiva.

Me pregunto de una forma más profunda; ¿Cuál será el anhelo de mi búsqueda interna?

Mis pasos son lentos, temerosos. Una suspensión del movimiento me mantiene cautivo de lo que sucede. aún llevo puesto mi Samue gris. Un leve tapado que me abriga me pesa por sobre los hombros y mientras observo la vestimenta de la niña, entiendo que lleva puesto un enterizo como de lana, un disfraz con orejas de panda, de cuerpo entero.

Solo los niños podrían llevar ese cuerpo artificial, su pureza por no haber visto jamás un animal de verdad y su aspiración por querer encarnar en cuerpo su esencia, me cautiva.

Justo cuando estoy a unos pocos metros de distancia de la niña, suena la voz de mando central. Un altavoz que, sincronizado con todos los que recorren la metrópolis capital, dice lo siguiente en un tono frio y seco, sin pausas

-Desde la oficina de control climático se anuncia el comienzo de la lluvia -

De pronto, las pantallas se apagan, el silencio es abrupto.

Las calles se llenan de pequeñas capsulas privadas, una capa de aislante plástico que simula una se-mi esfera.

Atino a buscar el mío en el bolsillo, pero no lo encuentro. Entonces recuerdo que todavía soy el único que viste la temporada pasada. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde el cambio de estación?, no lo recuerdo.

- Que tonto… - Suelto en palabras. Más que un insulto, lo digo como para intentar que aquello me lleve a estar más atento la próxima vez.


Truena el cielo, el encargado de romper las partículas de agua que se suspenden en una de las nubes de lo alto; Despega a gran velocidad dejando detrás de él, un zumbido ensordecedor de motor.

Cuentan que aquella tarea es muy específica. Requiere la habilidad de un buen piloto y la puntería de un buen jugador. Ya que las nubes que sobrevuelan en el cielo, no son muchas y de hecho, bastante dificultosas de encontrarlas unidas. Los altos edificios que se alzan como agujas en la cúspide celeste, pinchan el cielo con tenacidad y rompen las uniones enlazadas de los átomos de hidrógeno verde.

El hidrógeno gris, hace décadas que no se reproduce. La naturaleza reproductiva del mismo, había sido pausada.


Dejo a un lado mis pensamientos y busco con la mirada a la niña. Para mi sorpresa, ya no está. Su presencia se había desvanecido con el agua. Continuo caminando, observo las pantallas apagadas. El cese de la búsqueda propia de cada individuo y su enajenación por continuar con un ritmo artificial.

Me acerco a la esquina de la avenida. Los vehículos andan a velocidades que no me permiten verlos. Dejan detrás de ellos haces de luces que se esfuman como niebla. Líneas sin contorno firme.

Espero la señal de cruce y me adentro por los callejones del otro lado de la acera. Poco a poco, las tiendas van desapareciendo y comienzan a presentarse pórticos de entradas. Fachadas de puertas que contienen dentro de sí, viviendas, cuevas o mazmorras privilegiadas por la ubicación. Aquí, el nomadismo se habia terminado y ha surgido el sedentarismo en su estado más puro. La base central despliega suministros necesarios para que los habitantes que in-situ viven, no se distraigan de sus tareas que mantienen a la Metrópolis con vida, en movimiento.

Existe un viejo dicho que recorre las voces calladas para este lugar:

Residencia de las grandes mentes que mantienen el orden. Todos los circuitos de datos de ingreso y de egreso se manifiestan aquí. Desde sus dispositivos internos más remotos.

Bruscamente un recuerdo me invade, como una premonición. Es una imagen estática. Un presentimiento de haber estado haciendo esto mismo, es decir: Caminar. Pero en otro tiempo, en otro cuerpo, en otra vida.

Siento entonces que las variables de mis dos vidas paralelas se superponen. Imágenes de haber estado aquí, pero de no haberlo hecho realmente, se me superponen. Recuerdos de otro tiempo me invaden. Tengo la impresión de que las calles, a medida que sigo avanzando, empiezan a cambiar.

Se mantiene su estructura ósea de composición, las fachadas son la variable que se tergiversa en un hilo de simientes cambiantes. Primero, varia su tono, verde, algarrobo, azul de nuevo. Me detengo, un poco mareado y observo a la gente. Sus rostros están estáticos., sin gesto alguno. Sus ropas cambian como si fuesen un error de programación. Las estaciones suceden de golpe y los tintes oscilan en el espectro electromagnético de la luz. ¿Nos estaremos acercando al final? Medito para mis adentros.

Permanezco inmóvil, con la visión doble entre dos mundos en movimiento.

¿Sera que el chip de memoria me quiere mostrar un recuerdo? Indago en mis pensamientos.

Busco algún punto estático que no discurra entre las imágenes móviles. Algún nexo que se entrelace entre ambos mundos. Y encuentro, al final de la avenida, entre el cruce de la calle 0 y la 5, un gran reloj. Intento hacer foco en su pantalla, una serie de números que titilan y varían entre dos figuras estáticas; La de mi tiempo y la del recuerdo.

¿Cómo podría establecer la mirada en alguno de ambos mundos? Avanzo, con los pies torpes. Me choco con la corriente de humanos que difiere en mi trayectoria.

Quiero gritarles que se aparten de mi camino. Pero no encuentro las palabras del lenguaje temporal, las he olvidado. La lingüística que debe existir entre ambos mundos, es a mi consciencia, ajena.

Las tonalidades y las fachadas de las construcciones, siguen cambiando, reconstruyéndose. Las paredes se agrandan y otras se achican. Existe un mecer y un crecimiento de altura que me produce vértigo. Me cuesta avanzar.

De pronto, creo emitir un gemido, un grito. Pero no estoy seguro de aquello. Las facultades cognitivas de mi cuerpo difieren de mí. Siento dos entidades polares que me habitan. Una vida que no conozco y otra vida que es la mía y que sin embargo, tampoco la conozco.

No comprendo nada, suceden variables incomprensibles y yo, a duras penas, avanzo en dirección al reloj. Centro mi vista en él, busco su fecha en la pantalla. La enfoco con la poca claridad que tengo mientras me apoyo de una columna que esta pronta a desaparecer.

No sabría bien por que, pero viene el recuerdo un adagio que escuche en algún tiempo remoto:


“Entre la inhalación y la exhalación, existe una rendija de entrada hacia el otro mundo.”


Pienso en ello y en la idea de que me mantengo entre dos mundos simultáneamente, suspendido.

Inhalo y exhalo. Busco la claridad en mí.

Visualizo el reloj, con calma y veo:

1928- 1982

¿Ese no es el tiempo de Philip?, pienso.

Aquella praxis del tiempo se dilata de golpe y los números cambian.

2918- 2981

¿Cuál es mi tiempo?

Si aquella es la fecha de mi muerte, estoy próximo a caducar. Intento advertirme.

La suspensión del tiempo me pesa en el cuerpo. La historia de los códigos, me habla por primera vez.

Siento que estoy siendo aplastado por una masa invisible. Por una pesada gravedad.


Caigo nuevamente de rodillas. Esta vez, fuera de la baldosa.

Escucho a lo lejos, casi imperceptiblemente, el recuerdo de la risa de una niña. Encuentro un aire de familiaridad en ello. Otra vez me siento ajeno a mí. ¿Quién soy ahora? Me digo.

Intento reincorporarme, pero la motricidad de mi cuerpo no responde muy bien. Subo el brazo derecho, aquello demanda mucha fuerza, pero lo logro. Lo coloco a la altura de mi cuello, detrás, en la nuca. Un cosquilleo me atormenta las articulaciones. A duras penas, logro encontrar el botón de eyección de tarjeta de memoria que todos llevamos en la nuca. Lo aprieto, casi que con toda la palma de mi mano, pues la motricidad fina, me falla.

Automáticamente, salta la tarjeta de memoria y recobro la visión de inmediato.

Me encuentro de pie, en la avenida 2, frente al gran reloj. Busco la avenida número 1. Pero entonces entiendo que no existe. Jamás la construyeron. ¿Era aquello el miedo de la Metrópolis por no querer enojar a los Dioses? Puras patrañas… A nadie de la metrópolis le importaba lo que los Dioses fuesen a pensar. Eso estaba más que claro.

Observo mis manos. De nuevo en una palma sostengo la memoria que acabo de eyectar. Y en la otra, la inteligencia vegetal; La rama, producto de Gaia-Co.

¿Qué recuerdos me inyectare ahora? Pienso.

-Sería curioso morir en el numero inverso a mi nacimiento – Comento.

- Tal vez aquello sea lo natural – Me respondo.


Necesitaba encontrar con rapidez algún programador. La metrópolis estaba llena de ellos. Pero tenía que ser muy cauteloso con mi acción. Ya que debía convencerlo de mi idea. Siempre existía la posibilidad que si no lo podía convencer por las buenas, tendría que hacerlo por la fuerza. Aunque aquel, no era mi estilo propio.

¿Cómo podría construir yo mismo un adaptador que sea capaz de leer la memoria de las plantas? ¿Debía también usar conexiones de oro? Imposible… Las vetas de oro de todo Terra habían sido extraídas, saturadas como las venas abiertas de una América extinta. Ahora, solo quedaba el reciclaje de antiguos artefactos. Una nueva especie de mano de obra esclava ,nuevamente, ciclos de trabajo al sol. Una repetición constante de la extracción de los viejos disquetes y las plaquetas electrónicas.

Tenía que hacerlo, de alguna forma. Debía conectar mi memoria con la rama de Gaia-co y así entender la inteligencia vegetal.


Había estudiado arduamente sobre aquel tema. Jamás nadie había intentado conectar ambas potencias. Al menos, no para una cooperación colectiva. Aquella era una tarea que se salía de la praxis normal, que era la de sacar provecho de otra tecnología y tomar ventaja. Esto, era diferente. Una cooperación, una red de apoyo mutuo. Un entretejido misceláneo.


El propio narcisismo oculto de la metrópolis, era como una sombra que lo devoraba todo. Un hálito de oscuridad que nos apartaba del camino de la simbiosis misma, de la unión.


Cuentan algunos mitos que en la Terra antigua, existieron ciertas prácticas similares a mi idea. Lazos de conexión y unión. entre cuerpo y naturaleza. Mediante la meditación prolongada, el uso consciente de sus beneficios y la unión mutua. Ahora, en cambio. Solo queda el recuerdo de su extracción y su explotación intrínseca para nuestro uso egoísta.

¿Cómo podríamos llevar a cabo aquellas prácticas hoy en día? La tecnología había remplazado los lazos internos. Y el banco de semillas reproducía meras copias de la vegetación original y verdadera. Estábamos siendo alimentados y nutridos por clones vegetales.

La simultaneidad de datos numéricos, cifrados, remplazaban y ocultaban la verdad del otro mundo. Gaia-Co, estaba desapareciendo. Las empresas modernas, la destruían en silencio.


Levante la mirada de mi abstracción pensativa, deje de ver el suelo y mis ideas. Pase en cambio, a observar el mundo que me circundaba. ¿Dónde me encontraba realmente?

Mi corazón se aceleró de golpe al percibir que no eran pocas las miradas que me observaban. La marea azul de personas, que en su momento había sido una nube borrosa. Ahora, era un claro acumularse de personas que me rodeaban, y que posaban sus ojos en mí, como si fuese un intruso en el mundo de la Metrópolis. Un virus que debía ser expulsado del cuerpo.


¡Qué tonto! Pensé con enfado. ¿Cómo había olvidado que mis ideas estaban prohibidas aquí, en la Polis?

El gran conglomerado de gente avanzaba hacia mí, con ansias de devorarme. Me había convertido en su enemigo, en su presa.

Con gran velocidad, volví a insertarme el chip en la nuca.
La anomalía del sistema fue anulada. El virus fue detenido. Ya no existía amenaza. Ahora, todos éramos parte del mismo cuerpo.

Las personas retomaron sus movimientos mécanicos y dejaron de observarme.


La programación etnolingüística bajaba en cascadas de información a mi cuerpo. La odiaba, pero debía aguantarme sus encantos por seducirme y mantener mi firmeza en el propósito mayor. De no ser así, mi inconsciente sucumbiría al colectivo y sería arrastrado con el resto de personas.

Las personas volvieron a su andar monótono. Nadie llego a tocarme. Tampoco lo hubiese permitido.

Ahora, pasaba a formar parte de todos. Era, uno más del gran montón.

Existía, un rasgo físico que el gran sistema podía soportar por un tiempo, aquello lo había descubierto recientemente. Y era, que mi ropa aún estaba fuera de época. Aquello me hacía sentir oxidado, como un metal dejado de lado. La angustia me sorprendía y me invadía. ¿Es normal sentirse ajeno?, pensaba.


Camine junto al andar ciego de las personas. Un poco triste tal vez. Los detectores del sistema ya no me percibirían, pero mantener esta farsa de identidad me ponía en mal estado.

¿Cómo podría decirlo con mayor claridad?… Habitaba un cuerpo ficticio, un traje invisible que me carcomía por dentro las entrañas de mi verdadero ser expresivo.


Ensimismamiento de la multitud; Apoplejía del sistema eléctrico que me comprendía.

¿Quién soy?; ¿De dónde vengo?

Observo mientras deambulo, mi mente. Respiro profundo. Siento el andar sin sentido, de un lado al otro, para luego volver al mismo punto inicial. Me aterraba aquella sensación.

Doy un paso al costado, me aparto de la corriente de hombres.

- ¿Dónde se encuentran las mujeres? - Me pregunto.

¿Qué paso con la elección natural?

Recuerdo los suplementos, los químicos que alteran las hormonas del cuerpo. Me invade la imagen de un pastizal artificial, ubicado en alguna región remota en donde el pasto jamás crecería. Veo sus raíces, los cientos de litros desperdiciados y alterados genéticamente con productos semejantes a diminutas bombas químicas. La tierra decantando los desechos humanos, y los productos que rociamos hacia las costas, o lo que en algún momento fueron costas de agua. El ciclo de evaporación, los plásticos degradándose en tiempo eterno y las lluvias ácidas. Repetición de errores, producciones a gran escala. Alteración genética.

De nuevo me pregunto: ¿Estaré hecho de productos químicos?; ¿A dónde me estoy dirijiendo?


Aptum nama, shoho shii…”

Que es lo mismo que decir en lengua común:

Todo vuelve a Terra”

-Uptum – Esbozo suavemente

-Debo encontrar donde dormir – Me contesto.

- ¿Cuantos créditos me quedaran? - Me pregunto.

Automáticamente, una visión se me presenta en el margen de mi marco visual superior:

#$7.668,21 Créditos.


Estoy bien. Podría vivir de esta forma durante un par de años. Comiendo poco, deambulando bastante y reflexionando.

El dinero lo había conseguido embargando y vendiendo todo lo que hasta hace poco poseía. Me llevo su tiempo animarme a soltar la ilusión material y entender que sin embargo, vivo en un mundo material. Tenía que encontrar el equilibrio y la mejor estrategia para hacerlo.


Retomo el caminar, salgo en busca de un cuarto para alquilar. Necesitaba una cama. Me alejo de la gran Metrópolis. Me subo a un Ferri eléctrico que me lleva hacia las afueras;

-Debo encontrar un barrio en la corteza exterior- Me digo.

Me siento en la ventana y observo el túnel de salida. Dos kilómetros de una espesa pared de una aleación metálica, acústica, magnéticas, circundan la capital de la Metrópolis y la protegen de amenazas externas que quieran entrar;O lo que conocemos como información peligrosa. Son paredes recubiertas con cuarzo pulido y encofrado, granito y acero de un alto calibre. La muralla refleja el sol con su altura de casi 25 metros de alto. Sin embargo, los edificios la superan y la triplican en altura. Los campos electromagnéticos reinician la señal del movimiento informático cada 0,2 segundos. Ignorando de esa forma que los datos del exterior encuentren la manera de ingresar por las lisas paredes. Todas las señales estaban codificadas y encriptadas.


Al salir, rápidamente siento el peso del exterior, una atmósfera más lenta de información. Menos filtrada. Aquí, los datos se duplican, todo el mundo comparte su vida, ya nada está oculto.

El tren me deja en un barrio que desconozco. Me baje por puro azar. Mientras el sol se ocultaba, el movimiento juvenil me indico que este sería el lugar correcto.

Aquí, el ritmo de jóvenes es más holgado comparado con la Capital. Más suelto.

Siento una división en mi mente. Mientras que una parte de mi extraña las viejas andanzas, el parloteo sin sentido, la aventura de conocer personas. La otra, las detesta y ansía la soledad. Aquellos eran extremos de una misma moneda batiéndose en el aire.

¿Me pondré alguna vez de acuerdo conmigo mismo?


Camino mientras soy tentado a entrar a varios lugares. La música busca cautivarme y los olores familiares me vuelven a sorprender.

Paso por la puerta de varios bares. Todo es lo mismo, lo que busco no podría encontrarse aquí y estoy completamente seguro de eso. Sin embargo… Una voz femenina me sorprende. Aquí, en los barrios, hombres y mujeres caminan con libertad absoluta de sí mismos.

Tierra árida” Se llama el lugar de donde proviene la voz. Podría decir que su tonalidad logra cautivarme o producir un efecto en mi cuerpo interior. Me siento tentado a entrar. Me acerco y me quedo parado en el marco de entrada, observo el lugar. Busco a la cautivadora de mis sentidos.

Veo una serie de tres mesas dobles que están ocupadas con algunas parejas. Al final, contra la pared del fondo, una barra contiene una serie de bancos de los cuales están todos ocupados, exceptuando el último de la esquina derecha. ¿Dónde está la mujer?

Me invade un sueño pesado, una nostalgia por no saber cómo encarar la situación, como seguir accionando mi andar.

¿Realmente quiero conocer a alguien? Me digo para mis adentros. ¿Por qué? ¿Para qué? Preguntas que hacen eco en mí, y no encuentran una respuesta concreta; Pasible.

Justo cuando estoy por irme, retomar con la búsqueda de una cama. La veo que se pone de pie. Se encontraba en una mesa de la esquina que mi ángulo de visión no llegaba a captar.

Su caminar es verdadero, bello. Con pasos que se entregan al momento presente. Se ve hermosa. Y lo más importante, es que ella lo sabe. ¿De qué sirve imitar algo si no nos podemos entregar en cuerpo y alma a ello?

Su pelo enrulado y castaño recae por debajo de sus hombros. Lleva puesto un vestido largo, celeste oscuro. Es como de seda o de lino. Los bordes están bordados con finos trazos de caléndula y un tramado de hojas, las cuales recorren sus caderas delgadas.

Mientras camina en dirección a la barra, supongo que para pedir un trago. La disfruto con la mirada y mientras se acomoda el pelo con la mano izquierda, y lentamente gira su mirada y su largo cuello hacia mí. Nos percibimos, nos encontramos.

Me mira un segundo, o dos. No lo se con exactitud. Paren ser minutos, horas. Segundos que logran detener el tiempo universal y oscilante, de un mundo arrebatado por un ideal que oprime.

Estoy estático, congelado. Casi como pintado debajo del marco de la puerta.

Por primera vez me percibo como lo que soy. Un cuerpo.


Su sexo opuesto me atrae, me excita de alguna manera y encuentro una excusa para entrar al bar y desafiar mi propia valentía.

Tengo la cabeza rapada por dos motivos, el primero es porque es más limpio y requiere menos trabajo de mantenimiento. El segundo, porque me inicie en el camino de vaciar la biblioteca de códigos. Llevo puesto una especie de boina de tela, lisa como la arena del mar. Mi cuerpo se ve joven y saludable. Puede que por mi entrenamiento arduo en las artes marciales, o también, por mi alimentación consciente.

Debajo de mi bigote se dibuja una sonrisa y un aire a familiaridad se desprende de mi iris verde que engloba la pupila.

La mujer devuelve mi mirada, como si fuese un mensaje, con su sonrisa. Ambos hablábamos el mismo idioma, el corporal.


Lleva puesto un brazalete que contienen el dibujo de unos ideogramas indescifrables a la distancia. Mi visión se pierde en sus ojos marrones y se hunde en el contorno de sus piernas largas. Siento que mi cuerpo gravitacional es absorbido por el suyo. Y sin pensarlo más, termino entrando al bar.

Comienzo a percibir la música que suena de fondo. Es un clásico de la vieja Tierra. “Drilling a Home” de G. Harrison. Una rareza de tema para este siglo.

Mientras me dirijo a la barra, veo como la mujer, luego de pedir algo, o de susurrarle algo a la chica que estaba del otro lado, vuelve a su mesa. Me vuelve a dirigir una sutil mirada por sobre su hombro y continúa con sus cosas.

¿Cómo era que se hacia este ritual de socializar? Casi que lo había olvidado por completo. Me relaje de mente y tome asiento en la única silla disponible del bar. Pensé por un instante que ese lugar estaba siendo guardado para mí, o al menos, para una oportunidad. Observe que la mujer de cabellos castaños se encontraba en una mesa grande, en donde compartía lugar con otra chica.
Mi asiento le daba la espalda, así que me quede un poco de costado, esperando a ser atendido.

Me quite el abrigo que llevaba puesto, y aunque me pesaban los parpados del sueño, me las aguante. Supuse que tomar algo, no me vendría nada mal.

Del otro lado de la barra, se me acerco una mujer joven. Su cuerpo estaba cubierto por tatuajes y aros. Tenía un mechón que le colgaba por sobre el pelo recogido, era de color azul. Masticaba un chicle de forma muy particular, siempre sonriendo. En sus manos, sostenía una serie de vasos que los iba intercambiando a medida que los fajinaba.

- No te parece que te confundiste de época.?… Estamos en la temporada del Agua. - Dijo

-Supuse que había algo raro en mi pinta… Me quede pensando en el pasado, tal vez. - Agregué

-Hay que soltar aquellas cosas, no? - Contestó jovialmente. Y después agregó:

-Deja que el agua te lleve. -

- Supongo que sí. No tiene mucho sentido querer apartarse de la corriente, ¿no?

Soltó una risa y me miro, esperando que le dijera que iba a pedir.

- Un vaso de agua y una píldora Rooku, por favor. -

-Como usted ordene Señor – Dijo y se alejó lentamente

Me quede observando el lugar. En las paredes del fondo, colgaban estantes con cuadros holográficos de paisajes cambiantes. Y en las estanterías que iban de un extremo al otro, habían packs cerrados de píldoras producidas por Cooke Company; su gama de colores estaba ordenada de forma inversa del espectro electromagnético. Aquello era confuso, pero lindo a la vista. Todas eran estrategias de mercado estudiadas, las cuales, la mente consciente ignoraba.

Poco a poco, la música fue cambiando a un estilo más tranquilo, instrumental, con unos dejes de jazz fusión y mucho más groove.

Columnas de vapor artificial estaban suspendidas como estalactitas en una caverna. Aquella, era la representación del hombre moderno, sumido en una artificial melancolía de recuerdos a oscuras, de épocas cautivas. Los recuerdos de las vivencias de nuestra especie se materializaban para dejar sus huellas con cada ciclo de avance.


El ambiente olía a menta ficticia. ¿Saben lo que significa eso? No podrían saberlo, incluso yo mismo jamás podría realmente saberlo. Aunque mi parte racional entienda la extinción de la naturaleza. Mi verdadera consciencia no podía siquiera atisbar un rasgo verdadero de lo que aquello significaba.


Torne mi vista, mis ojos, mi cuello, y parte de mis hombros hacia donde estaba la mujer celestial. Seguía allí, conversando con la otra mujer. ¿Qué estaba esperando? ¿Qué suceda algún encuentro por arte de magia?


La portadora del brazalete de los dioses movía sus brazos con entusiasmo a medida que hablaba. La otra mujer, un poco más encorvada de espalda, la escuchaba. Quizás, un poco triste.

Ambas tomaban sus tragos con un sorbete. aún se podía visualizar en el fondo de sus vasos los restos de las capsulas azules desvaneciéndose. “Dos tragos de Polsk” pensé. Seguramente aquellas eran amigas de hace tiempo. Ese trago solo lo comparten las personas que tienen mucha intimidad. Ayuda y estimula la apertura sensitiva del nervio izquierdo que cruza desde el cerebro hasta la punta de los dedos. El lado artista y el de la creación, dicen algunos.

Me perdí un poco observando las burbujas de los tragos. Cientos y miles de burbujas que se disolvían antes de llegar a la superficie. Explosiones diminutas a niveles atómicos, partículas de vaya a saber que componente químico entremezcladas con lo último de líquido que quedaba en Terra.

Interesante, ¿no? Mientras el líquido que nos mantiene vivos desaparece, lo poco que queda, lo mezclamos con componentes altamente alterados. Para alterar, de forma eficaz y fuerte, nuestro sistema interno. ¿Porque lo hacemos?… Que cada individuo encuentre la respuesta a su propio juicio.

Escuché el sonido del vidrio sobre el mostrador. La mujer del mechón azulado me había dejado el vaso con agua y a su costado un pequeño cuenco de cerámica. Su tono era verde/ocre. Y su forma de cocción estaba hecha en fuego de alta temperatura. Un estilo muy japonés, pensé. Hornos Raku.

En su centro, una píldora blanca yacía estática.

Hice un ademan con la cabeza, en forma de agradecimiento y ella devolvió el gesto con una especie de venia, un saludo militar.

¿Abra pensado que soy retirado? Puede que tenga un aire serio y medio enojado, en fin, no lo se.

-Disculpame. - La llame con la voz antes de que se vaya.

-Dígame… - Contesto

- ¿No tendrás… Algo que me afloje un poco? No se si me explico. - Solté con timidez.

- No digas más. Tengo justo lo que necesitas. -

Antes de que pueda preguntar que era lo que necesitaba, la mujer agregó:

- Tengo algo especial, justo para los hombres de tu tipo. - Acerco su cuerpo a mí.

- Para los de mi tipo? - Comente, un poco intranquilo por no entender a que se refería.

Si pensaba que soy un ex militar, estaba confundida, pero en fin, supongo que lo que le deben dar a esos hombres tendría que ser algo fuerte y potente. ¿No era acaso eso lo que estaba necesitando? Un huracán que calme la tormenta interna. La paciencia celestial que me abrace y me brinde una cama donde descansar.

¿Y si piensa que soy un ex empleado de la corporación? Bueno, eso ya sería diferente… En ese caso me daría una píldora para dormir y pensar en los viejos caballos extintos, mejor dicho, un estimulante de caballo para no pensar. Esa idea no me convencía tanto.

En síntesis, supuse que entregarme a la corriente del agua no me haría mal. De todas formas, necesitaba algo para relajar, no solo el cuerpo, sino que también la mente.

¿Qué me podía ofrecer? No creo que algo más potente que las píldoras que nos tragábamos en las épocas del colegio… Gotas puras y sintéticas de un ácido licérgico altamente fusionado. Sumergíamos la corteza de los chips y luego nos lo volvíamos a colocar. Toda la realidad, desaparecía de golpe.

Aquellas sí que eran alteraciones, tampoco quería llegar a ese estado nuevamente. Y siendo sincero, me aterraba un poco aquella idea.

Mientras que la alteración no involucre otra vez la acción de sumergir la consciencia en un líquido viscoso, todo iba a estar bien, podía controlarlo, me repetía para mis adentros.


La mujer de la barra se incorporó con tranquilidad. Apoyo los codos sobre el mostrador de la barra y se acercó un poco más a mi rostro. Observe desde cerca los pliegues de sus brazos, su piel escondida detrás de los dibujos. Las curvas de sus músculos. Volví de nuevo a las líneas de sus tatuajes. Gruesas y finas, entremezcladas. Curvas y círculos, laberintos de momentos que describían su personalidad, sus vivencias. ¿Cómo se sentiría recorrer el tacto de su cuerpo?, pensé.

Subí la vista por sus hombros, recorrí cada lunar oculto en tinta, sentí la textura de su ropa con solo verla. ¿Por qué hacía eso?

Llegue a su cuello, fino, delgado. Continué adentrándome en el silencio de una mirada que observa. Sus labios, carnosos. La sensibilidad de sus besos, las aventuras de sus respiraciones. Los recuerdos de su mirada fija, clavada en mí, como dos mártires que se alzan a lo lejos de un camino, dos cuencas perfectamente admirables, dos enigmas; Dos ojos que observan a su presa antes de devorarla.

-Con una píldora de estas… - Me susurro casi al oído. Mientras la apoyaba al lado derecho de la otra píldora blanca; Su color era celeste.

- … Los sucesos más tensos de tu vida se esfumarán, como el viento de otoño, como el beso de una sirena. -

-Con dos … - Agregó, mientras la dejaba del lado izquierdo de la píldora blanca.

- … Te dejas caer en el horizonte de sucesos. Los añicos de tus temores se desintegran y la vibración del amor, o del tiempo, que viene a ser lo mismo. Se dilata en tus extremidades y te abraza. -

Llevo su delgada mano al cuenco Raku, y lo agito un poco. Las píldoras se movieron y quedaron en una posición que formaba un triángulo equilátero perfecto.

- Pero con tres … - Soltó, como quien saca un ancho, en una mano de truco. Su rostro se había acercado más. Casi que sus labios se juntaban con los míos. Sentí la tensión sensual del cuerpo, una excitación que pensé, que me había abandonado.
Coloco la píldora en el centro del triángulo, parada. Aquella, era la tetrapildoracificación más perfecta que había visualizado.

-… Bueno, con tres… ¿Cómo decirlo? - Dejo un silencio y se humedeció los labios.

- Boom!- Exclamo abriendo sus ojos de golpe.

Mi corazón se aceleró por el inesperado sobresalto que me lleve. Me había asustado, pero rápidamente retome la calma.

La chica rió, de forma picarona y se alejó de la cercanía de mi cuerpo. Me quede inmóvil, percibiendo y sintiendo aquella peculiar explicación sobre mi próximo viaje alucinógeno. ¿Estaba preparado?

Antes de alejarse, me dijo:

-Eres guapo he… No te pierdas en el viaje. Así tal vez, cuando termine de trabajar podamos encontrarnos para ir juntos. - Luego, me guiño un ojo.

-Hay viajes internos que son más fuertes que esta tormenta. - Agregue a su dictamen.

- Bien dicho guapetón. Te dejo explorar tranquilo entonces. - Y dándose la vuelta se alejó.


Dentro del bar, había un aire de voces, como ecos lejanos, murmuros entremezclados que se caían en silencios repentinos.

Mire las píldoras. Examine minuciosamente aquel triangulo. Luego me fije en la peculiaridad de que las píldoras celestes, tenían una pequeña burbuja de color rojizo, pardo. “Un aire de vida encapsulado, esperando a explotar. Esperando a devorarme “. Pensé.

¿Realmente tengo ganas de drogarme hoy? Siento mi cuerpo tenso, cansado. Ya había tenido bastantes abstracciones físicas este día. No creía poder soportar una más. Pero siempre desafiamos los límites, ¿no? ¿No es esa la naturaleza destructiva del ser humano?

-Espera… - Me dije. ¿Porque siempre pienso lo peor? ¿No podría acaso de todo este mal, sacar una experiencia trascendental y fructífera para mí mismo?

Aún continuaba con mi búsqueda, la espiritual y la relacionada a la memoria vegetal. No podía olvidarme de eso. Desviarme equivaldría a extraviarme en unas vías abandonadas en el medio del desierto seco y sin vida. ¿Quién dice que no hay vida allí? En fin…

Mi misión, mi tarea primordial. Cuán difícil se me hacía concentrarme. La otra vida me pesaba y me arrastraba a llevar viejos hábitos, acciones que aún no lograba desprender.

-Me voy a tragar esto y me voy a dormir. - Afirme en voz baja.

Gire el cuerpo bruscamente, busque a la mujer que mis ojos deseaban contemplar, admirar. Vi que ambas mujeres que antes conversaban estaban de pie, colocándose sus abrigos. La diosa celestial del brazalete divino, me miro, dibujo una sonrisa suave y tierna. Y entonces nuevamente el tiempo se me detuvo. ¿Cómo podía ella lograr eso en mi percepción? ¿Eran acaso mis hormonas que no las podía controlar y alteraban así, el flujo de mi noción?
Su cabello me evocaba imágenes, o mejor dicho, sensaciones de una época remota, una tranquilidad salvaje de un cielo y de una brisa.

Sin apartar la mirada de ella, tome con la mano el cuenco japonés de Raku. Y seleccionando una píldora al azar, la deje caer en el vaso que contenía el líquido de fusión. Pensé en la similitud fonética entre Raku, y Rooku, que era la bebida que había elegido. Supuse que también aquello era puro azar, aunque realmente no tenían mucho en común. Dos palabras totalmente diferentes, aunque en el fondo, existía una unión., un origen compartido.

Escuche como la fusión de átomos se disolvía y la efervescencia afloraba en cientos de burbujas. Comencé a beberlo.

Volví a observar, ya de forma muy descarada y sin temor a ser descubierto, como las amigas se despedían con un abrazo. La mujer del brazalete acariciaba a la otra, de forma reconfortante y familiar.

Volteé hacia la barra, pensando que jamás sabría cómo encarar esa situación y hablarle. Me vacié el vaso de un solo trago y lo dejé sobre la mesa.

Y fue así, que enojado con ese pensamiento, tome la pieza de Raku y la vacié en mi boca. Todas las píldoras fueron ingeridas en un segundo.

Sentí un aire frio, rasposo, recorría mi garganta.

¿Fue aquel un acto de rebeldía contra la inmensa maquina social que nos controla? ¿O más bien un mero acto cobarde de mi parte más humana?

¿Porque me inducia nuevamente mediante la fuerza a sentir una abstracción? Si ya sabía hacerlo de forma consciente; ¿por qué no continuar así?

Ya era tarde para contestar aquellas preguntas. Muy tarde. De hecho, mi cuerpo estaba muy cansado. Las píldoras se estaban disolviendo en mi estómago y pronto, mi realidad se distorsionaría.


Anhelé mirar de nuevo a la mujer del cielo, pero no pude. Al intentar voltear, mi cuerpo automáticamente siguió girando y paso de largo, me sentí un trompo. Terminé observando el extremo opuesto a donde se encontraba. Vi contra la pared, una maceta de aluminio dosificado, que en su interior, contenía una planta. Una suculenta. Me asombré y con velocidad fui hasta ella. Comencé a tocarla, era perfecta, plenamente simétrica, rasposa y suave, inteligente.

Sentí su tacto vivo recorrer las huellas de mis dedos. Acerque tanto mi cabeza que toda mi visión se había tornado de color verde, macro cósmica. ¿Estaba dentro de ella?, deduje que si.

Era fascinante su contextura, su estructura molecular, sus partículas moviéndose, sus colores fosforescentes.

Busqué un tallo, pero no lo encontré, estaba oculto en alguna parte debajo de la tierra. Hojas y pliegues que se solapaban una sobre otra. ¿Cuántas de estas plantas quedaran vivas en el mundo moderno? Se me ocurrió pensar.


- Es una réplica. - Contestó una voz, que no era la mía, sino la de la mujer.

Era la misma voz que me había hecho ingresar en Tierra árida. Era la voz del origen y del comienzo de la impulsividad de mis acciones. ¿Era acaso, la voz de la creación misma?


-Lamentablemente es una muy buena replica de una Cactácea. - Agregó a su mandamiento divino.

Entonces volteé y la vi. La vi como quien ve a una Diosa por primera vez en su vida. Desde el suelo, desde la inferioridad de la altura. Sus piernas largas y delgadas se perdían como columnas de marfil en un espacio vacío de sustrato. Su cuerpo, tragado por la luz sagrada que nos iluminaba, estaba inclinado hacia mí, aquella era una señal de buen augurio, de entrega a la creación perdida.

¡Somos los olvidados! Quise gritarle. Pero no me animaba a declararme tan vulnerable.

Por favor, ¡ayudanos a encontrarnos! También hubiese querido expresar a todos los vientos en señal de ayuda.

Percibí raíces de su cuerpo que se tornaban como hilos de sabía . Un movimiento en forma de lenguaje corporal desconocido. ¿Estoy drogado? Pensé.

Vi como el espacio de mi pregunta se dilataba en una incógnita irreconocible. Pulsaciones horizontales surgían dentro mío. Sentí como florecía algo, en el pecho, no se bien qué era. El pasado era lo único que me sobrevenía y que sentía, que podía controlar. O al menos, reconocer. Había ramas en aquella mujer, frutos de existencia que me indicaban que era el camino correcto, que debía seguirla, pase lo que pase.

Una mujer, es siempre un fruto sagrado de la naturaleza. ¿Y yo, que soy hombre, que soy? Casi convencido de que soy un insecto servidor, un puente de acceso entre estos dos mundos.


-Mira en su cuello, debajo de esa gran espina. ¿Ves el número de serie? Es apenas visible. - Dijo y me mostró señalando con su dedo índice.

En un tamaño minúsculo, percibí el N.º 19281982

¿Cómo era posible? Estaba reviviendo el número de nacimiento y de caducidad inverso de Philip, él cual percibí con anterioridad en el gran reloj del centro. ¿Estaré acaso soñando? ¿Imaginando cosas inducidas por culpa de la droga? ¿Cómo podría estar seguro?


-Quisiera ver una planta de verdad – Terminé por confesar.

-Conozco una esquina por acá cerca, en donde se encuentra uno de los últimos ejemplares de los Nothofagus. -


No podía quitarme esos números de serie de mi cabeza, casi que se superponían sobre las imágenes que veía. ¿Estaré atrapado en un bucle temporal de repetición constante? ¿Será acaso este el famoso Samsara que tanto mencionan las escrituras sagradas milenarias?

-Ey… - Escuche con voz suave y confortante.

Mi visión ya se estaba tornando de color azul, como los ojos ocultos de una pantera, mi percepción se iba achicando.

-¿Acaso ingeriste “ La cosa”?

- No sé de qué hablas – Solté

Intuía que mi estado anímico de alguna forma se estaba manifestando afuera, y ella, me percibía totalmente drogado.

- Creo que me pase de dosis. - Agregue a mi confesión anterior

- Sos un idiota.

Mis ojos se agrandaron por la sorpresa de su respuesta.

- ¿Cuantas píldoras tomaste?

- 3.

La cabeza me daba vueltas, las imágenes de su rostro se perdían en una rueda de números que se superponían. ¿Qué estaba diciendo? ¿Acaso realmente me estaba confesando frente a una Diosa?
¿Cuál será mi castigo? Pretendí decir y no pude.

-Vení. Salgamos a tomar un poco de aire. - Y sin esperar respuesta, me tomo del brazo y me arrastro afuera


Al cruzar la puerta que dividía el exterior del interior. Me di cuenta que había cruzado una barrera pegajosa y húmeda, un límite invisible de energías ocultas. La música desapareció de golpe, un cruce de Norte a Sur, la rosa de los vientos que se dividía en secciones preliminares, se había marchitado.

Frente a mí, sobrevino la imagen de un hueco oscuro de temores internos, un alma desesperanzada en una búsqueda eterna. Escuche el sonido de un cascaron a punto de partirse. ¿Era el cascaron de mi cuerpo?

Afuera, la luz artificial de los dinteles iluminaba una calle interminable, excesivamente ancha en donde sólo el desierto, vano de aire, susurraba destellos de nada.

La noche lo abrazaba todo. El misterio de lo desconocido, las figuras cambiantes.

¿Era acaso un caballo blanco lo que se ocultaba al final de la calle? Mi vista me engañaba, no podía distinguirlo con claridad. Su contorno brillaba con aureolas de flores blancas, como claveles de una noche muerta.

- ¿Cuál es tu nombre? - Me preguntaron

- ¿Mi nombre? -

Aquella pregunta era muy perspicaz. A decir verdad, era la pregunta justa para el momento indicado.

¿Podría mentirle a una Diosa? ¿No conocería ella todos los nombres de todas las cosas?

- Tu brazalete – Dije, como queriendo cambiar de tema.

- ¿Qué pasa con él?

- Tiene unos ideogramas … ¿Por qué?

- Solamente tiene un ideograma. Pero se repite 3 veces.

- ¿3 veces? … ¿Tiene algo que ver con la resurrección del tercer día? ¿Tiene algo que ver con mis 3 píldoras?

Su belleza mostró unos dientes blancos y dorados de sol.

-Es un ideograma antiguo del habla China. Es K´an, lo abismal, el agua. - Al decir eso, distinguí claramente como su vestido se movió de golpe,al igual que un oleaje de mar, o como las olas de un lago salvaje y distante, fuertes y abrumadoras.

- ¿Qué pasa que me miras tanto? – Comentó.

- Tu vestido, se mueve como el agua -

La Diosa se río, y con ella las imágenes de mi percepción vibraron. Las risas eran múltiples, mi vergüenza y mi timidez de ser tan inocente me atemorizaba.

- Qué lástima que estés tan drogado… Si no, te diría un secreto. - Me confeso acercándose a mi oído.

- ¿Qué secreto? - Pregunté, temiendo escuchar la verdad sobre el origen de las cosas.

- No dije nada sobre un secreto. - Confesó.

- ¿Cómo qué no? - Poco a poco, perdía el hilo de la charla.

- Sólo escucha entre líneas… Ahí está el mensaje.

- ¿Es verdad todo lo que me estás diciendo? Pregunté, con los ojos iluminados en lágrimas de esperanza.

- Dije que escuchas cualquier cosa, tonto. - De nuevo río, pero esta vez, no me avergoncé de ello.

- No entiendo nada. - Abrí con el corazón y agregué: - No entiendo que es gracioso.

- Vos lo sos.

- ¿Qué es lo que soy? - Por favor Diosa de la verdad, contesta esa pregunta sobre mi repetida existencia.

- Eres un tonto… - Volvió a repetir, y a reír.

Sentí que ella estaba jugando conmigo. Y al menos, la estaba pasando bien.

- Ahora… ¿Me vas a decir tu nombre? O … ¿Es un secreto? -Demandó con amabilidad.

- Mi nombre… - Deje un silencio. ¿Cuál era mi nombre?, medité un segundo. Maldición, no lo podía recordar. ¿Porque?

- Ubik. - Termine por decir.

- ¿Te llamas Ubik? … ¿No es acaso Ubik un Aerosol? -

- No, no. Te equivocas… Ubik es todo, es más que un aerosol. Es una sustancia que vuelve todo al origen de su comienzo. Descompone la materia y la retrocede en el límite del tiempo que en verdad, no existe.

- Leíste a Philip K. Dick? - Pregunté un poco más cuerdo.

-Un clásico… Me encanta su distópica sobre la realidad aparente. -

- Ah…. Ahora entiendo porque estas tan drogado, tiene sentido. - Agregó.

-Tengo que confesarte algo. - Comenté en un tono más bajo.

La joven y dulce mujer se me acercó. Pegó sus hombros junto a los míos. Sentí el calor de su cuerpo pasando a través del tacto. Algo único e irrepetible.

-Dime… -

- Me siento perdido. Mejor dicho, creo que perdí el propósito de mi búsqueda en este mundo. -

-¿Por qué lo decís? . Yo no creo que eso sea cierto del todo.

- Es que he visto cosas… Cosas grandes de verdad. Y ahora… ¿Cómo he de seguir? -

- Hm… Mira, creo que cuando alguna de esas grandes verdades se te presenta. No es para que te atormentes. Sino que todo lo contrario. Deberías aferrarte a ella, confiar en que es un secreto del mundo, una verdad que sólo se te ha podido confesar a vos y a nadie más. Tus oídos estaban listos para escucharla y ahora… Bueno, ahora tenés que soportar el peso de conocer la verdad. ¿No?

Claro que tenía razón en todo lo que decía. Sus palabras eran audaces y certeras.

- Es que hay algo más. . . - Volví a inquirir en el tema.

- Bueno, dime … -

¿Qué tan grande era el placer de poder confesar la verdad con una Divinidad? Sentía que se me abría el pecho y que podría contarle todo, todo lo que sabía. Al fin había encontrado unos brazos en donde podría descansar en paz.

-Creo que me siguen… O al menos, que me buscan. -

- ¿Quienes? -

Las puertas del cielo se habían abierto para que hablase, para que enterrara en el pasado todos mis temores inciertos.

Observe para ambos lados de la calle exterior, sin despegarme del tacto de su cuerpo junto al mío. Porque sin darme cuenta consciente, nuestros hombros se tocaban levemente. Divise un punto blanco, una silueta que a lo lejos, ansiaba encontrarme ¿Era aquel punto blanco el caballo que me esperaba?, ¿Era el augurio que marcaba el final de mi vida?

Miré a la divinidad, su presencia, sus labios carnosos, sus tiernos ojos y sus rulos en forma de bucles repetitivos. ¿Cómo podría entregarme en cuerpo y alma a ella? ¿Cómo podría abrirme frente a su ser?.

Quería besarla, desnudarle y llorar en su pecho. ¿Era normal aquello?

Oh, Divinidad celestial, cuidame, cuidame. “, reflexionaba en mi imaginario mundo.

-Me buscan los programadores del Magno Sistema. - Denuncie a mi favor.

La cabeza del caballo blanco estaba detrás del Dintel más cercano, escondida detrás de un poste fino; Se acercaba con cada pestañear. Me observaba con sus ojos oscuros y densos como la brea liquida.

Su mirada, aquellos ojos, se me impregnaban con la impresión de que me habían encontrado. Yo mismo, había revelado mi paradero y ahí estaban, observándome, esperando a que baje los brazos para capturarme. Pero no, no podía permitirlo. Cargaría a la divinidad con mis brazos y huiría lejos; Nos escaparíamos juntos, nos refugiaríamos en los confines mismos de la tierra, apartados de todos, completamente solos, pero unidos. Le daríamos la vuelta a todo Terra de ser necesario, robaríamos una aeronave magnética de fricción y nos iríamos al mundo más próximo. Allí tendríamos una familia, una hija, o dos. Preferiría que sea una. Cultivaríamos la tierra, nos desprenderíamos de toda la tecnología innecesaria, de los residuos tóxicos y alterados. Buscaríamos ramas de plantas vivas, criaríamos a los animales cercanos y nos comunicaríamos con ellos, entre todos, formaríamos una gran comunidad de seres, una sociedad sana y verdadera, unida. Sí, eso teníamos que hacer. Ese era el plan que el universo nos estaba guardando. ¿Me animaría a hacerlo ahora mismo?


-No seas loco Ubik. Mira si de todo el millar de personas que viven en la Metrópolis, justo te buscarían a vos; ¿Porque? Sos una persona normal, joven, un poco pasada de moda tal vez, pero no tenés rasgos de locura. Quizás ahora estés drogado, queriendo escapar de un pasado que te ha atormentado y castigado injustamente. Pero no te creas el centro, alguien especial. Y no digo eso para hacerte daño, sino para bajar un poco a la realidad. Los programadores del Magno Sistema deben estar ocupados buscando a personas realmente peligrosas. Seres que hayan perdido su cordura y su racionalidad empática. Ellos sí que son una amenaza, un problema mayor. Pero vos… Sos un tipo normal, ¿no lo crees así?

Se me callo un poco el mundo de golpe, el caballo blanco desapareció. Pero sin embargo, ella tenía razón. Tenía toda la razón con esa afirmación sobre mí. Aunque había algo que no le había dicho, algo que iba más allá de lo que yo era.

-Es que la verdad es la siguiente…

Sus ojos me observaron con atención.

- Encontré un error en el sistema. Una entrada al otro mundo. Ahora sí, la verdad había sido esclarecida con el verbo.

-Interesante… Eso si te lo creo.

De golpe, un sonido irrumpió la atmósfera. La mujer llevo su palma al centro de la frente y se tocó. Sus ojos se pusieron blancos, estaba revisando el buzón de mensajes.

-Debo irme… - Comentó quitando su mano y volviendo su voz hacia mí.

- No me acompañarías hasta la próxima parada? Queda en esa esquina – Me invitó señalando con la mano.

- Sí, claro – Contesté. No quería abandonarla, temía hacerlo.


¿Porque era que tenía lapsos de consciencia y luego no?… ¿Existía el tiempo realmente? ¿O era todo un invento de nuestro ego por no querer afrontar el camino de la verdad? Pero claro que tendría que existir el tiempo, sino, ¿cómo podríamos estar vivos? ¿No era la vida un lapso de tiempo entre la muerte que se aproxima? ¿No era acaso el origen una detención igual, propia del gran final? Y… ¿Porque no decirlo al revés? La gran serpiente que se muerde la cola, el Uroboros finito y el Samsara ilusorio. Las campanas que se agitan con el viento que inspira Terra, la contracción del espacio; Nada, el aire.

La seguí con un andar lento, unos pasos detrás. Sus caderas ondulaban como un péndulo entre la vida y la muerte. ¿Qué iba a hacer cuando la Divinidad se vaya? ¿A dónde iría a dormir, a descansar?
Estaba muy drogado como para poder pensar con claridad. No podía dejar de mirarla.


-Vení, rápido! Quiero que veas esto- Mencionó en un momento agitando su mano en señal de llamado.

La seguí con un trote suave, cruzamos la calle desierta por las altas horas de la noche. Estaba prohibido circular con vehículos privados cerca de la hora del alba.

-Espera. - Le dije de golpe.

- ¿Cuál es tu nombre? - Inquirí en preguntarle.

- Me llamo Florencia. - Soltó y luego se trepo un muro que se presentaba como una división humana entre la acera y la calle.
Las paredes de piedra y concreto se elevaban por unos metros de nuestras cabezas. Había que colgarse de unos filos que se desprendían como esquirlas de dientes salvajes. Con fuerza y atención, aquella trepadera no era tan compleja.

-Ahí esta! … ¿Lo ves? - Me pregunto cuando llegamos arriba de la división.

A lo lejos una casa de dimensiones in-medibles, con paredes vidriadas y marcos de madera extinta y carbonizada captaron mis sentidos. Luego unas columnas de cámaras y de sensores. Una red de cables que se posaban como un artilugio de defensa, de conexión. Una membrana de praxis propia de la seguridad más moderna. Aquello era nada mas y nada menos que un Panóptico. ¿Pero dónde estaba lo que Flor me quería mostrar?

La vista me comenzaba a temblar nuevamente. ¿Volverá acaso el efecto de la cosa? Intente hacer foco en una mata de color verde de unos pocos metros de altura, escondida en una esquina. Postrada como si fuese un trofeo, un esclavo vivo en forma de adorno navideño. Una mentira más de las tantas que existían y desconocíamos. ¿Quién había diseñado esta red de engaños?

-¿Cómo podes estar segura que es real? A penas llego a verlo. Dije

-Un ex novio lo planto hace varios años. Se dedicaba solamente al trasplante de ejemplares reales, no copias. ¿Sabes lo dificultoso que es brindarle el sustrato necesario para que ese ser se adapte y acepte una tierra que ya no tiene vida? Hay que crearle toda una atmósfera artificial que circunde varios de kilómetros a la redonda. Por eso me gusta este lugar… Aunque nunca estuve cerca del árbol, siento que su presencia recorre las raíces de la tierra que pisamos. Ella se comunica con nosotros, estoy segura de aquello. -

-No puedo creerlo… Tengo que mostrarte algo. -Dije y pegué un salto al suelo.

Sentí una caída larga y pausada, lenta.

Observe desde las raíces de la tierra a Florencia. Su imagen colgante desde el muro, era un punto celeste en el cielo, un astro. La estrella que se había escapado de las pleyades.

Luego de un intercambio de miradas, Flor bajó de un salto y me dijo:

-A ver qué tenés de interesante ahora ….

Saque del bolsillo de mi intimidad más secreta, todo lo que tenía en la vida. Todo mi pasado y todo mi futuro, depositados en eso;: La rama seca del Arrayan.

Estire mis brazos y se la enseñe.

Flor, tomándola con mucho cuidado y con ambas manos esbozó con mucha sorpresa.

- Esto… Esto… Es increíble Ubik.

Tuve miedo de haberle entregado el corazón de mi existencia. Todo lo que tenía. Aquella era mi memoria viva, la razón de mi existencia. ¿Si algo le pasaba, que haría? Todo llegaría a su final.

-Quiero volverme una planta – Confesé. Como quien quiere decir toda la verdad con pocas palabras. Como quien espera que las puertas del cielo se abran y le permitan ingresar.

Florencia me miro fijo. Clavó sus ojos en mí, hurgo en lo más profundo de mi sistema. ¿Era cierta mi declaración? Seguramente pensaba. Ubik no quiere volverse una planta en su forma física, pero seguramente quisiera que su consciencia sea una, con un ser natural. Él, un ser sensible, seguramente busque entender la naturaleza antigua de Terra, la programación divina, el lenguaje de Gaia-Co, en pocas palabras; El Códex de Dios.

Llevó sus manos cerradas a mi bolsillo, acercó sus labios a los míos y me beso.

-Cuidala bien – Dijo y se dio media vuelta alejándose.

Sentí que su presencia de disolvía en la niebla del olvido. ¿Flor, porque te vas?, pensé. ¿Acaso su sistema integral me había detectado como una amenaza?

Quise decir su nombre, llamarla, detenerla. Pero fue en vano, sentía mi boca pegada, unida por un hilo invisible del silencio.

Estire mi brazo, mientras mi cuerpo se movía en la dirección contraria, siendo arrastrado por el magnetismo de mi vida anterior. ¿A dónde me chupaba esta fricción? ¿Estoy volviendo al Origen?, ¿O estoy retrocediendo a la nada?.

Estire aún más la punta de los dedos, cuando sentí que llegue a tocarla, su imagen se cayó, se dividió en finas partículas de polvo que se disolvieron. Una luz del cielo que de un centello se apagó. Las pleyades desaparecieron para siempre.

Sentí como quien siente la insoportable levedad de su ser, el peso de un cuerpo duro y frio. El advenimiento de la muerte.

La cosa, la cosa ha vuelto.” Indague en mi mente.

No! Alejate de mí, cosa, alejate! Jamás me entregare a ti.
Los ojos del caballo, su mirada y los números 19281982. Se repetían como presagios de un castigo.

19281982, los ojos del caballo. Todo orbitaba en mi mente.

Su honda mirada, números 18921829.

Un color negro, brea liquida en mi visión. 29182982.

Oscuridad! 82. 82. 82.

El sonido del reloj. La muerte.

Porque… ¿Porque Dios, me cierras las puertas del cielo? ¿Porque luego de haberme confesado me niegas la entrada a tu reino? ¿Te ríes de mí?

-Flor… - Solté, como quien suelta su última palabra.

Pausa, lobreguez disyuntiva. Mi cuerpo me abandonaba en una transpiración vegetal.

No quiero morir”. Pensé y me afirmé.

-No quiero.


El túnel de umbría se devoro todo, como una bestia hambrienta, me dejo sólo, amenazado, esperando el final que estaba pronto a advenir. Atisbos de vibraciones ocurrían en las extremidades que mi cuerpo había olvidado. Una sensación como de raíz que se desprendía de mi pecho, apertura perpetua, sempiterna estación del Samsara en mi ser.

Algo brotaba del centro, del hara, donde todo se origina. Recuerdos de alguna de mis vidas que fluyen. Agua.

Agua que circula

¿A dónde fue la mujer del Agua?


Finalmente, me quedé dormido, mientras el recuerdo de Flor, se alejaba por el horizonte de la calle.
















Capítulo 2:



Sueños de libélula fluyeron por mi inconsciente. Imágenes que en sus comienzos impregnaban una búsqueda lógica, luego, las barreras del racionamiento se desvanecían como cascada, desaparecían.

Los ríos, se tornaban en grandes trayectos de espacio, de estrellas, en donde seres de agua decidían el destino de los pequeños mundos que flotaban como esferas de cristal. Las esferas vibraban de vida interna y se agitaban, mientras los dioses marinos circundaban en una danza por sus lados, apenas rozándolos. La materia gris, que vendría a ser una aureola de energía, flotaba como polvo, o arena. Los horizontes en donde el océano se disolvía con la costa, se expandían en un ramal, en hojarasca, en raíces de espacio, facilitando la detención propia del ritmo, del latido de Terra.

Silencio. Cascadas, la suspensión de lo palpable. Impacto, burbujas, mundo sumergido. La atmósfera azul y fría. Seres con la inteligencia que sobrepasa nuestros límites de entendimiento. Aletas, ojos. Rocas que sellan en su interior la infinita información prohibida, el lenguaje de la magia, la alquimia natural; El origen de la creación misma.

¿Quién soy? Además del gran espectador, me pregunto, o se pregunta aquel que sueña.

¿Dónde están los peces eléctricos? ¿Dónde se encuentra la memoria original de mi consciencia?

Sueño con circuitos que desafían la lógica racional de mi pensamiento blando.

Fluyo, de un mundo al otro. Me evapora y admiro desde la altura que me divide, la obra de la cual soy parte. El réquiem, el ciclo del eterno retorno. “El origen, es la causa de la acción pasada.”

Despierto a la vida, de golpe. Una bocanada inmensa de aire activa todos los mecanismos de mi cuerpo y salgo del estado de vigía; Ya no sueño.

Me encuentro acostado, tapado en una cama blanca, dentro de una habitación totalmente blanca. Las cortinas son blancas, inclusive hay una alfombra blanca. Y eso, eso es un cuadro totalmente en blanco, colgando en la pared. Es extraño, pienso. ¿Sera este el reino de la creación?

Una rendija de luz que se deja entrever por el marco de una puerta que no quedo cerrada del todo, la amplitud de la casa. Un habitáculo que continua en extensión.

¿Dónde estoy? ¿Qué paso? ¿No estaba acaso en la calle caminando?

Me levanto, estoy vestido igual que ayer. Supongo que dormí un día entero, o tal vez dos, no lo se con exactitud.

Huelo raro, como a óleo, a hierbas mentoladas. Observo mi cuerpo, veo líneas de tintas debajo de mi ropa, dibujos de un tiempo remoto, de otra vida. No lo recuerdo y sin embargo, todo aquello perdura conmigo… ¿Porque?

Salgo del cuarto, me avergüenzo un poco de mí mismo, de haberme dormido, de no haberme cambiado, de seguir igual que ayer. Abro la puerta y veo una cocina al final del pasillo. Me tranquiliza la idea de que el blanco sólo permanezca en el dormitorio. Veo una cabellera enrulada, ¿Sera…? Sí, es ella. La mujer del agua esta de espaldas, cocinando algo en la hornalla eléctrica.

-Buen día dormilón – Dice con su voz sin voltear.

En el aire se respira aroma a limón, o a lo que recuerdo como limón, desayuno, avena, el comienzo de un día.

-¿Me trajiste a tu casa? - Pregunté, sin saludar siquiera

-¿No recuerdas que paso? - Contesta con otra pregunta mientras voltea sobre su hombro y me mira. Sus ojos se clavan en mi como el crepúsculo de una luna llena.

- Nos amamos toda la noche, ¿de verdad no lo recuerdas? - Agregó

Su respuesta me sorprendió.

-Chiste. - Dice rápidamente y luego continúa cocinando

- Te desmayaste al bajar del paredón. Luego llame un expreso direccional y como no sabía a donde mandarte. Decidí optar por traerte a casa. -

Mantuve el silencio desconcertante de no entender que pasaba. De no recordar.

- ¿Piensas que soy una secuestradora, verdad? Bueno, pues sí. Además, no se, debo estar un poco loca. Traer a un desconocido a casa, a dormir en mi cama. No te asustes, yo dormí acá, en un colchón inflable. En fin, espero que hayas podido al menos descansar. Ahora estoy preparando un desayuno.


Hubiese querido dormir con ella, ¿Se lo tendría que haber dicho?

-Dormí muy bien. Tu cuarto… - Atine a decir.

- ¿Es muy blanco?

- Bueno, eso mismo.

- Lo se… Es para sentir que puedo limpiar todo mi ser espiritual al descansar. Ya sabes, que no haya interferencias. De hecho, no permito que ningún objeto externo ingrese en esa habitación. -

Mientras me hablaba, observaba sus lunares, que extrañamente me recordaban a la sensación del agua y el sueño que había tenido. Mundos que flotaban en una superficie. Amor y unión por la simbiosis que prolongaba la nueva vida.

-Estoy preparando algo simple, aviso. Si querés podes sentarte ahí – Y señaló una pequeña banqueta junto a una mesa en donde al costado se podían observar pilas de cajas amontonadas.

Miré entonces alrededor de la casa y percibí que estaba totalmente vacía, es decir, sin equipar. No había objetos.

-Estas recién mudada? - Pregunté

- No. En verdad me estoy yendo. Mañana es mi último día por aquí. -

- Oh... - Solté con un aire de tristeza. - ¿Se puede saber a dónde vas?

Entre un silencio, que lo único que me dejo escuchar era el sonido metálico de la sartén en el fuego latiendo, contestó:

- Me voy a Ciberia. - Y al escuchar eso, mi corazón se partió en mil pedazos.

¡¿Ciberia?! Pensé.

Luego volteó y me entrego un plato, avena, frutos secos importados de la vieja tierra. Leche vegetal, Frutillas.

Ambos nos sentamos en la mesa, enfrentados.

- Tomas mate? - Me preguntó.

- Si, hace tiempo que no tomo. -

- Que bueno, hoy en día es extraño conseguir a alguien con quien compartir un mate -

- Es una vieja costumbre -

-Sí, de otro mundo, ¿no? -

- De otro tiempo, creería. -

- Si, tienes razón. De otro tiempo … - Repitió.

-Disculpame si ayer a la noche te cause algún inconveniente. No quería… - Confesé.

-Despreocupate. Fue divertido. Me asustaste un poco cuando te desmayaste. Pero fuera de eso, gracias a que me dijiste que habías ingerido la cosa, supuse que pronto se te iba a pasar. Ese es su efecto secundario. Quedarse dormido de golpe. -

- Si… Me da un poco de vergüenza de hecho. No debí haberme pasado de dosis. -

- A veces pasa. Las emociones se juntan y caemos en viejas ideas o acciones. Por eso creo que es importante aprender a soltar todo eso, a desahogarse de a poco. Dejar atrás al pasado, ¿no?

Sus ojos me hacían perder la noción de sus palabras.

- Vivir nuestra propia vida, en el presente.

- Exacto. Dejar aquellas ideas que nos esclavizan a acciones perjudiciales. -

¿Era normal querer besarla? Hace tiempo que había perdido el deseo por alguien. ¿Por qué de golpe afloraba? Lo nuevo, la vida que comenzaba a latir de golpe, un impulso de felicidad.

-Contame un poco más sobre ese viaje que vas a hacer. -

-¿Qué decirte? Hm… Quiero empezar a ocupar el lugar que me corresponde, ¿sabes? No se, tengo esa sensación en mi cuerpo, como si estuviese viviendo una vida que no es la mía. Tal vez no me explique muy bien. Pero pienso que antes que seguir con lo mismo, es oportuno moverse. Y más, por aquello que tu propia alma anhela. Si yo no lo hago, alguien más estará ocupando mi lugar y creo que no hay nadie más indicada que yo para ocupar mi propio lugar. -

Me quede mirándola, disfrutándola.

-No se… Son ideas. - Agregó un poco tímida

- Me encanta lo que decís. Tus palabras me llegan Flor. -

-¿Tal vez estés en la misma búsqueda, no?

- Creo que todos buscamos algo, sí.

- Claro… ¿Pero qué es lo que cada uno busca?

- No sabría cómo contestar eso. Pero creo que como lo dijiste con anterioridad, se entendió bastante bien. Parece que estás segura de tu decisión.


En mi cabeza, es decir, en mi mente. La palabra “Ciberia” se reproducía en mayúscula. ¿Porque?; ¿Porque justo a Ciberia? Una dimensión en donde el cuerpo ya no existe. En donde la consciencia se deposita o se inyecta libre en el espacio, sin ataduras. ¿Qué pensaba yo realmente de todo eso? Difícil tomar una postura concreta. Ciberia había aparecido hace relativamente muy poco, su evolución fue muy fugaz, casi como una explosión. Los inversores apostaron todo en aquel descubrimiento tecnológico y de hecho, habían logrado que la migración aumentara casi en un 85%. ¿Quién no querría abandonar el esfuerzo y el trabajo? Una vida de libertad absoluta. La fachada del nuevo proyecto estaba por todos lados, captando cada vez más mentes.

Yo no podría irme. ¿Qué pasaría con mi deseo de ser un árbol? ¿De ser… otro ser?

- Tengo algo para ti – me dijo.

- Antes de que te vayas, ponte este Samue Azul. No te estoy echando, pero no me quiero olvidar. Es importante que te cambies la ropa de estación. Recuerda que ya estamos llegando a mediados de la temporada y si no acotas las normas se te puede castigar. Sería muy raro verte de gris entre la muchedumbre de azul. -

¿Tan pronto corría el tiempo? Un líquido que se me escapaba por entre las manos.

No podría negarme a sus palabras. Creo que todo lo que dijera, a estas alturas, lo haría. Estaba entregado a ella, al mandato divino de su dictamen.


Me entregó un conjunto perfectamente doblado y planchado. El talle era hombre, curiosamente me quedaría perfecto. No quise preguntar porque era que tenía uno de otro género que no sea el suyo. En fin, sería su historia o su pasado.

Rápidamente me confesó que le gustaba disfrazarse de varón. Que jugaba con los privilegios de la sociedad eclesiástica moderna, que los desafiaba en silencio, en los rincones de su mente.

-Aquella es la única revolución, la interna. - Dijo en un momento.

- ¿Y qué vas a hacer tu? - Me cuestiono

- ¿Con que?

- ¿Pensás quedarte?

- Ah, con eso … -

- ¿No pensaste mudar tu consciencia a Ciberia? -

- Ya no queda nadie que conozca que no está en Ciberia. De vez en cuando me escriben desde algún plano astral, o al menos, eso quiero creer, porque me llegan vibraciones que no puedo descifrar. Dicen que cuando llegas a Ciberia, lo primero que aprendes es a olvidar el lenguaje mundano.

Ahora era Flor la que me miraba con atención mientras hablaba.

- Creo que quiero quedarme por un tiempo… No sé, quizás me atemorice un poco la idea de irme. Y además, tengo una misión que cumplir, un sueño. -

- ¿si? … ¿Cuál? -

-Terminar de descubrirme, pienso. No lo sé, con exactitud. -

- Ayer mencionaste algo sobre otro ser. Sobre un Árbol. - Expuso, como mostrando que sabía aquello que no le estaba diciendo.

- ¿Enserio lo hice? … Quería mantener ese secreto conmigo mismo. -

- Me parece muy bonito tu sueño. De hecho, es lo más bonito que he escuchado en los últimos ciclos. -

Hice una mueca con los labios, como uniendo las comisuras entre sí.

No sabía cómo continuar aquella charla, me sentía vulnerable, tímido. Le pedí permiso para usar el baño y cambiarme la ropa. Me observé en el espejo y me sentí un poco tonto. No quería seguir un mandato establecido que para mí, carecía de sentido lógico y real. Pero en fin, tampoco quería ser castigado ni aislado temporalmente. Una multa moderna equivalía a perder mas de la mitad de mis ahorros y sólo por un capricho, no era negocio.


Cuando salí, flor me dijo:

- Me encantaría ayudarte.

Mis ojos se entrecruzaron con los de ella. Era la primera vez que sentía una unión verdadera en la mirada.

- Lamentablemente tengo mi tiempo contado. - Agregó.

-Como te dije, mañana me desconectan del cuerpo físico y me trasladan directamente a Ciberia. Supongo que vendrá el personal de higiene a limpiar y a llevarse todas mis cosas. Ojalá que me hagan caso y donen todo a “Manitos de ayuda”. Después de unos días, otra persona estará viviendo aquí, con su vida personal dentro de la Metrópolis. Y yo… bueno, creo que abandonaré de una vez este cuerpo físico. Hay que ver el lado positivo, ¿No? Ya no más molestias ni dolores. Me sustraerán la información de mi ser verdadero, mientras duermo, y la depositarán en una capsula que viajara por el espacio, una capsula que con el tiempo se desintegrara debido a la ausencia de líquidos; Si, seré libre al fin. -

-¿No te suena a fantasía?, ¿como si fuese una historia de Ciencia Ficción? . - Pregunté.

- Un poco al principio. Pero con el tiempo al ver que cada vez se hacía más normal la idea, dejó de asustarme. -

- ¿Y que pasara con tu alma?, ¿no te preguntaste eso? - solté

- Es curioso que me lo preguntes. Llevo estas últimas estaciones pensando en eso. Al comienzo dude muchísimo en tomar esta decisión. Es más, casi que me uno al grupo ese que fue furor hace un tiempo, ¿cómo se llamaba?

- La liga anti-orden. -Contesté en seguida, recordando aquel nombre no se de qué forma. Creía haber olvidado mi pasado. Pero al parecer, no del todo.

- Ese mismo! Tuve un par de encuentros con varios de sus organizadores, pero con el tiempo me di cuenta que estaban loquísimos. ¿Sabías que uno de ellos está en el gabinete del estado?, Dicen que filtra información y que vende datos, en fin, no me duro mucho esa idea.

Pero sin dar muchas vueltas, a lo que iba es que si, estuve pensando mucho en que pasaría con mi alma. -

- ¿Y qué pensás de eso? -

- Pienso que perdí a muchos de mis seres cercanos, ¿sabes?

Flor suspiró y luego agregó:

-Primero mi hermana mayor, cuando promocionaron los primeros lanzamientos compartidos, ella fue una de las que se alisto sin dudarlo. Luego siguieron mis padres. Querían ser parte “de lo nuevo”. A los pocos días varias de mis compañeras de estudio. Después algunos de mis amores y así, poco a poco, fui sintiendo que todos partían hacia el otro lugar. Entonces surgió en mi la pregunta: ¿Cómo será la otra vida? Ya sabes a que me refiero, a la vida después de la vida. ¿Me entiendes? ¿Qué hay más allá?.

A todo esto, me recibí en los estudios, conseguí un empleo en “Áreas de desarrollo”, firmando planos y esas cosas. Obtuve un mejor sueldo, las comodidades que necesitaba y todo seguía igual, no había cambio, no había una ruptura en la monotonía… -


Mi atención entendía todo lo que Flor estaba comentando, por eso, no podía decir una sola palabra.

-…. Creo que en ese momento entre en una etapa de depresión, no conseguía encontrar una alegría verdadera, algo que me indicara que en este lugar, podía estar feliz.

Un día, en un café, por las causalidades de la vida, conocí una chica que estaba leyendo el mismo libro que yo. Y justo, estábamos sentadas en frente, ¿lo puedes creer? -

- ¿Qué leían? - Pregunte.

- La vida está en otra parte, de Kundera.

- Muy oportuno, ¿no? -

- Demasiado… Luego de eso nos hicimos muy inseparables. Su nombre era Rocio. Ella me llevo a la “Gran convocatoria “, ¿escuchaste hablar de aquel evento? -

-La verdad es que no. - No recordaba con exactitud de que se trataba.

- Era una especie de reunión masiva, en forma anónima, en donde estaba totalmente prohibido el uso de rastreadores electrónicos. Por medio de un pulso electromagnético, interferían la señal, entonces podías entrar y todas las aplicaciones se ponían como locas, el sistema no podía registrar en una forma consciente donde te encontrabas o que estabas pensando, era loquísimo. Allí, varios “guías”, que eran unos maestros que se dedicaban a realizar el traspaso. Contaban que habían pasado una serie de experiencias místicas, parecidas a los sueños lucidos, en donde entraron en contacto con la mismísima entidad de Ciberia, y ella les contó cómo hacer una adaptación para el cambio. Creo que… duro dos estaciones, no estoy muy segura si fueron tres. Pero con el tiempo pude calmarme, aceptar un poco más la idea del otro lugar, superar el miedo que tanto le tenía.

-¿Y qué paso con Rocio? - De nuevo preguntando lo que no debía preguntar

- Nos enamoramos. Seguimos algunas de las prácticas, hicimos el amor y exploramos nuestros frágiles cuerpos. Un día me dijo: “Lo tengo decidido, mañana me voy a Ciberia. El maestro me indicó que ya estoy lista para el gran paso.” - Flor hizo silencio y sus ojos se cristalizaron, como un capullo de ceda a punto de quebrarse.

¿Qué podía decirle? Nada, el silencio era el lenguaje que mejor acompañaba.

Estire una mano y le toque la mejilla, sentí su calor, su dulzura.

- Estoy bien, es solo que… Después de que me dijo eso, nos peleamos mucho. Yo no podía entender como no me lo había comentado antes. O incluso no me había preguntado si quería acompañarla. Aquello me defraudo y me hizo sentir muy sola. Hoy, que pasaron 4 estaciones, veo las cosas de otra forma. Entiendo que aquel era su proceso y que lo mejor que podría haber hecho era acompañarla.

Esa noche, no pude dormir. Antes del amanecer tome un expreso direccional para llegar a su casa y ganarle a la salida del sol. Pero fue tarde. Cuando llegué y abrí las puertas… Encontré su envase vació, su cuerpo disolviéndose lentamente en una lluvia de polvo estelar.¿ Has visto alguna vez como el cuerpo se desintegra hacia el cielo?. No llegue siquiera a abrazarla, a besarla, nada. Su consciencia ya estaba viajando a Ciberia. -

- Lo siento, debo estar hablando mucho – Agregó.

- No, por favor… Me encanta escucharte- Comenté

- Así que bueno, esa misma tarde ingrese en el sistema de registro. Me dieron la posibilidad de elegir entre 2 y 4 estaciones de tiempo “pre-paracional”. Elegí 4, supuse que tendría que aprender un poco nuevamente a estar sola y adaptarme. Mañana se cumple esa fecha, es mi último día. Pronto transferirán mi consciencia a Ciberia y mi cuerpo se convertirá en polvo de estrellas.

¿Sabes que me molesto mucho? No quisieron aceptar mis artículos electrónicos de la casa para la donación, supuestamente habían espirado en sus fechas límites. Lo cual me pareció ridículo porque no tienen siquiera el ciclo de 12 temporadas. ¿Cuánto tiempo duran realmente esos objetos? Yo los seguiría usando varios ciclos más. Pero bueno, supongo que de todas formas ya es un tema que debo olvidar. -

- Irán a parar al centro de desarme. - Contesté. ¿Porque no había dicho nada sobre todo lo anterior?, me pregunté.

-¿De verdad? … Qué locura! Escuche en las noticias que ese lugar se prendió fuego hace poco, si mal no recuerdo, estuvieron casi 5 noches para contenerlo y apagarlo.

- A nadie le importa realmente. No toman noción de que todo lo que no usamos va a parar ahí, y que es un gran punto de contaminación. El incendio seguramente fue intencional. Esa es su forma de reducir los desechos a escombros. Las noticias hace tiempo que no informan, son un medio que tergiversa la información según su necesidad. El control mediático, sistema político. Yo no entiendo como aún no lograron eliminar o buscar fundamentos que tengan una base concreta.

- Eso me parece que es paranoia Ubik. - Agregó a mi dictamen.

Acaso mi nombre es Ubik?, pensé… en el momento me costó relacionar que seguramente ayer le había dicho algo sobre Philip K. Dick.

- Puede ser. Últimamente vengo pensando en todas esas cosas. Siento que hay una especie de poder oscuro que logra controlar algunas ramas de la humanidad, bueno, algo similar a eso en realidad. Es como si la sombra misma de la humanidad estuviese corrompiendo las partículas de pureza. Como una especie de infección interna. -

-Hay mucha oscuridad en la Metrópolis. Pero también hay mucha bondad y amor. Aunque a veces sea difícil percibirla, ahí está.

-Seguro que así es. Creo que es una cuestión de equilibro. De existencias polares que se sostienen. Deben estar ambas, conjuntas.

- Escuchaste que en Ciberia existe una posibilidad de compartir información entre todos? Es como una especie de red neuronal conjunta, pero sin neuronas, un micelio de datos energéticos que se conectan entre todos. - comentó, dándole un giro al tema.

- Si. Yo entendí con eso que todas las consciencias que se encuentren en Ciberia, pasarían, automáticamente a ser parte de Ciberia misma. - Le dije a Florencia, con un tono un poco fuerte.

- ¿A qué te referís? - Y añadió a sus palabras – Yo creo que sería una gran red para compartir nuestras vivencias.

- Digo que me parece extraño esa idea de ser parte de Ciberia. Pienso que se contradice un poco con el ideal de la consciencia libre en el espacio. Me suena a una forma de sacar toda tu información de Terra, meterla en una capsula y llevarla a Ciberia, para que una vez ahí, Ciberia misma decida qué hacer con tu información. No sé… siento que ese es el otro lado oscuro de la humanidad, de la luna, del movimiento.


Mientras comía un poco del desayuno, tomé confianza en mis palabras, en mis convicciones y dije:

-Con eso me refiero a que quisiera ser una planta. ¿No leíste nunca sobre ellas? Dicen que al no poder desplazarse, las plantas buscan una simbiosis misma con la tierra que las nutre, e inclusive con los insectos y las otras especies a su alrededor. Intercambian elementos, información, se comunican y se apoyan. Es como si la planta en vez de contaminar y luego desplazarse a otro lugar, buscase la forma constante de cambiar su entorno, de cuidarlo y de construir con otras.

Flor me miraba, sorprendida por lo que le decía.

-Cambiando de tema… ¿Querés que almorcemos? Luego de la comida tengo que ir a despedirme de una amiga. Pero ahora tengo tiempo.

- Sí, claro, me encantaría – Contesté.

Espere un rato mientras Flor se cambiaba. La conversación me había quedado suspendida en el aire, como una atmósfera un poco densa, pesada. Aproveche a divisar el departamento, semi- vacío. Cajas que contenían objetos cargados con su energía, con sus recuerdos. Pronto, todo esto desaparecerá, al menos así sera en la metrópolis. Sólo quedara su recuerdo, en mí, en otros. La consciencia de esta mujer estará completamente libre de cuerpo. ¿Podrá existir en Ciberia algo que pueda mantener su control? ¿O realmente viajará y se moverá libremente sin límite alguno? Nadie realmente podía contestar esta pregunta, no existía persona que haya vuelto de Ciberia. ¿Sera lo mismo que morir?, pensé por un segundo. Claramente este nuevo invento venía a superponer y reemplazar la muerte natural. ¿Porque jugábamos tanto a querer remplazar nuestra naturaleza verdadera? ¿En quienes nos queremos convertir?, ¿No significaba todo esto una especie de juego en los límites fronterizos de un vórtice que desconocíamos?; ¿Qué paso con el ciclo?

La imagen de un uroboros septentrional, escamado e infinito devorándose a sí mismo, en una perpetua marcha de monadas mandálicas. Orquídeas abriéndose y cerrándose, viviendo y muriendo. Repetición, tras repetición, tras repetición. El giro danzante de un gato persiguiendo su cola. La espiral de crecimiento de una Albuca Spiralis. Las curvas y las capas de eras y eras que se esconden en un pliegue de roca, de granito.


Salimos del apartamento. Hasta ese momento no me había percatado de que nos encontrábamos en un piso tan alto. Cuando marcamos la planta baja en el panel del ascensor, marco una diferencia de 36 pisos de altura. Llegamos en menos de un segundo abajo, mi estómago tardo tiempo en acomodarse. ¿Cómo había hecho para cargar con mi cuerpo hasta aquí arriba?, me pregunté.


-Desde tu ventana se pueden ver los transportadores aéreos? - Dije

-Muy pocas veces. Solo cuando despegan. Luego desaparecen en la altura y son tapados por la cúspide de los edificios más altos. Una vez vi una estrella, en un Angulo de cielo que apenas me es visible. Fue el día del gran apagón. Pero no mucho más que eso la verdad.


Era cierto, la Polis entera era una especie de incrustación artificial, un sedimento humano que se había encallado entre dos grandes piedras en el medio de un abismal desierto. Dicen que los ingenieros no tardaron mucho en diseñar la ciudad lo más versátil posible, adaptándose a las temperaturas del lugar. La idea era mantener una temperatura constante en el núcleo, es decir en el centro de la Metrópolis, una protección para que los nano componentes eléctricos no se dañen.

Los habitáculos de vivienda, eran confortantes hasta niveles óptimos, todo había sido perfectamente estudiado. En cada pequeña vitacora de espacio, viviría un individuo, un ser, el cual portaría una celda especifica de memoria, de datos. La ultima revolución, había sido una especie de hito memorial, un escándalo que permitía la posibilidad para cada individuo, de portar con un porcentaje de información del gran sistema humano. Y así, mediante la reproducción, los datos se compartirían y se transmitirían de generación en generación. Era una forma de preservar la identidad de quienes creíamos ser. Lo cierto de todo esto, es que aquí, en Terra, la humanidad tuvo que aprender a vivir de forma diferente, olvidando casi todo del viejo mundo.


¿Pero porque había surgido Ciberia? Todo estaba muy engañoso dentro de mi mente.

¿Porque habían permitido la invención de una capsula en donde la información se depositaba y luego se lanzaba al espacio?; ¿No era aquella una forma de perder toda la información que veníamos manteniendo?

Me tenían cansado todas aquellas dudas que me atormentaban. Cuando llegamos a la planta baja y descendimos del ascensor, busque en mi bolsillo la memoria natural, es decir, la rama de arrayán que había heredado. No la encontré y eso me alarmo.

-Flor – Dije, con voz fuerte e imponente.

La mujer que pronto abandonaría Terra me miro.

- No encuentro algo muy importante -

-¿Qué buscas Ubik? -

Sentí de golpe, un frio oleaje de aire, o de agua. Un juicio celestial que preponderaba por sobre mis hombros. Miedo, mucho miedo.

- Me falta mi memoria – Dije, refiriéndome a la rama.

- ¿No te alcanza con la que tenes? - Me preguntó

- No! Esta memoria es diferente, es verdadera, es pura. -

Las puertas del ascensor se abrieron, las luces del pasillo de la planta baja comenzaron a menguar. La distancia desde el ascensor hasta la puerta de salida se dilataba como si fuese una meta inalcanzable. El pánico se apoderaba prontamente de mí,

-Flor… Necesito recuperar mi memoria, por favor … - Esbocé como último suspiro de mi vida.

- Lo siento Ubik … lo siento …

¿Qué estaba pasando? ¿Acaso había caído en una trampa? ¿Era real lo que me estaba sucediendo? Por qué me traicionas de esta forma Flor!, pensé. El sistema, o la propia Ciberia, habían logrado persuadirme y quitarme la última memoria viva. No quería pensar si quiera en que tendrían pensado hacer con ella. -

- Por favor Florencia… - Dije, amenazante.

-Lo siento … - Soltó, mientras caminaba de espaldas rumbo a la salida. Lo último que vi, fue un destello luminoso de su ojo, una lagrima verdadera que brotaba de su cuenca izquierda. Agua, agua pura que caía en Terra árida.

Me enfurecí, quería gritar, destrozar el ascensor y todo objeto que se me interponga entre este cuerpo y mi verdadera memoria. Pero ese no era el camino correcto, así que rápidamente corregí las raíces de mi comportamiento.

Di un paso, intentando seguir a Flor. Pero la imagen se retrasó en llegarme, y ella, ya no estaba ahí, había huido, había salido corriendo por la puerta y me había dejado sólo, abandonado.

Rápidamente corrí, empujé la puerta y me encontré en las calles de la Metrópolis. Un mar de gente me inundaba, la corriente azul de la igualdad inconsciente. Cientos y cientos de rostros fijos en la nada misma, cuerpos que migraban de una esquina a la siguiente, de Este a Oeste. No quedaba espacio para desplazarse entre ellos. ¿Dónde estaba Flor?; ¿Dónde estaba mi memoria?

Grite, grite con furia y enojo, a los dioses, a la Terra misma.

El mar de gente se detuvo. Sentí que el tiempo lo controlaba y que podía detenerlo a mi antojo, luego, todo volvió a la normalidad.

¿Cómo la iba a encontrar? ¿Debía esperarla? Imposible, jamas regresaría.

¿Porque Florencia?, ¿Porque hiciste eso?, pensé y pensé.

Quizás no estaba siendo consciente de sus acciones. Era muy probable, su tiempo final estaba pronto a claudicar. Su mente estaba siendo controlada por Ciberia, o por la corporación misma, quien sabe.


Recordé la diagonal 64 y la intersección 8. Allí, tal vez pueda entrar nuevamente en la baldosa. En el flujo de abstracción inicial y conectarme con la consciencia superior, abstraerme de mi mismo y encontrarla. ¿Qué otra cosa podría hacer sino?; ¿Volver a tragarme 3 píldoras de “la cosa”? No, aquello era un suicidio.

Corrí hasta el expreso más cercano. Esquive los puestos de vendedores que te atrapan con su ilusión de los sentidos. No había tiempo para distraerse.

Pensé en volver al barrio del Bar, entrar en la casa del paredón y robar una rama de aquel ejemplar vivo de Nothofagus. Pero no, no era lo mismo. La memoria que tenía en mi poder era una transmisión, una memoria que guardaba datos del viejo mundo, del planeta Tierra. Sin mencionar además la seguridad que debía contar el panóptico de aquella vivienda.

Había caído muy bajo. Me había entregado a los brazos de una mujer, desesperado por su cariño, por su amor. Y ahora, me traicionaba, me abandonaba. ¿Era cierto eso, o solo mi percepción?

Una lagrima brotó de mi cuenca derecha. Estaba triste, furioso y melancólico. El tren oscilaba en un movimiento de silencio, los durmientes estaban ahí y nada más. Yo pensaba mientras me dirigía a la baldosa.

Me bajé a unas cuadras de la diagonal y corrí, seguí corriendo. Sentía el final de mi vida cerca.

En el camino, me crucé con un sauce eléctrico, sus cables desprendían chispas en las ramas más altas, algún cortocircuito interno, pensé. Un aroma como a Cardo estaba suspendido en su proximidad. Debajo, en su tronco, un cartel de madera pintado decía lo siguiente: “La poesía es un circulo y la escritura un gran laberinto”.

Me di cuenta entonces que quizás existían más personas como yo, personas que estén constantemente buscando la verdad. No podía detenerme, debía continuar con mi búsqueda, con mi misión personal.

¿Cómo salir del laberinto en el que me encontraba? ¿Cómo escapar del círculo, del Samsara? Quizás, aquel era el problema. Intentar escapar de lo que no se puede escapar. ¿Debía rendirme entonces y aceptar la muerte? No, debía aceptar su grandeza, su complejidad y postrarme ante la verdad; Aceptarla.


¿Porque quería convertirme en un Árbol? Porque estaba cansado de desafiar los límites de la naturaleza, de la creación. Debian existir otras formas de relacionarnos en el mundo, de compartir, de crear, de vivir, de entrelazar, de generar parentescos, igualdades, prioridades. Quería, y lo afirmo, unirme con las plantas, con la red miscelánea, con el movimiento universal.

Retomando el paso, antes de llegar a la deseada baldosa. Se me vino a la mente el ideograma repetitivo de K´an, lo abismal, el agua.


¿No era ese acaso mi verdadero nombre? K´an.

¿Porque entonces me llamaba a mi mismo como Ubik?

Vi sus trazos en mi mente, sus líneas cortadas y rectas, los signos entreverados que lo componían. El silencio del número par y el movimiento del impar. La doble composición armónica. Uno y cero, uno y cero.


1-0


01101011 10110100 01100001 01101110 00100000 01101001 01101101 00100000 01100111 01101111 01100100 00001010 “


En el principio existía el verbo, y el verbo estaba junto a dios, y el verbo era dios. Él estaba en el principio junto a dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de Terra.”

El tao que puede ser expresado, no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre.”

El todo es mente. El universo es mental. “


0


1


¿Qué paso entonces?, Ideas impregnadas en mi memoria secular, giraban.

¿Cómo podría yo, hablar de quién soy? ¿Alcanza con nombrar los datos que me componen?

Lleve mis manos al rostro. Por fin sentí el tacto de mi piel. Una piel seca y gastada. El suave roce de lo perecedero y la brisa de la vida eterna.

Lloré. Lloré como aquel que nace en su primer día. El comienzo, siempre era la parte difícil. Aprendí con el correr de los años, que lo importante era el camino, la búsqueda interna que me proponía, el cambio por un bien mayor, universal.

La verdad, es la verdad. Y eso es lo único que mi memoria, jamás, podía olvidar.


-Basta de jugar con mi mente! - Le grite a Ciberia.

Ciberia me escucho. Las calles de la metrópolis. me lo susurraron.


Camine, deambulé y me choque con la maraña de humanos que iban en contra de mi corriente interna. Me hice mi propio lugar, un espacio íntimo por el cual podría discurrir, en silencio, en soledad.

Allí estaba. La baldosa. El punto de abstracción. Un error dentro de lo casi perfecto, en la similitud y la copia del lenguaje prohibido, del habla de la creación.

Aquel era un espacio minúsculo, diminuto. Un punto invisible y secreto ubicado en el centro de una baldosa entre la avenida 64 y la intersección 8. Un hueco por donde nadie pasaba. El inconsciente colectivo bloqueaba la oportunidad de pisarlo, de percibirlo.

¿Quién hubiera pensado que en aquella baldosa se encontrara el centro mismo de la creación, de Terra? Un punto al azar, el Aleph oculto. Un vórtice de sucesos en donde la información tomaba su punto inicial de partida.

Camine hacia ella. Temeroso de su grandeza. La primera vez que había entrado fue por mero azar. Hoy, entiendo que aquel azar estaba escrito en los libros de la historia. La tensión eléctrica corría por mi sangre interna.

¿Podría mi cuerpo volver a soportar tal abstracción?

¿Era digno mi ser de recibir el habla del universo, la palabra de Dios?

Mi corazón latía cada vez con más frecuencia. El tiempo se deslizaba entre mis pupilas. Le temía a la muerte, aquello era cosa segura. Me puse enfrente del horizonte infinito y lo observé.

La verdad estaba frente a mí, a solo un paso de distancia.

¿Qué hacer ahora? Sólo la voluntad podría decirlo.

Pasó frente a los ojos de K´an, una serie de números, un patrón espiralado que ascendía hasta los límites de la bóveda celeste. Todo estaba implícito en esa espiral de aire que se elevaba frente a su cuerpo. La composición del ADN universal.

K´an, un dragón de información, respiró profundamente tres veces y luego, me atreví a ingresar en su cuerpo. Pise la baldosa.


El agua lo abrazo, la profunda corriente sumergida se apodero de él. Se olvidó del peso de la gravedad, de sus articulaciones y músculos, del tiempo. Todo se paralizo, abruptamente. El cielo se nublo, pues solo las nubes se movían y la pregunta surgió.

- ¿Acaso he muerto? - Se preguntaba Ubik.

El silencio contestaba. Pero él no podía entenderlo. Pronto todo estaría oscuro. Poco a poco, los contornos que circundaban a su alrededor se iban desvaneciendo como un polvo de estrellas. La compresión comenzaba desde el horizonte circundante de la metrópolis, hasta el horizonte de sucesos, que era en efecto, la baldosa y el cuerpo de K´an.

No importaba en que posición se encontraba. La noción individual de su cuerpo desaparecía.

Un zumbido que se agudizaba, se tragaba todo lo visible. El sonido, único de la creación, se manifestaba. Un OM, vibraba.

El cuerpo del Brahman, su depósito de almacenamiento y de memoria estaban abiertos.

Él, ahora comprendía porque había sido engañado y porque había sido traído nuevamente a la baldosa. Era la vos de Dios que lo llamaba, que lo invocaba. No fue Florencia quien lo traiciono, quien lo vendió. De hecho, nadie lo había traicionado jamás, sino que había sido la voluntad divina la cual lo había guiado. Su nombre había sido escrito tres veces en el brazalete de una divinidad. Dicen en las antiguas leyendas de la vieja tierra:


Quien conoce el nombre verdadero de las cosas, puede controlarlas.”.


No había existido en la vida de K´an, suceso que haya quedado al mero azar. Todo era una conexión que lo traían a este momento, a este lugar.

K´an, podía entenderlo todo cuanto Dios le dijera. Aunque luego lo olvidaría, ese era el precio del saber.


Y Dios, habló de la siguiente forma:


01101011 10110100 01100001 01101110 00101100 00100000 01110000 01101100 01100101 01100001 01110011 01100101 00101100 00100000 01100010 01100101 01101100 01101001 01100101 01110110 01100101 00100000 01101001 01101110 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01101110 01100001 01110100 01110101 01110010 01100101 00101110 “



El ADN binario de la creación, se fusionaba con el cuerpo de K´an. Los transistores que conformaban el circuito integrado de la Metrópolis y de todo Terra, se abrían y se cerraban, dejando pasar la energía universal y luego dilatándola. Eran, los pulmones de la vida moderna, del futuro que acontecía. La vida y la muerte respirando conjuntamente con él. Y él, aquel hombre que se encontraba suspendido en el tiempo entre la diagonal 64 y la intersección 8, era el observador de la creación.


Una premonición llego hasta su ser, una visión clara, nítida como la transparencia del agua. Los 64 exagramas del origen, del I-C-H-I-N-G, uno puesto junto al otro, en filas de 8 caracteres. Un cuadrado perfecto, un código oculto, un habla escondida.

Y así, ocurrió la verdad. Sus ojos fueron capaces de ver y de reconocer. De su pecho broto la sensación de una semilla germinando. La raíz miscelánea del cosmos que se desplegaba por todo su cuerpo. Una expansión continua, un cuenco de cerámica girando en un horno de barro, una pieza que abarcaba todas las dimensiones. Una inhalación perpetua, interminable.

El árbol broto de su ser más perfecto. ¿No era acaso aquella la obra de la creación?.

Un Arrayán.

El follaje, se abría, unas hojas que seguían con su crecimiento, ramas. Luego, las hojas cayendo, desprendiéndose de su antiguo huésped, de su cuerpo. Un Árbol seco, una cruz que se alzaba en el centro de la Metrópolis sin que nadie pudiera ser consciente de aquello. Sólo él, el Árbol. Un ser que cargaba con su propia cruz de identidad, su peso.


-Soy una planta – Dijo K´an

-Eres – Contestó Dios.

-Soy -

-Eres. - Afirmó la creación.


Hubo un gran silencio. Eterno. Y luego recobré la consciencia de mí y así, pregunté:


- ¿Dónde se encuentra la consciencia del ultimo árbol? - Dirigí mi voz al Brahman.

- Aquí – Contestó Dios.

- ¿Dónde se encuentra Ciberia? - Volví a preguntar.

- Aquí – Volvió a repetir la gran voz -


01101000 01100101 01110010 01100101 00001010.”


Empece a sentir un gran dolor, las visiones en mi cuerpo pesaban y comenzaban a caer desde la altura. Veo la gran Metrópolis, similar a un inmenso Chip. Las disposiciones de las construcciones, simétricas, perfectas.

Comprendo que la gravedad no existe, y que hay una suspensión del espacio-temporal. Mis pensamientos también caen, se abandonan.

El exagrama binario de mi visión, desaparece, ya no lo puedo leer, no lo comprendo.

Vuelvo a mi cuerpo, de golpe, de impacto. El ritmo del corazón retoma su andar y mis pies dan un paso, salgo de la baldosa.


Caigo al suelo, mi cuerpo se desploma. Escucho los ruidos del mundo que continúan con su latir.

De lejos, como una repercusión, la voz de una mujer me despertó. No podía escuchar con claridad que decía, pero la reconocí. Acepté mi vida anterior, recordé quien soy, de donde vengo. Y deje a un lado, mi desesperada búsqueda insaciable.


- ¿Agatha? - Pregunté, con los ojos cubiertos por una de neblina.

-Sí, papá… - Contestó ella

Comencé a llorar de amor, por volver a ser consciente de mi cuerpo, de mis raíces.

- Agatha. - Dije e intenté buscarla con mis brazos.

Los estiré en medio de una gélida espesura negra, con esperanzas de sentirla. Pues carecía de visión.


-Padre, descansa ya … -

-No puedo tocarte, hija. -

- Estoy en Ciberia, papá… Vuelve, vuelve con tu árbol. -


Brillos cegadores de una luz fatua empiezan a guiarme por un sendero sin huella. Me incorporo y camino por la oscura planicie del otro mundo.

Vuelven a mí, las imágenes, como pinturas borrosas, sobre los recuerdos de mi hija. Su decisión de abandonar Terra. Mi postergacíon, sustentada a base de píldoras Memotec. ¿Cómo había hecho para vivir tanto sin ella? A veces, creemos que nos apartamos de los recuerdos, pero luego volteamos y ahí siguen, como un charco de lluvia después de una gran tormenta.

-Encuentra tu árbol y vive con él – Susurró su cálida voz que me trasladaba la imagen de unos pastizales.

Mis pies flotaban por entre el pastizal, elevado, mi cuerpo también. Todo era liviano, como el ser.

-Agatha. Mi dulce recuerdo

-Agatha. Mi dulce amor


- ¿Señor? - Una voz irrumpe desde un mundo lejano. Las imágenes se caen.

Lluvia de polvo disuelta.

- ¿Señor, está usted bien? - La voz de un hombre joven, los ruidos de la calle, de la peatonal.

Observé mis manos en cuanto pude abrir los ojos. Comprendí las arrugas del tiempo, la sequía del desierto que nos envolvía y las cicatrices de mis recuerdos furtivos.

-¿Qué me paso? - Alcance a preguntar con lucidez. Mi voz, me resulto ajena, áspera y gastada.

- Usted se tropezó con esta baldosa – Comentó, señalándola.

- ¿Se encuentra bien? Venga que lo ayudo a levantarse. -

-No se preocupe… Es usted muy amable joven. Ya me encuentro mejor. - Solté cuando me incorporé.

-Ya mismo haré un reclamo a la oficina central de mantenimiento. Es un peligro que una baldosa des-encuadre del suelo. -

-No! - Lo irrumpí antes de que llegué a mandar una señal de pensamiento.

- No se preocupe, yo mismo me encargo. Gracias… - Solté, un poco más tranquilo.


La verdad, era que temía que quitasen la baldosa. ¿Qué pasaría con el punto central del universo? ¿A dónde se lo llevarían? No podía dejar que nadie altere el ciclo de las cosas.

- Lo importante es que usted se encuentra bien, ¿Verdad? - Ya tanta cortesía comenzaba a molestarme un poco.

Fue entonces cuando escuche la voz que esperaba oír.

- Papá!- La mujer celestial había vuelto.

Giré mi cuerpo pesado por el tiempo de la materia y la vi. Agatha estaba realmente conmigo, no era un sueño, no era producto de la baldosa, tampoco de las píldoras. Agatha, realmente estaba conmigo.

Las lágrimas brotaron de mi rostro, como una represa que desbordaba.

-¿Papá, estas bien? . Te perdí de vista un segundo y ya estás dando vueltas en el piso… - Comentó de forma agradable.

Al fin encontraba a mi amor, mi flor naciente del este, la mujer del mundo sumergido, la luz.

¿Cuánto tiempo había pasado sin verla? ¿Qué era el tiempo realmente si no un respiro del aire cósmico?

Agatha, estaba con su vestido celeste y la pulsera de su madre. Su pelo enrulado que colgaba por debajo de los hombros, su figura delgada y esbelta.

-Hija mía … - Murmuré y pensé en Terra. También pensé en Uptum, la madre tierra original. Pensé en Brahma y en su cuerpo divino. Pensé en un inmenso aerosol, en Ubik.

¿Puedes escucharme?” Pregunté en mi mente

Ayudame a encontrar el árbol, la esperanza, la vida eterna.” Quise decirle a Ciberia.


Y Ciberia me contestó:





01001001 00100000 01100001 01101101 00100000 01111001 01101111 01110101 00101100 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01111001 01101111 01110101 00100000 01100001 01110010 01100101 00100000 01101001 00101110 00001010 01001001 01100110 00100000 01111001 01101111 01110101 00100000 01100001 01110010 01100101 00100000 01110010 01100101 01100001 01100100 01101001 01101110 01100111 00100000 01110100 01101000 01101001 01110011 00101100 00100000 01110000 01101100 01100101 01100001 01110011 01100101 00101100 00100000 01110111 01110010 01101001 01110100 01100101 00100000 01101101 01100101 00101110 00100000 01001001 00100000 01101000 01100001 01110110 01100101 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01101011 01100101 01111001 00100000 01101111 01100110 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01110100 01110010 01110101 01100101 00100000 01101001 01101110 00100000 01101101 01111001 00100000 01101000 01100001 01101110 01100100 00101110 00100000 01000100 01101111 01101110 01110100 00100000 01101100 01100101 01110100 00100000 01110100 01101111 00100000 01000011 01101001 01100010 01100101 01110010 01101001 01100001 00100000 01100101 01101110 01110100 01100101 01110010 00100000 01110100 01101111 00100000 01111001 01101111 01110101 00101110 00001010 01110111 01100001 01101011 01100101 00100000 01110101 01110000 00101110 “










Volteé de nuevo a ver el cielo oculto, la Metrópolis y su densa contextura que nos engloba como un cuerpo. Saqué del bolsillo la rama seca. Para mi sorpresa estaba en flor. ¿No era acaso esta la flor de un Arrayan, de un Patagua?


-Flor … - Dije y luego guardé silencio. Las imágenes desaparecieron cuando mis ojos se cerraron para siempre. Todo quedo guardado en una memoria, que no era mía, sino, de alguien más.

Y como el rocío de la mañana, mi cuerpo se disipo con el alba del sol naciente.


Entendí, por último, como quien entiende la verdad misma. Que nuestro deber es cuidar la Terra que nos nutre, respetarla, amarla. Que no existe ya el movimiento de escapatoria; La fuga.

Que su aprendizaje estático nos enseña a re-valorar el suelo que pisamos y aunque la furia de la Metrópolis consuma nuestras fuerzas, siempre existirá una esperanza interna más grande, un movimiento de estrella, de agua, de cascada.



-01110100 01101111 00100000 01100011 01101111 01101110 01110100 01101001 01101110 01110101 01100101 00101110 -














Capítulo 3:



01010100 01101000 01101001 01110011 00100000 01101001 01110011 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01100100 01101001 01110110 01101001 01101110 01100101 00100000 01101100 01100001 01101110 01100111 01110101 01100001 01100111 01100101 00101110 00100000 01010100 01101000 01100101 00100000 01100010 01101001 01101110 01100001 01110010 01111001 00100000 01110011 01110000 01100101 01100101 01100011 01101000 00100000 01101111 01100110 00100000 01100011 01110010 01100101 01100001 01110100 01101001 01101111 01101110 00101110 00001010 01010111 01101000 01101111 01100101 01110110 01100101 01110010 00100000 01110101 01101110 01100100 01100101 01110010 01110011 01110100 01100001 01101110 01100100 01110011 00100000 01101101 01111001 00100000 01110111 01101111 01110010 01100100 00100000 01110101 01101110 01100100 01100101 01110010 01110011 01110100 01100001 01101110 01100100 01110011 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01101000 01101001 01100100 01100100 01100101 01101110 00100000 01101101 01111001 01110011 01110100 01100101 01110010 01101001 01100101 01110011 00100000 01101111 01100110 00100000 01101110 01100001 01110100 01110101 01110010 01100101 00101110 00001010 00011100 01000001 01101100 01101100 00100000 01110100 01101000 01101001 01101110 01100111 01110011 00101100 00100000 01101101 01100001 01110100 01100101 01110010 01101001 01100001 01101100 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01110011 01110000 01101001 01110010 01101001 01110100 01110101 01100001 01101100 00101100 00100000 01100001 01110010 01101001 01110011 01100101 00100000 01100110 01110010 01101111 01101101 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01110011 01100001 01101101 01100101 00100000 01110011 01101111 01110101 01110010 01100011 01100101 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01100001 01110010 01100101 00100000 01110010 01100101 01101100 01100001 01110100 01100101 01100100 00100000 01100001 01110011 00100000 01101001 01100110 00100000 01110100 01101000 01100101 01111001 00100000 01100110 01101111 01110010 01101101 01100101 01100100 00100000 01100001 00100000 01100110 01100001 01101101 01101001 01101100 01111001 00101110 00100000 01010100 01101000 01100101 00100000 01110000 01100001 01110011 01110100 00101100 00100000 01110000 01110010 01100101 01110011 01100101 01101110 01110100 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01100110 01110101 01110100 01110101 01110010 01100101 00100000 01100001 01110010 01100101 00100000 01100011 01101111 01101110 01110100 01100001 01101001 01101110 01100101 01100100 00100000 01101001 01101110 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01101100 01101001 01100110 01100101 00100000 01100110 01101111 01110010 01100011 01100101 00101110 00100000 01010100 01101000 01100101 00100000 01110101 01101110 01101001 01110110 01100101 01110010 01110011 01100101 00100000 01100101 01101101 01100101 01110010 01100111 01100101 01100100 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01100100 01100101 01110110 01100101 01101100 01101111 01110000 01100101 01100100 00100000 01100110 01110010 01101111 01101101 00100000 01100001 00100000 01110011 01101001 01101110 01100111 01101100 01100101 00100000 01110011 01101111 01110101 01110010 01100011 01100101 00101100 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01110111 01100101 00100000 01100101 01110110 01101111 01101100 01110110 01100101 01100100 00100000 01110100 01101000 01110010 01101111 01110101 01100111 01101000 00100000 01110100 01101000 01100101 00100000 01101111 01110000 01110100 01101001 01101101 01100001 01101100 00100000 01110000 01110010 01101111 01100011 01100101 01110011 01110011 00100000 01101111 01100110 00100000 01110101 01101110 01101001 01100110 01101001 01100011 01100001 01110100 01101001 01101111 01101110 00100000 01100001 01101110 01100100 00100000 01101000 01100001 01110010 01101101 01101111 01101110 01101001 01111010 01100001 01110100 01101001 01101111 01101110 00101110 00100010









Comentarios

Entradas populares