¿Quién mierda es Pink?
¿Quién
mierda es Pink?
Escrito
por:
Ubik.
“De Prometeo nos hablan cuatro leyendas.
Según la primera, por haber revelado a los hombres secretos de los dioses, fue encadenado en el Cáucaso, y los dioses enviaban águilas que le devoraban el hígado, que siempre volvía a crecer.
De acuerdo con la segunda, por el dolor que le producían los demoledores picotazos, se fue apretando contra la roca y penetrándola cada vez más, hasta hacerse uno con ella.
Según la tercera, en el transcurso de los milenios su traición fue olvidada; los dioses olvidaron, olvidaron las águilas y hasta él mismo olvidó.
Según la cuarta, todos se cansaron de esa sinrazón. Los dioses se cansaron; se cansaron las águilas; la herida, cansada, se cerró.
Quedó la inexplicable cadena de montañas rocosas... La leyenda trata de explicar lo inexplicable. Dado que proviene de un fundamento de verdad, tiene necesariamente que terminar en lo inexplicable.”
Franz Kafka.
Prólogo:
Nos encontramos en Cyberia. Año 2042.
Disculpen, me parece que ese era otro relato. No estoy del todo seguro. Supongamos que no es el caso y que todas las crónicas son del mismo mundo. Ésta es una historia como cualquier otra de esas que sobrevivieron al paso del tiempo, o al menos, al paso de la memoria humana.
Tenemos 3 historias, o partes, de una misma obra literaria.
Imagínense un inmenso coliseo elíptico en donde la más representativa de las verdades está a punto de suceder. La llegada de un enviado y su mensaje a los clones. Un libro que explica los acontecimientos del futuro y la vida de 3 personajes que no se conocen.
Astor, descubre que no es más ni menos que un personaje más del propio relato. Ubik, relata la historia y su desesperada visión del futuro que comienza a hacerse verídica. Y Pink, bueno…
-¿Quién mierda se supone que es Pink? - Comenta el locutor.
-Estamos al aire, por favor... - Le digo al sujeto que relata el inicio del juego.
-Disculpen. No me lo tomé con la suficiente seriedad. - Agrega
-Entonces, ¿Comienza el partido o no? - Pregunto, un poco ansioso.
-¡Claro!… Atlanta sale a la cancha. El plantel del equipo está completo y parece que tienen un nuevo jugador!-
Detengamos el tiempo un momento. Todo parece un poco confuso. Atlanta… ¿Es un libro o es un Equipo de futbol?.
-Atlanta lo es todo. - Sigue relatando el locutor. - Estamos presenciando nada mas ni nada menos que la final decisiva de la copa Conmebol. -
-Esperá un poco. - Lo interrumpo con aires de desconcierto. -¿No se suponía que íbamos a relatar el prólogo de un libro de Ciencia Ficción? -
-Estamos a punto de presenciar lo inevitable, lo infalible. Pink… Pink, esta por entrar a la cancha!. La tribuna enloquece. Todos gritan su nombre: Pink!; Pink! . -
-¿Quién mierda es Pink? . - Le pregunto.
-Ah… Eso esta por verse. O mejor dicho, por leerse. Ubik, no te desesperes. - Me dice
-Es que todas estas presentaciones me ponen un poco nervioso. - Confieso.
El telón de los presentadores se cierra. La cancha de fútbol, que no es nada menos que la representación futurista del coliseo Romano. Es decir una copia de su modelo original; Estalla. No en partículas, sino que en emociones. Las cuales al fin de cuentas, son las que nos destruyen por dentro.
Primer Acto: Sobre Atlanta, su fundación.
Parte 1.
A estas alturas del relato, ya era conocida la historia de Atlanta. Pero si, voy a ser insistente en este tema, porque aunque no me crean, la fundación de su nueva identidad, su creación. Fue producto de mí imaginario, o al menos, de mi inconsciente. Dicen que cuando alguien escribe, sentencia en el idioma de los códigos las bases de algo nuevo. Y eso fue lo que paso con aquel equipo de futbol.
Atlanta, para finales del año 2042, no era mas que un simple cuadro de futbol dentro de la República Argentina. Pero muy pronto, todo aquello, estaba por cambiar.
La novela que redacté sobre la llegada del elegido, el encuentro con el verdadero mesías, el enviado del cielo, su transmisión sobre la verdad, la esclavitud por los Romanos, la liberación de la república, la lucha, la persecución final. Fueron los sucesos que le siguieron, a finales de dicho año, cuando mi novela: “Atlanta, la República de los Clones” vio por primera vez, los lazos invisibles de la gran red que todo lo contiene.
Siendo sinceros, en términos del mercado, cuando publiqué mi novela, fue un fraude. Tan solo unos pocos meses de su impresión y la gráfica con la cual había colaborado, presentó quiebra. No llegó a una sola venta en las librerías. Las lecturas totales fueron 14. Todas dentro del blog en la parte de voluntarios. Jamas hubo comentarios, tampoco reseñas. Las librerías cerraron, los libros terminaron en ferias, tirados por las paradas de colectivos y quien sabe donde más; Abandonados.
El proyecto fue presentado en 16 concursos literarios, repartidos por todo el mundo. En ninguno lo aceptaron. Inclusive, hubo un mail de parte de uno de los claustros que componía dicho jurado que decía lo siguiente:
“Estimado,
lamentamos decirle que su novela no solamente sobrepasa
la cantidad de paginas permitidas. Sino que hemos tomado el
atrevimiento de leer su primer capítulo y resulta que fue un fiasco.
Este es un concurso serio, el jurado toma muy en cuenta
su tarea de evaluar cada uno de los textos, respetan su
trabajo y el de los escritores. Por eso, con el debido respeto,
queremos informarle que, para el bien de los futuros lectores
hispanohablantes del mundo, por favor, se
dedique a otra cosa. Con respeto y cordiales saludos;
Editorial
Ursai. “
¿Alguna vez
recibieron un mail desestimando completamente lo que a ustedes les
tomo tanto tiempo crear?. Pues aquella, fue la experiencia que marcó
y definió, el final de mi carrera como escritor. Mi creación sobre
la obra, mas allá de que para mi mundo interno aquella canalización
escrita, fuese una especie de catarsis verborrágica. Para el mundo,
fue peor que un grano molesto en el medio del rostro.
Tuve siempre la sensación de que aquella obra iba a ser algo grandioso. Disfruté tanto cada hora que le dedicaba a sentarme y escribir, dejando las responsabilidades de un mundo obsoleto a un lado.
Aquello me llevó alrededor de 3 años. Su escritura de comienzo a fin, fue similar a la sensación de éxtasis, pues las palabras llegaban como una suerte de inspiración divina o un dictamen oracular. Sin embargo, el proceso de corrección fue duro y arduo. Comprendí mi inutilidad intentando escribir palabras que sin un nexo de unión carecían de un sentido lógico para los lectores.
Además, tener que pasar toda la obra literaria de papel y lápiz a un dictado en computadora, ni les cuento lo difícil que fue.
Atlanta, fue una obra que hizo perder amistades y amores en el medio. Porque en el camino de la escritura suceden dos cosas; O te sumergís de lleno al nuevo mundo que se te presenta en la obra y abandonas aquello que no tiene sentido y que los clones llaman, la vida cotidiana. O te dejas de escuchar internamente y comenzás a creer en lo que te dicen los demás sobre aquello que estas fanatizado con una idea loca, que te volviste muy callado, que sos aburrido, que ya no salís tanto como antes y que el sentido de tu vida es una porquería.
-Quizás estoy exagerando un poco. Díganme si sienten que me voy de un extremo al otro. -
La república de los Clones, me llevo a lo mas profundo de mi océano interno. Se hundió como la misma Teotihuacán en mi piel, una ciudad antigua, en donde los dioses habitaban en paz. Y yo ,me fui con ella, al misterio de la desaparición misma. Penetre en todas sus calles, besé a todos sus habitantes; Escuche los secretos mas profundos del habla antigua, el lenguaje futuro de los códigos epigramatarios. Conocí el ciclo de la historia, la forma de como contarla, inclusive, sobre como reescribirla. “-Este el código lingüístico de reprogramación. -”, Me confesaron.
Construí, con ayuda de los pobladores que vestidos únicamente con plumas que caían de los animales salvajes soportaban los hachazos del clima. Las bases de lo que sería una nueva república. Diseñamos los algoritmos que se iban a replicar. Los patrones Madre. El diseño original.
Y un día, luego de tres años, Atlanta me abandono. Desapareció sellada en un formato de Word, paso por las manos de muchos, pero nadie se atrevió a leerla, o al menos, eso creí siempre.
Códigos binarios de una computadora pos-moderna me despertaban cuando la inspiración divina desaparecía y una pantalla blanca como la nieve me irritaba los ojos. Una hoja en blanco. Siempre en blanco.
-Fue la única vez que pude hablar con Dios. - Suspiré
Vi el tiempo liquido de Bauman desaparecer entre mis dedos. Las pirámides de Hermes. La jungla, los pobladores. Las piedras, los animales, las plantas. Todo se evaporaba frente a mis ojos.
El cíclico discurso de la historia volvía a repetirse. Esa noche, llegaron los barcos Romanos, las casas ardieron en llamas, el pueblo fue saqueado. Observé todo, sin poder hacer nada. Como si fuese un gran ojo en el cielo. Mientras mi única intervención posible, era seguir escribiendo una historia que ya había sido contada. Aquel, era mi vano intento por cambiar las cosas, mediante el lenguaje sempiterno de la creación, intenté burlar el idioma de los Dioses. Intente esquivar las barreras del lenguaje, absurdas. En mis dedos corría el flujo de la repetición Binaria. La caída de la torre de Babel. Se desplomaba además, con cada párrafo brutal que escribía, la cadena genética del ser humano, el Homosapiens dejaba de ser una imagen y se tornaba en lo que siempre debió haber sido.
Al final de todo. Pensé, ¿No sería mejor no haber escrito nunca? .
Llegó un
momento en el cual presentí que todo estaba perdido, de hecho, luego
de soltar la obra en internet, sentí que una parte de mí se había
ido para siempre. Dicen que nuestras creaciones no son nuestras, sino
que son del mundo. En efecto, así fue con Atlanta, con sus seres,
con mis amantes, con la arquitectura, con la naturaleza, con su
estilo de pensamiento, con sus códigos ocultos, con sus verdades que
afloraban constantemente. También con sus dolores y con sus
alegrías.
Pero por más misterioso que suene, hasta el ciclo infinito del lenguaje tiene su final. Lo cual habilita la posibilidad de un cambio. Todo se esfuma, se evapora, como una bruma de mañana, como un rocío oculto entre la hojarasca seca del suelo.
Atlanta, fue aquella ciudad y aquel libro que se hundió con toda mi vida. Incluso, con todo mi cuerpo.
Pasaron así 18 años. Los años 18 años mas largos de mi vida. Y aquello es complicado, porque por lo general luego de los 30, la percepción del tiempo se acelera. Excepto en este caso. Me costó dormir todas las noches, exceptuando 3 o 4 que pude acostarme con algún amante que conocía gracias a las aplicaciones de sincronicidad y bajo los efectos del alcohol y de la cosa, me quedaba seco. El resto de los días sin sol, solo la interfaz de la música holofónica podía acallar la ausencia de mi vida.
Deje la escritura, cerré por tiempo indeterminado mi blog y me olvide de las 14 personas que al menos, abrieron el link de mi libro.
Antes de Atlanta, los cuentos cortos siempre habían sido mi fuerte, pero luego de aquella decepción tan grande que me lleve, no pude volver a escribir. Les juro que lo intente un centenar de veces. Abría los cuadernos, o el blog de notas. Y las hojas permanecían siempre en blanco, me miraban, de hecho me intimidaban. Agarraba un lápiz con fuerza, con verdadera tenacidad y lo tiraba sobre la hoja, intentaba soltar una vocal, una palabra, un párrafo y todo lo que podía hacer, era siempre lo mismo: Deletrear “Atlanta”. Tecleaba y no podía dejar de pensar en otra cosa mas que en el recuerdo de aquel lugar. La esperanza que existía en sus clones, la revolución; El enviado.
Por un momento creí que me estaba volviendo loco, comencé terapia. La disociación temporal entre nuestro periodo de tiempo actual, y el año 27 A.C. Período de la fundación de la Nueva República de Atlanta, se me confundían constantemente. Miraba los textos de otros escritores y la dislexia de mi mente intercambiaba las palabras. El español, que era mi lengua nativa, comenzaba a desaparecer. Lo olvidaba lentamente. Y el problema era que la lengua de Atlanta tampoco la recordaba, incluso tenia una sensación fuerte y arraigada en el pecho de que quizás, todo aquello había sido un mal sueño.
Claramente los psicoanalistas me derivaron con terapeutas. Luego vinieron las pastillas, ParcelumTT 023 . Una suerte de experimento de laboratorio que combinaba el Cinte con el PCP, algo de Ketamina si no mal recuerdo, con hojas de Cédro y un poco de Salvia divinorum. En pocas palabras; Una bomba de tiempo.
Cada vez que tomaba una pastilla, la imagen de Hiroshima se proyectaba en mi subconsciente. ¿Estaré re-programando mi interior a base de atentados nucleares?, me preguntaba.
En fin, el tiempo paso, aquellos 18 años se fueron de mi vida como hojas en el viento y un día, con mucho esfuerzo, decidí salir de mi casa y caminar al barrio de Atlanta. ¿No es acaso aquello lo que hace un fan de su propio equipo?. Mi fanatismo por el futbol y por el cuadro, había sucedido a muy temprana edad, si no mal recuerdo, cuando tenia 8.
En Buenos Aires, el barrio de Atlanta es muy pintoresco. Tiene aquel toque perdido en el tiempo, del cual cuando uno va haciendo compras, no sabe en que año se encuentra realmente. Las personas suelen estar afuera, sentadas en las veredas, tomando mate, vino, fumando; Charlando y riendo. A veces hay peleas de barrio, se agarran a las piñas. Los pibes mas jóvenes dan vueltas y vueltas. Los del kiosco gritan: “Diario, Diario.” Y las muchachas juegan como si nadie las viera a que son grandes. Los mas chicos nadan en los charcos de agua de barro, en las grietas del asfalto olvidado por las grandes maquinas del sistema. Acá, no entra ningún auto.
También el barrio coexiste con la nueva pos-modernidad, existe la atención Cyborg, grandes composiciones inorgánicas de vida que brindan acompañamiento sexual o amoroso. La calle Roja, por ejemplo, más que famosa por sus servicios a la comunidad. Los viejos de lentes verdes se paran en las esquinas y venden La Cosa, una alteración química directa para la mente. Hay varias fábricas y muchas verdulerías artificiales. En fin, eso es lo que quedó de Atlanta, que nada tiene que ver con el origen de su fundación. Ahora, es simplemente un barrio más de la gran ciudad.
Retomando con mi historia; Luego de la rehabilitación con pastillas inorgánicas, volví a sentirme con fuerzas y con energías para ir a la cancha. Aunque todavía no me animaba, la pasión por el futbol volvía a brotar y poco a poco, las horas de mi vida, pasaban a ser dedicadas nuevamente al deporte.
-Como cuando era pibe. - Le dije un día al psicoanalista.
Con un subsidio del Estado que cubría mi renta, la comida y los fármacos. Ya tenia el futuro asegurado, ¿Qué otra cosa podía hacer?. Mirar futbol.
Atlanta,
estaba peleando la punta del campeonato para ascender a la primera y
las últimas noticias eran que todo había sido gracias a un nuevo
jugador, el cual, se había incorporado hace menos de 1 mes. ¿Cómo
era posible que de la nada haya aparecido un pibe con ganas de sacar
a su equipo adelante?, las voces de los noticieros, los canales de
información, todos, estaban como locos.
“El pibe que firmo
un acuerdo sin remuneración monetaria.”
“Nuevo jugador
ingresa en el equipo de Atlanta.”
“¿Sera ésta la
oportunidad de Atlanta para llegar a Primera?”
“Pink se viste de
delantero con la número 3”
“Todos lo llaman Pink, ¿Por
qué? “
“Atlanta juega su primer partido con un nuevo integrante y gana por goleada.”
“Pink esta
rompiendo récords”
“¿Será el número 3 la verdadera
salvación de Atlanta?”
“¿Quien mierda es Pink?”
Las noticias eran furor. En el barrio todos hablaban del 3. En la tele, todos los canales. En el diario, todas las páginas. Yo no podía creer lo que estaba pasando. ¿Cual es el verdadero nombre de 3?.
“La camiseta sin nombre. ¿Es realmente un humano?” “¿Quién mierda es Pink? “
Mi mundo comenzó a florecer aquel día. Cuando el enviado apareció. No pude dejar de llorar. Aquella era la señal de que existía un Dios, de que alguien había comprendido el lenguaje oculto de las cosas, que las casualidades no existen. Que incluso las palabras y la fe, son realmente lo más poderoso del mundo.
-Hijo mio! - Grité mientras abrazaba la tele.
No podía creer lo que estaba presenciando. El director actual de Atlanta, Astor Rabiolo, había comprado el equipo cuando se abrió la temporada. Al parecer, era un tipo con plata que tenia el mercado mas grande de Buenos Aires, bajo su dominio. Cuentan, que le abrió la puerta de su casa al jugador, un domingo 21 de Enero y al otro día, en medio del partido contra Chacarita, hizo lo que nadie esperaba. Cambió al goleador Lucas Buzzeira, que jugaba de 9, por el misterioso pibe que llevaba la número 3. La cancha se revolucionó. ¿Y como no iba a pasar eso?, gritos, insultos, escupitajos, puteadas. El humano en su estado animal más puro.
Si Atlanta no ganaba con 2 goles a favor, quedaba fuera de la posibilidad de ascenso. Los hinchas se volvieron locos, comenzó el quilombo.
“Astor, Astor, la concha de tu hermana; Astor, Astor, la concha de tu hermana” gritaban las voces como ecos al unísono.
La cancha era un arenque que se revolucionaba. El piso temblaba.
Los comentaristas no entendían como podía poner a un pibe que nadie conocía en un partido tan decisivo. De hecho, comenzaron a hablar de términos legales, pero nadie encontró nada para justificar que aquello no pudiera hacerse. No existía ninguna ley que dijera nada, al menos, en el manual oficial de la AFA.
Mientras todo eso sucedía. Yo, me caía de la cama. Me arrastraba por el suelo hasta el televisor, con las piernas hinchadas como si fuesen pasas de uvas, la secuela de mi antigua depresión. No me importaba nada, estaba desesperado. Me aferraba al aparato como si fuese a dar a luz, me enrollaba en sus cables y tironeaba con fuerza mientras agitaba de un lado a otro la tele.
-No puede ser ! . No puede ser Astor ! - Las lágrimas brotaban de mis cuencas como gotas de energía resplandeciente. El partido fue una locura.
Sonó el silbato. Comenzó el último tiempo, un toque de bocha y la pelota se posó debajo de Pink. Todos los jugadores se movían. El marcador indicaba: Chacarita 1 – Atlanta 0 . Tenían que meter 3 goles para ganar y jugar el ascenso. Era tema de puntos a esta altura.
Pink, que tenia la pelota, se quedó estático. Esperando, como si fuese el dueño del tiempo. No entendíamos nada, ¿Por qué no la pasaba?, ¿Por qué no corría? .
-Hace algo pibe! - Gritaba el comentador desesperado.
Se acercó el primer jugador de Chacarita. Intentó sacarle la bocha. Los movimientos de Pink eran extrañisimos, parecía que hablaba con la pelota, que la tenía pegada a los pies. Lo esquivó con un simple movimiento de torso y comenzó a caminar al arco del contrincante. Parecía que su cuerpo emanaba una deslumbrante luz interior, una brillante aureola que envolvía sus extremidades.
Todos estaban a las puteadas, pidiendo la bocha. No existía silencio. La gente se desesperaba, comenzaban las avalanchas en la tribuna. La saliva saltaba como escupitajos de seres salvajes. Los cercos alambrados que mantenían a los presos, o a la hinchada, del otro lado del estadio, se sacudían como nunca. La policía robótica emergía del suelo y vestidos con unos estúpidos trajes azules inyectaban chorros de gas para calmar la locura.
-¿Alguien está viendo lo mismo que yo?… Su cuerpo se iluminó!. Este tipo es el verdadero Mesías ! - Grité con el aparato televisivo abrazado a todo mi cuerpo.
Cada toque que daba, parecía desencadenar una explosión de creación, desafiaba las leyes de la física e inclusive, la comprensión humana. Pink, se convertía en el epicentro de una experiencia trascendental.
En medio del caos del juego, todos los jugadores contrincantes se abalanzaron sobre él, con violencia. Pero aquello parecía no perturbar su estado interno. Pink, alcanzó el estado de iluminación pura. Se dio cuenta de que él, no era simplemente un jugador de futbol, sino una manifestación de la voluntad creativa del universo. Cada paso que daba acercándose al arco contrincante, era una danza cósmica, una expresión de la eterna búsqueda de significado y verdad.
Y así, mientras el partido llegaba a su clímax, con un toque de gracia divina, Pink pateó la pelota hacia la red con una precisión impecable. El estadio entero estalló en lagrimas, gritos, euforia.
El arbitro tocó el silbato y el marcador se puso 1-1 .
Aún faltaban dos goles. Y pareció una locura, pero cuando Chacarita comenzó sacando de media cancha, tan solo al segundo pase, aquel jugador con la casaca numero 3 corrió a una velocidad descomunal, atravesando el espacio entero de todo el estadio. Agarró la pelota con el botín izquierdo y la elevó por encima de los jugadores que se abalanzaban sobre el, uno tras otro. Caían como figuritas repetitivas. Nadie podía pararlo. Pateó la bocha y la embocó en el ángulo. El arquero no hizo nada, no pudo hacer nada. El arbitro volvió a tocar el silbato y el marcador cambio su numero a 2.
Faltaba un gol, tan solo un punto mas en los últimos 15 minutos que quedaban y Atlanta jugaría la final.
Los relatores no podían creerlo, todos se preguntaban: “¿Quien mierda es Pink?”
Los hinchas sacaron sus banderas, la fe y la esperanza brotaba como nunca en el estadio. Las cámaras que sobrevolaban en la cancha, no despegaban sus lentes de aquel místico jugador.
Su rostro era sereno, divino.
A estas alturas, yo observaba todo, desde el suelo de mi casa, con los pies hinchados y con el televisor viejo de tubo, abrazado a mi cuerpo. Podía sentir o al menos intuir lo que Pink atravesaba internamente. Ustedes, que quizás simplemente estaban viendo a un jugador habilidoso, no comprendían que ante mis ojos, aquel espectáculo era la consumación máxima de la verdad, una verdad que nos habían ocultado, una verdad que habían replicado en historias que no tenían sentido, una verdad que tradujeron en religiones, en ideales, en productos de marketing.
¿Entienden cuando digo que años atrás había podido escribir sobre su llegada?, años atrás, en un tiempo donde existió el tiempo. Pues al fin de cuentas, el tiempo existe porque existe algo que va a suceder. Ahora lo entendía. Pink, era el enviado que Atlanta siempre estuvo esperando, la profecía que había presenciado en sueños, en ideas. El temor de los Romanos, el fin de su maldito control sobre Terra. Y él, detrás de la pantalla, vestido con el uniforme de Atlanta, me lo demostraba.
Cuando el juego llegó al punto de trascender los límites de la victoria y la derrota. En ese momento, ocurrió la iluminación. El número 3 había encontrado la verdad última, la esencia misma de su ser y del universo que lo rodeaba. El estadio se sumió en una completa oscuridad, una cueva de clones vacíos que gritaban ecos de un lenguaje carente de significado. Mientras que en el centro de aquel campo de juego, en el centro de aquel coliseo pos-moderno elíptico; Una chispa de divinidad brillaba eternamente en su interior.
Pink caminó, con calma, dejando a los demás jugadores desparramados en el suelo. Llegó al arquero, lo miró fijo, estiró el dedo y casi cuando estuvo a punto de tocarlo, de despertarlo, empujó levemente la pelota, casi como soplándola y la misma, giro y giro, giro tan lentamente que los nervios afloraron, la cámara llegó a hacer un zoom tan preciso, que las partículas del caucho artificial dejaban ver sus números de series. Y sin embargo, aquel arquero, aquellos jugadores, no pudieron hacer nada para impedir que la pelota cruzara la línea. Y que el último gol sea marcado.
La tribuna explotó. El árbitro señaló el final del partido. Atlanta pasó a jugar la final del ascenso.
Ese día, mi depresión terminó. Los antidepresivos desaparecieron. Dejé de tomarlos. El ParcelumTT 023 lo guardé por las dudas en un bolsillo de la campera larga de Atlanta, la cual me puse. Agarre las zapatillas mas grandes que tenia para que no me aprieten los pies hinchados y salí directo para la cancha. Mis pasos eran lentos pero firmes. Tenia todo resuelto en mi cabeza, mis decisiones eran súbitas. Tenia que estar en la final del campeonato. El partido se jugaría dentro de 3 días. Pero si en efecto número 3 era quien yo creía que era, estaría solo en medio de la cancha esta noche, meditando y esperando mi encuentro. La transmisión era necesaria, todo aquello que había escrito estaba sucediendo, no podía fallar en mis predicciones. El enviado divino tenía que pasar la verdad y alguien tenia que estar ahí para escucharla y recibirla.
Entonces si, “Atlanta, la República de los Clones”, al fin de cuentas no solamente había sido una novela, sino que también, resultó ser un libro oracular. Un reflejo profundo de la naturaleza entre el macrocosmos y el microcosmos. Atlanta, era la nueva esperanza del ser humano y de los clones, su comienzo, su caída y su revolución como una nueva especie.
Me tomé el bondi numero 133, de la linea B. No tardaría mas de 1 hora en llegar. Mientras iba en el viaje, busqué en mi celular aquel blog que había cerrado años atrás. Cuando lo encontré lo quise abrir, pero la contraseña había sido cambiada. ¿Cuando?, pensé, pero no lo recordaba.
De la emoción que tenia no le dí tanta importancia. Y sin saberlo, a partir de este momento, mi vida iba a tomar un cambio rotundo y significativo. A veces, nos tomamos el colectivo pensando que vamos a ver algo que nos va a cambiar el rumbo de nuestras vidas, pero aquel pensamiento no lo valoramos como realmente sucedería. Deberíamos darle realmente más importancia a las sensaciones internas que nos trascienden, son mensajes, señales, de otros planos profundos de la consciencia. Tendemos a disminuir su intensidad, a creer que quizás aquella sensación, es producto de nuestra imaginación, que los milagros ocurren pero que quizás es una suerte. Y en realidad, no tomamos tan en cuenta que una vez que tomamos una decisión, aquella fuerza acarreara un cambio significativo para nosotros y para todos los que nos rodean.
Parte 2.
Me baje del bondi, camine las 3 infinitas cuadras previas a la cancha. Una sensación de nervios me agarró como si fuese una raíz en la tierra. No podía más, los pies me dolían, estaba ansioso.
Pase por el puesto de comida, esquive la central de los barra brava que era la casa del loco. Pase por la cuadra del barrio Rojo. Ahí, en esa esquina, se juntaban a escabiar los pibes a la noche. Un par me miraron. La clave era no cruzar miradas; Seguir la flecha, el camino. Pasé por la esquina siguiente, la de Linda, la casa del Chicho y por ultimo, la esquina del parque. Sus rosales secos, la tierra, las hamacas. Al final de la cuadra se alzaba aquella obra majestuosa, un templo vivo. Allí estaba, frente a mis ojos, el coliseo mas grande de toda Argentina; El estadio de Atlanta.
Mi piel se erizó, me excite e incluso me emocioné. ¿Realmente acá se va a jugar el partido definitivo?. Y es que esto no es una exageración, realmente las finales son finales, las personas comunes no lo entienden. Pero luego de una final no hay vuelta atrás, hay comienzos, cosas nuevas, pero el tiempo pasa y cuando das un paso, la decisión ya esta tomada.
Resulta que la cancha de Atlanta construida en el año 1922, había tenido la suerte de unos inversores extranjeros, de los cuales se desconoce el nombre, pero era bien sabido que eran 3 empresarios de Oriente. Entonces su construcción llegó a ser la mas prolifera en cuestiones estéticas, de la época y de hecho, del siglo. La cancha de Atlanta, había sido construida por un grupo de extranjeros que luego de su finalización de obra, sufrieron una serie de accidentes de salud. No hay mucho registro de aquellos sucesos, sin embargo, la desaparición de ciertos personajes icónicos los cuales tuvieron que ver en su ejecución, llevaron a un sin fin de teorías conspiratorias que con el paso del tiempo, fueron quedando en el olvido y en los rumores del barrio. Algunas de las voces del barrio dicen que fue la mezcla de cemento que utilizaron, tenia Arcénico. Otros, dicen que las condiciones laborales lamentablemente fueron muy malas y produjeron secuelas graves. Pero, como todas las leyendas de barrio, también se escucha en algunas esquinas que los constructores jamas faltaron al trabajo, que no cobraron un solo peso. Hacían horas extras y encima, llevaban a sus familiares a la noche a realizar una especie de meditación guiada. Cuentan que existía una secta muy poderosa manejando las cosas. Que sé yo.
En fin, al día de hoy, lamentablemente no queda nadie realmente con vida para contar la verdad.
Volviendo a la cancha, a cuando me encontré con el monumento de frente. Su inmensidad colosal volvió a sorprenderme. Aquello era increíble.
Resulta que de pibe, había trabajado como ayudante de limpieza, luego como repartidor de gaseosas e inclusive, llegue a ser parte de la barra brava. Entonces, era por eso que me conocía todos sus rincones. Incluso los movimientos del personal. El recorrido de los serenos; A que hora se dormía Walter, el guardia eterno, mas fiel que Cerbero. Y no solo eso, conocía ademas, una especie de pasaje por el cual podía infiltrarme a ver los partidos cuantas veces quisiera. Escucharon bien. Un pasaje secreto. Aquel recoveco de ladrillos movibles, me lo había presentado el Tito, que era un amigo, familiar de un constructor de la cancha. El Tito y yo estuvimos trabajando con el negocio de las gaseosas como 3 años. El Tito me contó cientos de anécdotas de los últimos días de vida de su padre, de los partidos que fueron a ver a la cancha y de las discusiones que tenia con su vieja porque decía que las meditaciones que le había pasado su abuelo, como herencia de la construcción, lo habían cambiado para siempre. Recuerdo una noche que me confesó que su padre tenia cierta conexión con las estrellas. Para decirlo de alguna manera, él, entendía su lenguaje.
Tito, siempre fue terrible en el colegio. Hicimos toda la primaria juntos. Se escapaba, rompía las aulas, las paredes, las sillas. Molestaba a los profesores. Y yo, bueno, me gustaba juntarme con él, eramos amigos. Crecimos juntos, a la vuelta del barrio. Mi vieja le decía: “El mala junta” .
En una de esas exploraciones juveniles, terminamos a los besos. Nos habíamos escapado a fumar marihuana después de una juntada y quien sabe porque y fuimos a escondernos detrás del pasadizo para que nadie nos vea. Había sido en la casa de Mica, una ex novia que teníamos en común. Esas cosas que pasan cuando sos chicos, cuando estas descubriendo tu orientación sexual. Esa noche me dí cuenta que aquello era una exploración que no me iba a llevar a ningún lado. Me molestaba que me agarren con fuerza, prefería la suavidad femenina. Me dejo una buena enseñanza y ademas, una entrada secreta a la cancha de Atlanta.
-Tito ,¿Qué es esto? - Le pregunté.
-Una entrada secreta mi amigo. Mi abuelo se la enseño a papá y él a mí. Te la muestro porque confío en vos boludo. Pero no se la enseñes a nadie mas. Es un secreto. -
-Quedate tranquilo Titito. -
Mi vida fue durante
muchos años la cancha, por eso escribí la novela, o al menos, eso
pensaba.
Espere hasta que el reloj marcara las 11:11.
-Listo, Walter se durmió – Solté para mis adentros.
Guarde mis manos en los bolsillos, aplasté el pack de pastillas ParcelumTT023 y con un paso decisivo, crucé por el pasaje secreto que hoy, me evocaba tantos recuerdos. Me sentía un mago, una especie de enviado volviendo a la vida. Me estaba recuperando milagrosamente de toda mi depresión, sanando mi vinculo con el fútbol, con la escritura, con la vida misma.
Salté la reja, busque el grafiti de Pablo, dí 3 pasos en dirección al Este y justo a la distancia de mi brazo derecho totalmente estirado, empuje el maldito ladrillo de hormigón que gira. Ahí estaba, la palanca que desbloqueaba la falsa puerta de concreto que había rayado Pablo. Entré, soltando bocanadas de vapor, la noche estaba fresca. Las estrellas marcaban la cruz del sur y todas las otras constelaciones que no importan y solo están para despistarte, quedaron atrás. Cruce el portal y tiré de la palanca interna para volver a cerrar la puerta.
-Siempre deja cerrado . - Me había dicho Tito.
Todo cobraba un sentido profundo, ahora era especial, mi vida tenia una oportunidad realmente. Y aunque había escrito aquella novela con ánimos de dejar algo verdadero en la vida, jamas pensé realmente que mi sueño se haría realidad para llevarme junto con Atlanta, a la revolución.
¿No entienden el significado profundo de lo que estoy diciendo?.Vuelvo a preguntarles. Pero claro que no, el único que sabe realmente lo que iba a pasar era yo y quizás, algunas de aquellas 14 personas que leyeron mi novela. Solamente los verdaderos creyentes en la verdad podrían entenderlo. Quizás lo entienden, pero lo olvidaron. ¿A quién le iba a importar un estúpido cuento sobre futbol?, les pregunto. O mejor dicho; Quién hubiera pensado que un simple cuento sobre futbol, podría llegar a esconderse la verdad de la revolución pos-moderna?
En fin. Ahí estaba, subiendo las últimas escaleras del Ala Delta, mis pasos eran lentos pero con firmeza. El Ala Delta era la parte derecha del campo. La enorme boca del estadio me devoraba de nuevo, la piel se me erizaba y una especie de éxtasis en la sangre me calentaba las hormonas. Corría dentro mío el miedo a lo desconocido. ¿Cómo será el rostro de ese tal Pink?. Si, yo lo había creado, pero jamás había llegado a conocerlo. En aquel tiempo distópico, cuando visite la verdadera Atlanta. No ésta replica pos-moderna que llamamos el año 2042. El enviado aún no había llegado, lo estábamos esperando. Los Romanos tenían todo bajo su régimen. La época de la censura había comenzado y aquel que divulgara los rumores sobre una revolución, hubiera sido castigado. Nos mantenían drogados con imágenes de falsos profetas, con replicas de una verdad que no era la correcta.
-Dales algo en que creer, para que no jodan más. - Dijo Maximino Thrax mientras desembarcaba en la nueva Terra. Aún lo recuerdo con claridad. Su rostro y sus ojos rojos, llenos de sangre.
Llegué a la parte mas alta del estadio, se abrió frente a mí, el campo, inmenso; Infinito.
Busqué con mis ojos a número 3. Tenia que estar en algún lado, así sucedía en mi novela, nuestro encuentro, su mensaje, la decodificación lingüística de mi sueño, al fin. Luego de tres largos días, tu llegada era cierta. Una traducción a los códigos genéticos de mi programación, de la clonación de la especie humana, de las replicas. Todo acabaría. Despertaría por fin, del eterno silencio del sueño.
Era el momento indicado, preciso. Iba a encontrar la llave que tanto tiempo había estado buscando, el octuple sendero, el nirvana, el Trimurti, la revelación de Hermes, la transmisión de Cristo, el despertar del Dharma, todo aquello que no se puede nombrar y encasillar. Y sin embargo todo aquello que nos han ocultado bajo candados de lenguaje. ¿Me entienden?.
Mis ojos se acostumbraban a la penumbra de la noche, y con mucho esfuerzo logré verlo. Debajo del arco de visitantes, estaba Pink, sentado, con las piernas cruzadas, una sobre la otra. Sus manos se movían en una especie de mantra. Creaba figuras sin cuerpo ni dimensión en este plano. Pero las mismas tenían un impacto inmenso en los planos siguientes. Todo era verdad al final, Número 3 había renacido, el día del juicio había llegado, pronto seria el último partido que decidiría si Atlanta ascendería o no. Pero mas allá de eso, número 3, Pink, vendría a revolucionar el mundo tal cual lo conocemos. Apareció con el fin ultimo de traernos la verdad.
Es que él, en realidad, no era un ser humano, sino que era…
Y fue en ese
maldito momento, cuando de golpe, alguien, golpeó mi cabeza y caí
desmayado.
-Quien mierda es Pink- Susurré antes de caer y en un segundo, todo el mundo se puso oscuro. Un fuerte dolor comenzó a latir en mi cráneo. Palpitar, palpitar, efímero de sufrimiento.
¿Ese fue mi despertar?. Me pregunté.
Parte 3.
En una suerte de atisbo, abrí mis ojos,
lo primero que vi fueron unos azulejos blancos, luego, más azulejos
blancos y después, un espejo, una cama blanca y un techo blanco.
Quise hablar y no pude, no tenia voz. Estaba cansado. ¿Estoy otra vez en el hospital?, ¿Que hago acá?.
-Al fin te despertás. - dijo una voz suave y dulce.
No era ninguna enfermera como suele pasar en las películas. Sino que era mi mamá, con sus ojos cristalinos y vidriados.
-Estábamos muy preocupados por vos. - Me decía.
-¿Mamá, que paso?. - Pregunté.
- Te caíste en la cancha hijo. Dicen que saltaste de la tribuna . - Sus lagrimas caían.
-¿Qué? - No podía creer lo que estaba pasando.
-Si, te trajeron en la ambulancia hace un par de días. Pensábamos que no ibas a salir con vida. - Su voz se quebraba en llantos.
- No entiendo… - fue lo último que pude decir y me volví a quedar dormido.
- Quien soy? - Solté en un sueño, mientras una nube blanca se devoraba todo lo visible.
Las imágenes de un campo de fútbol se tornaban en un coliseo situado en el año 27 A.C .
-¿Quienes somos? - Agregaba, mientras vestido con una túnica blanca veía una masacre en el medio del campo.
- Ubik. - Me contestaron los gladiadores que peleaban por sobrevivir a una absurda obra de teatro.
-Todos somos Ubik . - Agregaron.
El tiempo
pasó, ese mismo día me largaron del hospital. Mis pies, no
solamente estaban hinchados por no estar acostumbrado a caminar, sino
que ahora también se sumaba un malestar general.
Dormí un día
entero cuando llegué a casa. Cuando me desperté, mi vieja no
estaba.
Decidí salir a caminar, rengo, por las calles de la ciudad, con el eco de mis propias palabras resonando una y otra vez en la mente.
“Pink es la clave”, me repetía constantemente, como un mantra que me guiaba a través del laberinto de mi propia creación. A pesar del desánimo y de la incertidumbre que me rodeaba, la determinación ardía en mis ojos, la convicción y la creencia de que mi destino estaba entrelazado con el de aquel misterioso jugador, era lo único que tenia claro en la vida.
Cuando caí en la cuenta y me dispuse a averiguar la fecha del día. Compré un diario digital, de esos que son como una plancha de plástico por donde te pasan todas las noticias. Vi que la final de Atlanta ya había sido jugada. Me había perdido el partido. Tuve mucha impotencia, bronca, ira.
-No puede ser! - Le grité al pobre kiosquero que nada tenia que ver.
-¿Qué pasa pibe? … ¿No estas contento con el resultado? - Me dijo levantando la voz.
Tiré el diario en un tacho y me senté en una baranda que daba a las vías del tren. Me quedé en silencio, escuchando los ruidos de los motores, las voces lejanas que no entendía con claridad. Cada tanto sonaba la hélice de algún dron digital de reconocimiento y el canto de algún gorrión de hierro sobrevolaba el cielo.
Yo, solamente quería contemplar el momento, entender el porque de mi accidente de aquella noche antes de la final y quizás, el por que de mi amnesia el día del partido.
-¿Será que todavía no estoy listo para conocer la verdad? - Me pregunté.
En los lugares cerrados, los sonidos me aturdían.
¿Quien ponía esas estúpidas canciones en la radio?, siempre sonaba lo mismo. La industria me daba la impresión de ser una máquina inmensa con el único propósito de tamizar a todos los humanos y sacarlos iguales. Había algo con todo esto que nunca me cerraba. Cada instante en mi casa era tortuoso, o al menos, repetitivo. Mi madre no apagaba la radio-televisión ni un solo segundo del día. Lo peor eran los momentos de los apagones. Cuando uno cree que todo el mundo cae en silencio, ella estaba totalmente equipada con un alto equipo genérico de electrones, por ende, podía generar electricidad cuando se le antojara. No tenía refugio de la contaminación viral, el lenguaje me atacaba por todos lados, la sobre-información y la repeticion constante me agobiaban.
Por ese y varios motivos más, era que últimamente no podía aguantar mucho tiempo adentro, ahora, quería estar afuera, deambulando, observando el mundo. Lo que había quedado olvidado en el mundo de la naturaleza.
¿Qué había cambiado en mí?, me preguntaran. Podría decir que antes, no tenia un objetivo, una misión, una búsqueda. Y ahora, con Pink, la esperanza había llegado nuevamente a mi vida.
Cada paso que daba nuevamente en el mundo, me revelaba una especie de verdad oculta. Primero los alambrados de las casas, las personas encerradas presas en sus propios hogares. Un sistema de créditos totalmente regulado por un mercado inexistente.
Segundo, los cuerpos rígidos y estáticos, haciendo colas interminables para subirse a una maquinita que los llevaría a seguir haciendo cola en otro lugar. La incomodidad física y el cumplimiento obligatorio de una condena a cambio de una ilusión que nos vendía el falso mercado.
Tercero, los productos que consumían. Las personas salían con carros repletos de productos químicos, alimentos que no eran otra cosa más que un experimento hecho en un laboratorio.
El mundo había cambiado y con él, mi misión en la vida.
¿Cuanto tiempo más podremos seguir viviendo de esta forma, en éste mundo?… Les pregunto a ustedes.
Mi mundo de fantasías, había sido mi resguardo durante muchos años. Luego el fracaso de mi propio ego me llevo a la soledad, al hundimiento de mi alma. Pero ahora, todo había cambiado. Ahora que veía mis esperanzas hacerse realidad, sentía que todo podía ser distinto.
¿No es acaso para eso que vivimos?, ¿Para encontrar un propósito en la vida? .
“Pink es la clave”, seguía resonando en mi cabeza como un reloj eterno.
¿Tendría que esperar a que el elegido vuelva a jugar otro partido como titular en su cancha para verlo? No había tiempo. Faltaban meses para que el nuevo campeonato abriera sus puertas a la cancha.
Atlanta había ascendido a la primera categoría. Ahora, se codeaba con los equipos de verdad. Las reglas del juego habían cambiado, los partidos generarían un caudal de plata inmensa. Las masas de gente estarían a merced del Marketing y de los productos que la gran maquina del sistema quiera generar, marcarían el nuevo ritmo de vida en la ciudad. Comprar y comprar. Todo se puede comprar. Esas eran las nuevas reglas del juego.
Aunque estaba mucho mejor de la depresión. Las sesiones con mi psicoanalista continuaron. No podía evitar hablar de otra cosa más que la verdad. Todo giraba en torno a Pink. Aquello parecía una obsesión, pero no lo era. Y yo era el único que lo sabía.
-Quien escribió esa novela? - Me preguntó un día mientras hablábamos por video/llamada proyectada . -Un tal… como era, K. K. K. No sera su nombre Pink, K. Dick? - Me decía contestándose a su propia pregunta.
-No. Pink, Astor, Ubik. Se deletrea P.A.U – Le decía .
-Bueno…
- Siempre me contestaba con un tono tranquilo y desesperante. - ¿No
estarás mezclando las versiones? - Agregaba.
-Estoy hablando en códigos. - Le respondía. Aún recuerdo con extremo detalle aquel dialogo.
-¿Qué tipo de códigos? - Me peguntaba.
-Desde la antigüedad, los sabios del pasado hablaron siempre en códigos. Para que de esa forma la transmisión no se perdiera o al menos, no cayera en manos equivocadas. -
-¿Qué seria caer en manos equivocadas? -
-Y.. Seria ser absorbido por una energía negativa. O en el peor de los casos. - Mire para los costados del cuarto, con temor de que alguien pudiera verme y agregué: - Los Romanos. -
-¿Vos pensás que los del imperio Romano pueden aparecer en este mundo nuevamente? -
-No. Ellos están en nuestro mundo. Nunca se fueron - Afirmaba.
-¿Y que sería lo peor, si la verdad de los códigos cayera en manos de ellos? -
-Seguiríamos atrapados, hasta que el ciclo termine y vuelva a comenzar. Deberíamos esperar nuevamente 3 generaciones. -
-¿Esto lo leíste en algún lado? - Me preguntó con intriga.
-Lo experimente con mis propios ojos. Cuando visite la verdadera Atlanta. -
-¿Te gustaría contarme de nuevo como era aquella Atlanta? -
-La verdad que no. Al menos, no todavía. -
-¿Crees que podrías volver? -
-No se puede volver al pasado. Sin embargo, tengo la fe y la esperanza de que el elegido nos mostrará el camino para crear nuevamente la revolución. -
-Tiene mucho que ver con la Biblia esto que me estas contando. - Dijo, como queriendo entender mis pensamientos y darle un sentido dentro del mundo.
-Claro que tiene mucho que ver. ¿Cuál es la forma mas eficaz de esconder la verdad?. Contarla cientos de veces, de diversas formas, alterarla a gusto y que de esa forma, que se pierda su veracidad. Sin embargo, aquellos textos no son más que viejos manuales que contienen códigos ocultos. En cierta forma, todos esos libros son manuales para usuarios. -
-¿Pero contando la verdad no se llegaría mas fácil a la verdad? - Preguntó el psicoanalista.
-No. Al menos, no contando lo que cuentan. La verdad solamente la puede contar el que la conoce. Y aquel que la conoce acaba de llegar y todavía no habló. -
-Es interesante ésto que me estas contando Ubik, la verdad que no encuentro fallas en tus pensamientos. Creo que tenes que continuar y estar tranquilo de que si la verdad existe, llegará, a su tiempo. -
-¿Sabes qué estuve pensando también este último tiempo? - Agregué, como quien quiere abarcar todos los temas de una sola vez.
-Contame… -
-Que la vida, en todos sus aspectos, es una simulación. -Deje un silencio, mientras la imagen de Fran (El psicoanalista), se evaporaba de su proyección. Él, permanecía estático sentado en su cómoda silla. Lo podía ver, sin embargo, los tintes de la imagen que se proyectaba contra una pared blanca de la casa, que eran de colores azules y grises. Se evaporaban como partículas de agua, como si fuesen la réplica de la imagen pura. Claramente la proyección no estaba en su mejor calidad. Pero al fin de cuentas no dejaba de ser eso, una proyección, una réplica.
-Una vez que comenzás a ver el patrón de las réplicas. Las mismas se plieguen todo el tiempo, una sobre otra, como las Monodas. - Dije, mirando la nada.
-Cada día estoy más seguro de eso. Todo lo que percibimos no deja de ser una proyección de la verdad. Pero la verdad del mundo, su esencia, su ser, se nos escapa constantemente. Y nosotros vamos desesperados detrás de ella. Buscando la forma de agarrarla, pero es imposible, se nos escapa. Nuestros sentidos nos engañan. Las extensiones pos-modernas, los lentes, las prótesis. Todos los inventos tecnológicos que son ajenos a nuestros cuerpos, no dejan de ser simulaciones que nos habilitan a ver, o mejor dicho, a creer que vemos. Cuando en realidad, somos ciegos totalmente. - Confesé mi teoría
-¿Y dónde crees que estaría el modelo original de todo eso?, Es decir, la verdadera vida. -
-¿No te fijaste que hoy en día los insectos han desaparecido? . No porque no existan. Sino porque los negamos. La sociedad los negó, los hizo a un lado. Ellos están, pero no podemos percibirlos. No al menos que realmente los busquemos. Creo que es lo mismo con la vida original. De hecho… - Quise continuar diciendo, pero por algún motivo, no me anime.
-¿De hecho…? - Contestó Fran.
-Es que… Creo que estamos atrapados en Atlanta. Esa es la verdad. Y todos somos Clones, esperando el renacimiento del elegido, su llegada, su palabra. -
-¿Y ese elegido es… Pink? - Preguntó.
-Estoy casi seguro que si. El otro día que lo vi en la tele, lo entendí. Y ese accidente que dice mi vieja que tuve, en realidad, no fue un accidente. Mirá si voy a querer matarme de nuevo… Con un intento me basta. Te juro Fran que esa noche después del partido, no me preguntes como, pero fui a la cancha. Y estoy seguro que lo vi. Era Pink el que estaba esperándome. Me iba a transmitir la verdad. Pero alguien me golpeó, no lo vi venir. Para la próxima voy a estar preparado. - Confesé.
-Estoy pensando Ubik que estaría bueno retomar las sesiones presenciales. La modalidad a distancia es cómoda, pero si ya estas de nuevo sin miedo a salir a la calle, podrías venir a la oficina. Dejar de ver mi proyección, ¿no? - Dijo Fran sin descruzar sus piernas del asiento.
Yo, estaba tirado en la cama, mirando el techo.
Sus palabras flotaban en una especie de mundo ajeno al mio. En mi interior, no encontraba la forma de comunicar realmente todas las cosas que estaba viviendo. Sin embargo, sabía plenamente que todo aquello que había visto alguna vez en Atlanta, era real.
-¿En qué te quedaste pensando? - Me preguntó.
-No, en nada… En que Atlanta ascendió. Hace 11 años que no estaba en la primera. Estoy contento. - Solté, como queriendo cambiar de tema.
-Muy bien Ubik… es importante reconocer las cosas que nos hacen bien. -
-Si, es verdad. -
-La relación con tus padres, ¿qué tal? -
-Bien.. que se yo. Mi vieja sigue un poco preocupada por lo que me paso. Y bueno, con mi viejo viste como es… No hablamos mucho, encima no sé en donde estará ahora. Viajando, supongo. -
- ….. - Fran me dijo algo, pero no lo escuche.
Los pensamientos me ahogaban nuevamente. Cuando uno logra salir de un ataque depresivo, lo que menos quiere es hondear en las huellas del pasado. Menos aún, cuando todo aquello por lo cuál viviste, se presenta frente a tus ojos. En la forma de una nueva oportunidad.
-¿Qué te parece si quedamos la próxima sesión en la oficina? -
-Podría ser… ¿Lo charlamos en la semana, dale? -
-Bueno. Pero acordate de avisarme con anticipación. -
Ahí quedó el trámite. La reflexión interna mediante un agente externo. ¿Porqué últimamente recurríamos a agentes externos para encontrar respuestas?. Todo era un modelo social. La vida se regia por construcciones sociales. Y en el año 2042, la sociedad disciplinaria que habíamos heredado como patrimonio cultural luego de los modelos de guerra. Fue sustituida por una sociedad de rendimiento individual. Todos los servicios disciplinarios que nos guiaban hacia el mismo camino de esclavitud, fueron sustituidos, y en su lugar, remplazados por orientaciones de rendimiento, orientaciones de explotación propia. Hay que hacer, producir y luego así, ver los cambios.
El trabajo, es la nueva servidumbre oculta de aquellos que gobiernan
gracias a la simulación. La simulación es la imagen producida y el
resultado inexistente, es lo que permite estar en el poder. El acceso
al poder quedo cifrado para aquellos capaces de clonar las ideas. Las
leyes reales no existen, son otro invento, una falacia tan hipócrita
que lo único que permite es saber moldear el lenguaje al propio
antojo de quien lo lee.
Inclusive en este contexto pos-moderno,
los edificios no son lo que aparentan. Es así que todo termina
siendo otra cosa, menos lo que aparenta. Las cafeterías, son bancos
con su propia moneda y su propio producto de mercado. Los centros de
comida, son negocios inmobiliarios que venden su franquicia. Hoy,
todo es otra cosa. Los municipios, son gerentes de Tierras y
Servicios. Un simulacro de lo real, de lo oculto.
Lo mismo sucede con los bienes y servicios. Las drogas, son el producto que mas ventas genera. El mercado oculto de las mismas, y las patentes de sus fabricantes quedan suspendidas para aquellos que conocen el lenguaje de los tecnicismos. Prometen un paraíso inexistente, de reemplazos y de sustituciones internas que atrapa el alma y la contamina en su negocio monetario. Nadie puede escapar de las garras de aquella inmensa maquina pos-moderna.
Existe también, en los famosos tickets de compras. Un disruptivo hormonal. Un agente externo e incógnito que es capaz de suspendernos los procesos metabólicos del cuerpo.
Hemos perdido el orgasmo natural. Y no solo eso, cualquier facción natural propia del cuerpo ha desaparecido y fue sustituida por una promesa inexistente y una réplica de su sensación original. Una sensación más verdadera.
Incluso las ideas y las creencias fueron sustituidas por representaciones e imágenes falsas.
Dios no ha muerto, que es lo que creemos. Sino que aún nunca ha existido.
Y la verdad de todo esto, aún perdura oculta en el único lugar donde nadie puede replicarla.
¿Y quién tiene acceso a conocer aquel código oculto?
¿Quién?
-¿!Quién¡? - Nadie contesta. Pues nadie existe realmente.
...
En fin… No estamos acá para teorizar ni analizar el modelo social que nos gobierna. Sino que, para recordar la historia del elegido. Para encontrar las similitudes que existen entre la historia que les cuento y lo que esta pronto a suceder. Porque en síntesis, lo que paso con Atlanta, es la historia universal, es la repetición cíclica de la verdad original del universo. Atlanta, con su república, sentaron las bases originales de un modelo global que hasta el día de hoy, se sigue repitiendo. La vida comienza cuando su estado es fundado. Y termina, con su revolución final.
-Este es nuestro tiempo, el tiempo de los clones. El despertar del letargo silencio de una simulación pausada. -
-Mi nombre es Ubik. Dejó aquí escritas, en un breve resumen, para aquel que sabe leer entre líneas; La verdadera historia sobre su fundación. -
“Atlanta: La república de los clones.”
Capítulo
1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Parte 4.
Ya he dicho todo. Nada queda después de haber contado la verdad. El sentido de todo lo demás, se pierde. Su graduación disminuye. Mis pulsaciones también. Me siento mejor, más calmo. El hinchazón de mis piernas disminuyo bastante y mi depresión no necesitó mas de aquel ParcelumTT 023
¿Qué sigue después de conocer la verdad?, me preguntaran. No tengo respuesta alguna. Supongo que las estrellas se apagaran, que el cielo desaparecerá y nosotros, bueno, realmente no creo que a nadie le importemos. Quizás, lo único bueno que quedé de nuestro impacto en Terra, sea la creación de Dios. Al fin de cuentas, todo lo que importa es la Fe, y el poder de la creación. Luego de haber nombrado los 9 billones de nombres que tiene, su imagen ya está completa. La sobre-exposición de las copias desaparecerá, al fin. El momento esperado para todos los seres vivientes. Ya no habrá mas repeticiones. Los clones, al fin, seremos liberados de tal tormento.
-Seremos olvidados, al igual que Prometo. Olvidados en una piedra. Y quizás así, lo inexplicable pueda cobrar un sentido real, más allá de su propia copia – Pronuncio, mientras camino por el barrio de Atlanta.
Segundo Acto: ¿Quién mierda es Pink?
Parte 1.
Para Pink, el tiempo
se deslizaba como arena entre sus dedos. aquella sucesión de
interminables partidos de futbol, para él, equivalían a una cadena
de batallas que se desvanecían en la neblina del olvido. Pero en lo
profundo de su ser, una sensación de inquietud lo consumía, algo
como un eco distante, un pasado que no podía recordar. Mientras
escuchaba el rugido de la multitud y sentía el peso de la
expectativa sobre sus hombros, Pink se preguntaba una y otra
vez:
¿Quién soy realmente?.
El fragor de la
multitud resonaba en los oídos de Pink como un trueno distante,
mientras el sol que marcaba el mediodía pegaba implacable sobre su
piel desnuda, el olor acre del sudor y la sangre de una batalla,
impregnaban el aire metálico. Pink sentía el peso de la historia
sobre sus hombros, como si estuviera atrapado en un sueño que no
podía despertar.
Pink levantó la mirada hacia el sol ardiente,
sintiendo su calor penetrar en lo mas profundo de su ser y se
preguntó: ¿Quien soy yo?. Se preguntó en silencio, mientras el
rugido desesperado de la multitud envolvía su mente en un torbellino
de confusión y desesperación.
¿Realmente se divertían
observándolo?. ¿Pagaban por todo esto?. Meditó en su interior
vacío.
Entre los estruendosos aplausos y los gritos
ensordecedores, Pink se sentía perdido en un mar de incertidumbre y
exasperación.
¿Por qué estaba
ahí?,¿Cuál era su propósito en este mundo de luchas y batallas
interminables? A medida que el caos rugía a su alrededor, una sola
pregunta resonaba en su mente:
-¿Quien soy yo realmente? - Dijo
y sentencio el final de la batalla.
El partido terminó.
Atlanta ganó por goleada. Los hinchas festejaban en las
tribunas.
Todo el equipo salió completo, sin penalizaciones ni
lesiones.
Como era un equipo chico, jugando una final de campeonato normal, aquello aún no alarmo a nadie. Pink había finalizado su primer partido.
Pero visto desde la perspectiva de Pink, él, observaba en las sombras del antiguo coliseo romano, se mantenía de pie, con el pecho aún agitado por la emoción de su primera batalla. Miró a su alrededor, observando las majestuosas columnas de mármol y los arcos que se alzaban sobre él, testigos silenciosos de innumerables enfrentamientos entre hombres y bestias.
Para Pink, este no
era solo otro día en la arena. Él creía estar viviendo en el año
50 D.C.
Una era donde los romanos dominaban el mundo conocido y
los gladiadores luchaban por su supervivencia en los coliseos. Pink
era otro esclavo mas de aquel sistema. Pero para él, había más en
juego que la mera lucha por la vida.
Convencido de ser un enviado divino, Pink esperaba la reencarnación de Jesús. En su mente, cada batalla en la arena era una prueba, una oportunidad para demostrar su valía ante los dioses y preparar el camino para el regreso del Mesías.
La multitud rugía a su alrededor, una marea de voces y emociones que lo envolvían en un torbellino de sensaciones. A pesar del clamor, Pink permanecía en calma, su mente enfocada en una sola cosa: la espera del próximo desafío, la próxima oportunidad de demostrar su devoción y su fe.
Con cada paso que daba, Pink se acercaba un poco más a su destino. No sabía cuándo ni cómo ocurriría, pero confiaba en que su propósito se revelaría en el momento adecuado. Todas sus dudas se acabarían, su misión estaría terminada, la obra completa. Mientras tanto, seguiría luchando, esperando y creyendo en la promesa de un nuevo amanecer, donde él, sería el mensajero de la esperanza y la redención.
Pink, para Pink, no había mucho mas que se pueda decir.
Tercer acto: La vida de Astor.
parte 1.
Abrí
los ojos y vi que nevaba. Los copos se precipitaban uno a uno,
formando montones de siluetas blancas. Eran como botones de vidrio y
vapor, como perlas de caramelo blando.
Mis ojos no eran lo suficientemente veloces como para entender lo que veían. Más bien, sentía que quizás todo aquello, podría llegar a ser producto de mi imaginario. ¿Dónde radica la diferencia concreta entre lo real y lo imaginado?, me pregunte.
La caída, la anulación constante de la imagen, el frio, la soledad. Puede que realmente no haya estado nevando. Tal vez, todo sea un sueño constante. ¿Cuantas veces lo he pensado?, infinitas. Mientras me desperezaba en la cama, me saque las legañas, el peso de la noche, la famosa arena de Hipno.
Sentí como mi cuerpo se estiraba. Rápidamente percibí la activación de mi mente, las preocupaciones mundanas, todo me abordaba con gran velocidad. Aunque en el fondo existía una seguridad en poder resolver, las tareas, siempre eran para mí, cosas pendientes en la vida. Pagar una deuda, el alquiler, el dinero de la comida, expensas, impuestos. ¿Por qué pensaba en eso a penas me despertaba? Quería que la nieve me aplaste, en el buen sentido, olvidarme de todo aquello y sentir, como alguna vez lo había hecho.
-Nieve de otoño. Las hojas aún, perduran. - Dije, con un tono ronco, casi incomprensible.
¿Cuánto puede
soportar un árbol?, me pregunté. Comprendí que su flexibilidad era
la causa de su permanencia. Y entonces otra pregunta apareció:
¿Aguantar es ser flexible?.
Aquellas preguntas sencillas,
últimamente se habían vuelto el enigma mas grande de mi vida, de mi
búsqueda.
La nieve no se detenía, caía como un diálogo de los dioses, a borbotones. Me levanté y desde la ventana inmensa que era la pared de mi cuarto, observé por largo rato, la naturaleza.
Aquel silencio que producía su aplacamiento, la detención del mundo, el enfriamiento de los engranajes de la gran maquina. Ese era el sonido de mi calma.
-Con este temporal, mejor quedarme en casa. - Suspiré aliviado, sabiendo que podía elegir que hacer.
Existen fuerzas mayores, de las cuales, lo mejor es tomarlas como presagios divinos. No podemos escapar de ellas. Su energía nos envuelve. Altera el entorno y nos funde en él, nos hace parte.
Intenté por unos momentos imaginar un futuro sin estaciones temporales, sin cambios climáticos. Fue imposible, en el fondo sabia exactamente que nos encontrábamos en el centro de la mutación inmensa que es hoy en día; El mundo.
Un gran cúmulo de nieve cayo y golpeó contra las ventanas del techo. En efecto, el cuarto no era menos que un cuadrado vidriado, una ventana al alma de un bosque inmenso que se perdía en el horizonte. Las copas de los árboles estaban cubiertas y su peso los inclinaba. Allí acostado, es decir desde la cama, podía visualizar todas las copas desde arriba. Me encontraba mas alto que ellas, o al menos, que la mayoría.
Recordé, como quien recuerda sus tareas cotidianas, que tendría que ir al Mercado de Mercia. Mis productos y especias podrían humedecerse y echarse a perder.
Me levanté de un salto, fui al cambiador, apoye la mano sobre un tablero de mando digital y lo que parecía ser una puerta, se abrió. Frente a mis ojos se encontraba mi placar, un santuario y culto a la moda. Trajes y ropa urbana, de todo tipo. Cientos, miles de prendas perfectamente ordenadas y acomodadas.
Estiré mi brazo izquierdo y tome el primer Kimono que estaba más cerca. Siempre usaba el mismo para estar en casa. La suavidad del lino deslizándose por entre mis dedos me daba placer, calma, sosiego. Su textura totalmente lisa, dejaba entrever, como si fuesen hilos de perlas, luces ocultando algún misterio en su confección, pequeños hálitos rojizos, de alguna costura de ensueños.
El Kimono, me lo habían ofrecido en uno de mis viajes por Oriente, no esta de más decir que era un regalo de aquellos que se podían traer antes de que cierren todas las fronteras. Ahora, las divisiones regionales del mundo, no permitían que los humanos divaguemos de una forma tan libre, por la inmensidad de sus tierras infinitas. Sin importar el capital que tuvieses, siempre existía alguien que se proclamaba dueño y heredero. Te exigían algún tipo de pase especial. Había reglas que acatar, o al menos, ésta era la visión de mundo que tenía hasta ese entonces.
Mientras me vestía y cerraba con un simple movimiento de palmas el armario, recordé la antigua ruta de ceda, los mercados y sus productos extravagantes, reliquias para los extranjeros. Volví a sentir la fragancia de sus olores, los ruidos metálicos de los Robots que se oxidaban postrados en cada una de las tienda, aguardando la llegada de nosotros, los extranjeros, los comerciantes. Aún escucho los ruidos de los puentes colgantes entre ciudades, la suspensión imantada que zumbaba y zumbaba elevando los edificios a alturas inconmensurables. ¿Qué habrá pasado con aquel mundo?, me pregunté con nostalgia de recuerdos marchitados.
Con la ropa de casa, me dispuse a bajar las escaleras acaracoladas, podía bajar por el descensor, pero me gustaba ver el bosque fundido entre los vidrios de mi altar inmenso. El movimiento circular y eterno persistía en traer a mi memoria, recuerdos de mis viajes. Oriente, había sido el punto de inflexión en mi vida como comerciante. La elegancia de su gente, el respeto para con la tecnología y la naturaleza. La elevación de los elementos y su apreciación divina; Eran ahora los pilares de mis creencias.
La luz, se filtraba por los árboles y refractaba en mis movimientos. Destellos, cómo códigos de una ropa encriptada, se reflejaban por los escalones, mensajes y palabras que tan solo unos pocos, podrían apreciar.
Terminé de bajar y de recordar, llegué al descanso que era la sala principal de mi casa, una división vidriada del mundo vegetal y la ciudad. Ahora a la altura de los troncos de los árboles, tenía por un lado, su mundo, el bosque. Y del otro, una inmensa pared de concreto que escondía la ciudad, los edificios, las personas. Mi casa, era el último habitáculo en la frontera. La llamada “división”. Una empresa extranjera había firmado un acuerdo con los antiguos gobernantes del país, hace casi una década. Y había construido con ayuda de una tecnología robótica inmensa, la división del mundo humano y el vegetal. Ahora, les pertenecía.
Desde acá abajo, se podía escuchar a lo lejos el eco de los vehículos, el movimiento de la ciudad. Sin embargo, un día como hoy, el silencio de la nieve había aplacado cualquier sonido. Había detenido, a la fuerza, todos los movimientos sin sentido.
Mi tarea era simple, aquella empresa llamada Mekorot, dueña de lo que no se puede poseer. Había firmado un acuerdo con mis progenitores, los cuales no recuerdo, pues yo también soy hijo de una incubadora genética, como la mayoría de humanos de este siglo. Pero el trato era que debía mandar informes detallados de la actividad vegetal y las rutas subterráneas de agua potable, cada un periodo estipulado de 90 días. Me pagaban una fortuna de plata por eso, era algo sencillo, no podía quejarme.
Pero mi sueño siempre había sido otro. Por eso desde mi temprana maduración, había encontrado la forma de entrar en el mercado de Mercia, comprando especias al extranjero y revendiendolas a un publico especial. Con el tiempo, mi caudal de ingresos aumentó de una forma inmensa y no me fue difícil hacerme dueño del mercado, de todos los puestos que adentro del mismo existían y de todos sus productos. La idea era sencilla, subcontratar vendedores y abarcar todos los productos.
Los años dulces de mi juventud fueron gloriosos. Viajes, comida, placeres, aventuras. Todo cuanto uno podría imaginar, lo tenia en la palma de mis manos. Solamente tenia que volver a Argentina cada 80 días, activar las maquinas de control y enviar los reportes. Aquella era mi atadura máxima.
Caminé por el pasillo de mi casa, largo, infinito, como tablas de ciprés secándose al sol. Hice un movimiento elevando mi brazo y una pared se corrió, dejando ver la cocina.
-¿Enya? - Solté, con una voz ronca de mañana, preguntando por mi amada.
Obtuve el silencio como respuesta.
-Que raro. - Terminé por concluir.
Hice otro movimiento con mi mano alzada en el aire, una especie de giro de muñeca y los muebles que estaban escondidos en el suelo dieron un giro y aparecieron. Las paredes rotaron como rota el planeta y las alacenas y muebles dejaron ver sus interiores repletos de mercadería comestible.
Me bastó con dar tres pasos y con un chasquido de dedos una banqueta de madera y piedra, laqueada con jade, me sostuvo en una posición de cuna. Con otro chasquido más, un sonido holofónico de inteligencia artificial me dio la bienvenida y me acercó el desayuno. Todo estaba listo. ¿Desde cuando?, me pregunté. Sin embargo no me importaba saber la respuesta.
En el fondo, mientras comía, me pesaba una soledad, como la que todos sienten. Una soledad de mundo individual.
Había olvidado mis orígenes, mis antepasados. No por elección, simplemente por aceptar la vida tal cual me la brindaron, con todas sus comodidades y placeres. Un estudio que me había hecho hace unos años atrás, me había dado pistas de mis genes, tenía rasgos Orientales en mi ADN, en el núcleo de las células, los recuerdos de mis vidas pasadas dormitaban como un tesoro prohibido. Tal vez, esa fue la única explicación científica que pude encontrar para darle respuesta a mis gustos extravagantes por lo diferente a mi cultura.
Pero...¿Cuál era mi cultura?. Realmente no tenia ninguna. Hijo de un pasado extirpado a la fuerza, arrancado de raíz, nada había quedado, al menos, nada verdadero.
Me molestaba y me irritaba cuando me decían: “¿Sos Argentino?. Empanadas, tango, mate. “ . Los ojos se me explotaban de irá. ¿Quién nos codificó de esa forma?, ¿Somos los productos que nos creó la industria mediática?. Mentira!. Todo es una farsa, un invento del mercado. Soy hijo de un árbol que ya no existe, una semilla mezclada en laboratorio con una raza trabajadora, mano de obra de industrias que devoran y chupan la sangre de la tierra.
-Basta Astor – Dije. El enojo nuevamente aparecía a tempranas horas de la madrugada.
En el fondo estaba agradecido, porque había sido bendecido por los Dioses del nacimiento. Mi posición era privilegiada, no podía quejarme.
Moví la mano derecha en dirección al cielo, eleve mi dedo índice, como quien señala el templo de los elegidos y con un simple movimiento, apretando el puño, la música comenzó a sonar. Compositores de antaño que habían sido elevados en los antiguos rituales que denominaban “Muerte”, volvieron como las esquirlas del sonido. Una mezcla de música clásica con tintes de componentes eléctricos, sonaba. Reconocía muy bien el tema, era la canción de Schulze. “Linda´s Run”.
Era esto lo que necesitaba, suspenso, misterio, encontrar dentro mío alguna respuesta verdadera a las grandes incógnitas de la vida. Supongo que al fin de cuentas, todos somos buscadores, comerciantes de tiempo. Yo, vendo sueños, colores, olores, estaciones del año. Viajes al subconsciente de nuestros antepasados. Revivo aquellos sabores que perdieron almas inocentes en la búsqueda por vivir.
Mi nombre es Astor, no soy músico, soy comerciante de especias y ésta, es mi vida.
Baje la mano, soy hijo del Cesar, heredero del trono. Líder de un pueblo guerrero. En mí, corre la sangre legítima de un gobernante. El estudio sobre mi linaje me había dado los indicios de que tenia cierto ADN Romano. ¿Era posible contener tantas vidas pasadas?, pensaba.
Tomé una taza con agua caliente, bebí lentamente. La música resonaba entre las paredes, mis ojos se cerraban y la cabeza se movía siguiendo su ritmo.
De pronto, un sonido me interceptó. Era un mensaje. Le dí permiso con un ademan de mi otra mano y la voz de Enya comenzó a reproducirse con la música de fondo.
-Amor, no volveré a casa hoy . Nos vemos mañana, te quiero. - Su timbre era unísono y sereno.
El mensaje terminó, la pieza de música concluyó y de lejos, la nieve golpeaba contra los ventanales inmensos de mi mansión vacía.
Parte 2.
Una
cortina holográfica de humo apareció mientras salía de la cocina,
dejando atrás, los platos sucios y todo aquello que no quería ver.
Otro movimiento de manos, un corte vertical. Y la casa volvió
a transformarse. Apareció frente a mis ojos un Living, una sala de
estar. Aquél, era un espacio minimalista, pero muy sofisticado.
Deje
a mi cuerpo caer sobre un sillón de espuma, color verde ocre. Tiré
mi cabeza en dirección al cielo y observé la escalera acaracolada
de mármol, su infinita magnificencia. Y de fondo, los copos que aún
seguían cayendo.
- Nieve de otoño. Las hojas aún, perduran. - Solté nuevamente en palabras.
-En fin, tendré que ir a ver como están las Especias del mercado. - Me contesté.
Y cuando mi cuerpo hizo un esfuerzo por incorporarse, un crujido lejano atravesó la barrera de sonido del exterior.
- ¿Qué…? -
Me levanté de un salto y corrí a la ventana. Uno de los troncos de los Nothofagus Betuloides, o también llamados Cohihues. Se había quebrado. El tamaño de su tronco era igual al ancho de mi escalera; Inmenso.
-Si se caé, rompe todo. -
Debajo del árbol, se extendía el muro que dividía la ciudad del mundo natural, corría peligro. Desde aquella posición, en donde me encontraba parado, apoyé la mano en el vidrio y con un movimiento, haciendo de cuenta que lo corría para la derecha, como quien cambia de página, todo el exterior se movió. Y ahora, mi ventana ya no mostraba el templo divino de la naturaleza, sino que, se enfocaba la visión del otro lado del muro.
Mi casa, era el ojo, el panóptico que observaba los advenimientos, las venturas y la desventuras entre los dos mundos.
De este lado del muro, las casas se veían pequeñas, lejanas. Estaban construidas casi a unos 60 metros de distancia de donde me encontraba observando. La ciudad, o el pueblo Argentino, había sido construido en lo que antaño había sido una excavación minera, las capas de la tierra habían bajado. Por ese motivo, la ciudad se encontraba hundida en su extracción. No era culpa de ellos, no era culpa de nadie en verdad. Quizás era aquel su destino, o la mala decisión de quienes tuvieron la posibilidad de hacer algo y por el contrario no lo hicieron.
El tronco del Cohihue, colgaba. Y debajo, una casa antigua, simulando una de las últimas construcciones hechas por mano de obra humana, una pirámide de madera. Una cabaña que se alimentaba de las ramas secas que se desprendían de la frontera, las cuales caían en aquel pozo urbano y servían de combustible. Antiguas formas de conseguir recursos, sin conexión a las redes principales de la ciudad, aislada del propio sistema pos-moderno.
Vi un punto naranja, una persona que se asomaba,que salía de la pirámide de madera. Estiré entonces mis dedos contra el vidrio, como quien quiere hacer un zoom y ver mas de cerca. El vidrio, en un centenar de segundo, amplío la imagen y pude observar a una mujer. Abrigada por el frío, con todo su cuerpo cubierto excepto sus ojos, marrones, perlas de tierra, dos trenzas que colgaban a su costado y unos guantes con los dedos recortados y sus uñas pintadas de negro. ¿Quién es?, pensé. Pero no se si realmente me importaba.
Lo mejor era no involucrarme, dejar de observar, pero por alguna extraña razón no podía apartar mis ojos de ella.
Me atrajo también la extraña forma de su vivienda, aquél techo piramidal de vidrio, una claraboya por donde la luz del sol podía filtrarse y así, entrar en el hogar. ¿Tendrá energía eléctrica dentro?, pensé.
Volví a buscarla, recorriendo por mi ventana todos los espacios de la pantalla, la encontré, sosteniendo un pequeño serrucho. Montando además una escalera tan pequeña que no alcanzaría si quiera una pequeña fracción de la altura del muro.
-¿Realmente intentará subir? - Dije.
- Esta loca. -
Apagué la vista del vidrio, detuve la música. Las cortinas se cerraron.
Volví a mi sillón. Me acomodé.
Me quedé meditando y escuchando el sonido de mi respiración.
-En fin, debería ir al Mercado de Mercia. - Afirmé.
Y entonces, nuevamente el crujido aconteció. Me alarme y corrí a la ventana. La abrí con un simple movimiento y me quedé mirando lo que pasaba. El Cohihue estaba a punto de caerse, unas pocas fibras lo sostenían. Debajo, la mujer armaba la escalera para subir.
- Esta loca! - Grité.
- ¿Cómo no se da cuenta que se le va a caer semejante tronco encima!? - Me pregunté.
Mi cuerpo se puso incómodo, nervioso.
¿Qué podía hacer?, no era mi responsabilidad, tampoco me incumbía meterme en aquel asunto.
-Va a morir. - Sentencié.
Pegué un grito de rabia y como quien no puede hacer la vista a un lado, apague la ventana y me dirigí al descensor. Tenía que salir a la ciudad y sacarla de ahí.
-En que me estoy metiendo…. - Suspiré
El descensor abrazó mi cuerpo y me impulsó a gran velocidad hasta abajo. Aparecí en donde mis vehículos reposaban, todos cubiertos con sus lonas de protección. Pasé caminando por el medio de todos, el pasillo era largo.
- Espero llegar, la puta madre. -
- Astor, ¿Desde cuándo te importa el otro?, -
- Ya fue, pensalo de esta forma, es buen karma. Para tu próxima reencarnación. -
- Ojalá reencarne en un Árbol, te juro. -
Empujé la puerta de chapa y el lector táctil activo los pistones. La misma se abrió con el peso de una hoja de papel. La nieve llegaba hasta mis tobillos. Todo estaba blanco.
-Estoy en patas, la concha de la…. - Estaba furioso, irritado.
- Botas! - Dije. Y unos brazos mecánicos me agarraron de la cintura mientras la baldosa del suelo desaparecía con un giro. Instantáneamente, unas botas de nieve se colocaban en mis pies.
-Gracias . - Dije, y los brazos me volvieron a dejar en el piso.
Un humo lejano, palpitaba suspendido en mí olfato. ¿Era la calefacción de la mujer?, ¿Cuántos viven a leña?. No debían quedar muchas casas así, supuse.
La sorpresa me advino a los ojos, cuando caí en la cuenta de que jamás había salido por la puerta trasera del Garaje. ¿Y todas éstas casas?, ¿Qué hacen construidas contra la muralla?.
No había nadie afuera, a lo lejos, los edificios chocaban contra las nubes bajas de nieve. Los copos a duras penas caían, por algún extraño motivo, habían perdido su fuerza interna.
La nieve estaba sin huellas. Caminé y caminé. La casa piramidal estaba mas lejos de lo que pensaba.
Mi kimono se pegaba por la humedad a mi cuerpo, empezaba a sentir el frío en la piel.
Pase una, dos, cinco, ocho, quince casas. Jamás las había visto. ¿Era legal construir en ésta zona?, ¿Tendrán papeles?, ¿Documentos de veracidad?. Mis ojos iban de un lado al otro, observando realidades diferentes a las que conocía.
Al fin llegue a la casa piramidal, la última. Un pequeño cerco de troncos delimitaba el terreno, abrí un portón que estaba cerrado con una cuerda. Los pasos crujían detrás mío, pasos, que ya no podría volver sin hacer algo al respecto, la decisión había sido tomada.
-Hola! - Grité, cuando mis ojos vieron a la mujer queriendo trepar por las piedras ásperas del muro.
-¿Qué estás haciendo?. Se te va a caer el árbol en la cabeza! - Volví a gritar.
La
chica se asustó, la escalera se movió un poco, y aferrándose con
las uñas a la roca, se mantuvo estable.
-Hola vecino –
Contestó.
En aquel instante, el viento sopló por mi rostro y por el de ella. Nuestros ojos se cruzaron como dos mundos diferentes encontrándose en la bastedad blanca de un espacio infinito. Cerrados por un muro que carecía de sentido lógico.
Su voz, sus labios, me parecieron bellos, dulces.
-Que problema… - Comenté, como quien comenta algo que no podría jamás entender.
-Si… Tengo miedo que caiga sobre mi casa, es todo lo que tengo. - Dijo, mientras empezaba a descender lentamente.
¿Qué estoy haciendo acá?, me pregunté.
-¿Realmente querías subir por el muro y cortar el tronco con esa sierra? -
¿Cómo era posible que no había ningún otro vecino ayudándola?, o al menos, diciéndole que su idea era una total locura, ¿Acaso nadie tiene consideración por ella?, las preguntas seguían una a una, como ráfagas de una tormenta dubitativa.
Terminó de bajar de la escalera y se acercó, en silencio. Sus pasos crujían en la nieve que se apelmazaba. Se detuvo a pocos metros de mi cuerpo, por alguna extraña razón, mí corazón se aceleró. Tomé consciencia por unos momentos de la humedad que rodeaba mi bota, de la suavidad de mi Kimono y del frío que me erizaba los pelos de la piel.
-No tenes frío? - Preguntó.
-Estoy bien. -
De nuevo el silencio, sus ojos mirando… ¿Qué miraban?, ¿Eran capaces de llegar a a ver el fondo de mi alma?, ¿Eran capaces aquellos ojos de saber que estaba pensando, o sintiendo?.
-Voy a ver como puedo ayudarte. - Dije, sin saber por que. La verdad no tenia idea de que hacer o si realmente quería hacer algo.
-Gracias, es usted muy amable. - Respondió, con una sonrisa.
Me dí media vuelva y volví sobre mis huellas. El viento, lentamente comenzaba a presentarse. Si no hacia nada, aquel árbol caería muy pronto sobre la casa. ¿Era suerte que me encontrara?, ¿Era mi destino?, no tenia ni idea. Pero si algo sabia era que cuando las decisiones son tomadas, la rueda que las impulsa, cambia el destino de la vida propia.
Llegué a mi hogar, la puerta se abrió sola al detectarme de lejos, unas celdas de calor geotérmico conductivo de alta densidad, se aproximaron desde las paredes y secaron mi humedad corporal en un instante. Adentro, el clima era cálido, parecía otra estación.
Doblé por el pasillo del estacionamiento y fui al cuarto de máquinas. Algo debía tener por ahí que podría usar, pensé.
Abrí
la puerta, todo era un desastre. Repleto de cajas. ¿Quien había
desordenado todo?. En fin, corrí las cosas a los empujones, algunas
cajas cayeron, no le dí importancia. Atrás de todo el quilombo,
había un estante con algunas máquinas y motores viejos. Encontré
un malacate. Lo agarré y subí al primer piso del nivel natural, en
donde se encontraba la tierra y las raíces, los comienzos de la vida
vegetal. Salí por un pasillo vidriado, un invernadero hermoso que me
habían regalado unos amigos, los cuales me habían visitado desde
Japón.
Todas las plantas eran exóticas, de todos los tipos,
grandes y pequeñas, con colores y hasta inclusive algunas, sin
hojas. Tallos de todas las formas, curvos, totalmente rectos,
enroscados; Solía pasar las tardes de sol sentado entre las plantas,
tomando té, reflexionando sobre mi vida, sobre mi propósito. Cada
vez qué visitaba éste lugar, la misma energía me invadía.
Abrí la puerta que daba al exterior, la brisa entró, también un poco de nieve. La copa de los árboles había contenido gran parte de la tormenta. Un silencio me envolvió, Respiré el frio, la calma.
-Espero que mis especias estén bien. - Dije, mientras miraba el follaje en la altura.
Pisé la nieve, intacta, sentí que profanaba el piso de un templo antiquísimo. Me dio vergüenza, luego culpa, después todo me importo poco. No sentí nada, de nuevo un vacío en mi rostro, en mi pecho.
Mi trabajo no era solamente vender sabores. Mis ancestros habían sido los herederos del mundo, los fundadores de lo nuevo, que era ahora, lo presente. Me habían asignado la tarea de vigilar ambos mundos, de ser el portero entre lo vegetal y lo humano. ¿Por qué?, pues porque confiaban en mí. Yo también era alguien importante, no tenía que olvidarlo.
El muro, me habían dicho en una ocasión, es el lazo visible que une lo humano y lo natural. Lo sagrado y lo profano. Es de esta forma como el balance puede existir.
Hice una reverencia en dirección al árbol quebrado, cuando llegué frente a él. Lo salude y le pedí permiso. Aquello me habían enseñado mis viajes.
Me puse en cuclillas y desplegué el malacate. Saqué la cadena, la conecté al motor, una especie de arnés en la punta, un gancho de anclaje. De una pequeña puertita integrada salió un control remoto, una pantalla de visualización. Dejé el aparato en el suelo y apreté su botón de encendido.
El ruido de un ventilador interno, de algún procesador, comenzó a escucharse. Con el control de mandos en mi mano, localice el objetivo, el tronco quebrado. El aparato mismo calculó su derivada y la distancia misma. Apreté otro botón y todo lo demás, sucedió solo.
Ahora
en este año todo era así de sencillo. Las cosas sucedían solas.
El
malacate se sacudió, el gancho salió disparado y se clavó en el
tronco. Una especie de anclaje de cuatro patas se aferró con ímpetu
al suelo. Era cómo unas garras de hierro, un producto de la era
pos-moderna, imponiéndose sobre los eones de crecimiento natural.
En la pantalla de mando se podía observar una serie de números ilegibles. Una especie de código que cambiaba de patrones a gran velocidad. Volví a apretar un botón que decía: “Continuar” . Y todo el sistema continúo con lo suyo.
Una especie de aviso apareció tapando la serie de números y sin siquiera prestarle atención a la advertencia, volví a apretar otro botón que decía: “Continuar” . Al fin de cuentas la vida se resume un poco a ese anuncio. Lo importante es continuar, los riesgos… Después se verá.
Lentamente, el tronco comenzó a enderezarse, el árbol estaba nuevamente de píe, erguido.
-Los árboles mueren de pie. - Susurré.
El frío nuevamente me helaba la piel, ahora eran mis dedos los que lo padecían. Olvidé que también soy un animal con cuerpo, un mortal bajo las leyes de la naturaleza.
Caminé hasta el árbol, apoye mi mano en él. El malacate lo sostenía totalmente erguido, era inmenso, colosal. Observé sus ramas en lo alto, eran como arterias de un sistema complejo y sofisticado, algo inentendible para mi comprensión. Vi el cielo detrás, su magnificencia, su infinitud.
Sentí al Cohihue como si fuese un comunicador de mundos, un mensajero del cielo. Una especie de bobina que hacía de puente energético entre ambas conexiones.
Me dí la vuelta y volví a casa, en dirección al mundo humano. Atravesé el invernadero, la sala, el descensor, la cochera, nuevamente la puerta de salida, las casas humildes del barrio y al final, llegué de nuevo a aquel viejo portón de troncos. La mujer estaba de pie delante mío, tan cerca, que si hubiese estirado mis brazos, la podría haber hecho mía completamente. ¿Podría alguien poseer a otro?, Yo podría, reflexioné.
-¿Cual es tu nombre? - Pregunté
-Pau, ¿El tuyo? -
-Astor, me llamo Astor. -
-Ah… ¿Cómo el compositor? . -
-Si, como el compositor. -
-Gracias. Realmente estoy agradecida por tu ayuda. - Contestó con entusiasmo.
-No te preocupes. -
-Los árboles mueren de pie, ¿No? . - Me dijo, mientras giraba su rostro para observar el Cohihue totalmente erguido, como si nada hubiese pasado.
- Que curioso… Justo pensaba en eso. -
- ¿Leíste aquel libro? . -Me preguntó
-No, la verdad que no soy mucho de leer . - Respondí
-¿No te gusta? -
-No es eso. Supongo que nunca encontré nada realmente bueno, o al menos, nada que me de alguna respuesta verdadera -Solté, siendo totalmente sincero con mis emociones internas.
-Bueno… Es que buscar la verdad, ¿No te parece mucho? -
-No, me parece que es lo que todos deberíamos buscar. - Dije. Ella rió, aquello le había causado una especie de gracia interna.
-No es eso, claro que pienso que todos deberíamos buscar la verdad. Pero quizás, la verdad está siempre presente, mostrándose como es, verdadera. Y a veces, supongo que no podemos reconocerla. -
Hubo un silencio entre ambos, un leve soplo de nieve y frío; Calma.
-¿Te gustaría tomar algo caliente? - Me preguntó
-He… - Lo pensé, no sé realmente porque, pero dudé. Supongo que no me esperaba aquella invitación.
-Quisiera darte algo a cambio de tu trabajo, un pequeño intercambio. - Agregó
-Esta bien. - Dije
Entramos a su cabaña. Una especie de cabaña alpina triangular, antigua, totalmente construida de madera y con una especie de punta vidriada, por donde los rayos del sol se filtraban e iluminaban todo el ambiente. No se necesitaba ninguna luz artificial, ningún aparato, nada.
-Ven, podes dejar los zapatos en ese estante. - Mencionó mientras señalaba un mueble de madera.
Me descalce, no tenia medias pero el suelo estaba tibio, la textura de la madera acariciaba las plantas de mis pies.
-Cohihue – Solté como si fuese un suspiro de comprensión.
Después de eso, la seguí, fuimos al centro mismo de la pirámide, donde una mesa era bañada por una luz dorada. Los destellos reflejaban perlas de mimbre en las sillas hechas a mano. Una cocina se encontraba detrás y a los costados, viejas repisas llenas de libros, adornos, tazas de cerámica y cosas. Las cuales no puedo nombrar porque desconozco su nombre.
Pau se encontraba de espaldas revolviendo uno de los estantes, sacó un frasco y de su interior, dos paquetes pequeños envueltos en papel aluminio. Volvió a dejar el frasco en una esquina oscura y se dirigió hacía mí.
-¿Qué es eso? . - Pregunté, en el momento que me lo ofreció con sus manos.
Tomé la ofrenda con ambas manos y la miré. Por un momento, lo que parecía ser aquel paquete, era la ausencia misma del tiempo; El misterio mismo oculto en papel aluminio.
Pau soltó el obsequio. Dio unos pasos para atrás y comenzó a sacarse la campera húmeda por el exterior. La colgó en la entrada y volvió a donde me encontraba. A esas alturas, yo aún seguía usando mi Kimono.
Se sacó los guantes y fue ahí cuando vi que le faltaba uno de sus dedos. Aquello me dio intriga, sin embargo guardé silencio.
Aquellos dos obsequios estaban en la palma de mi mano, ¿Tendría que abrirlos?, me pregunté.
-¿Te gustaría sentarte mientras pongo un agua? . - Irrumpió.
Dí dos pasos hasta la silla, ahora me encontraba completamente debajo de la luz que refractaba el vidrio del cielo, la cúspide celeste. Me senté.
-¿Qué me diste? . - Volví a preguntar.
-Son dos barras de chocolate con Psilosibina. - Terminó por contestarme mientras llenaba una pava de hierro con agua de una botella de vidrio.
¿No tenia grifo de cocina?, me pregunté. Miré y no pude encontrarlo.
-Es un chocolate con alucinógeno?. - Pregunté.
-Es mas que eso, es un portal a tu propio mundo interno. -
-¿Es fuerte? -
-Em.. Te dí dos barritas. Con la mitad de una, digamos, podrías tener una profundización en alguna práctica, lo que sea, Yoga, Baile, Pintura, Lectura. - Me comentaba mientras encendía con un fósforo el fuego de la cocina y dejaba la pava.
-Si quieres tener un viaje mas interno, más chamánico, por nombrarlo de alguna forma. Con una barrita estaría mas que bien . - Terminó de comentar.
-Bueno… Gracias . - Solté
-No hay porque. - Dijo y se sentó en una de las sillas.
-Entonces, ¿no estas leyendo nada? - Me preguntó
-Bueno estoy, digamos, sigo leyendo un libro que comencé hace muchos años. Me cuesta continuar con la lectura. A veces soy medio disperso. Tengo en mente los proyectos de Mercia y todo eso, me saca mucho tiempo. -
-¿Estas hablando del Mercado de Mercia?. -
-Si… Bueno, vendo especias en el mercado. Digamos que también, soy el dueño. -
-Ah… Ya se quien sos entonces… -
-¿Cómo? - Pregunté acomodándome en el asiento.
-¿Sos el hombre que vive en la torre de cristal, no?. Justo en el límite entre el bosque y la ciudad. -
-¿Cómo sabías? -
-Y bueno… Ahora me cae la ficha de tu nombre, Astor. Sos famoso, o al menos, bastante nombrado por las calles del barrio. -
-Ah… Supongo que es porque muchos trabajan para mí en el mercado. -
-Si, no solo por eso. Supongo que sos la persona con mas poder adquisitivo en esta parte. Pero en fin, volviendo al tema de la lectura. Me intriga, ¿Que libro estabas leyendo? - Preguntó mientras sacaba la pava del fuego y lo apagaba.
-Hm.. - Suspiré y después agregue:
-Sigo leyendo el Trimurti. -
-Ah… que interesante! - Pronunció con un entusiasmo que me pareció un poco exagerado.
¿Se estará burlando de mí?, pensé. Ademas… ¿Qué le importa cuánto dinero tenga?. Me empezaba a sentir un poco incómodo.
-Tomá, sírvete. - Dijo y me brindó una taza con un líquido caliente. -
Pau, se sentó a mi lado en una de las sillas, sostenía otra taza en sus manos. Me pregunté que le habría pasado en el dedo, nuevamente.
-¿Sabes que es el Brahma, verdad? - Inquirió, con un tono seco y tajante. Parecía que iba en serio la conversación.
-Es el Dios creador. -
Paula comenzó a reír. Aquello me irritó demasiado, quería levantarme e irme.
-¿Qué te pasa?, ¿Qué es tan gracioso? . - Pregunté
-Es que aquella idea es errónea. Brahma no es una deidad, osea sí, pero no con cuerpo. Brahma es la creación misma, la evolución, el desarrollo. - Dijo y le hecho un sorbo a su taza. El sonido de sus labios penetró mis oídos. ¿Por qué hacia tanto ruido al beber? .
-Parece que vos sí sabes del tema. - Solté, como señalando su ego interno de sabiduría.
-No es que sepa, sino, que lo comprendí. -
-¿Y cual es la diferencia entre comprender y saber? -
-Saber, recae sobre un plano mental, una idea. Comprender es otra cosa. Para comprender algo, aquello que se comprende, debe atravesar no solo el cuerpo físico y los sentidos normales, sino que todos los planos. Es como un rayo, una sensación que te parte al medio. -
No sabía que contestarle. Tenía razón. En aquel momento respiré y decidí escucharla.
-La triada está compuesta por tres Dioses según el hinduismo. Brahma, Vishnú y Shiva.
Aquello equivale a la representación compuesta por tres planos: El físico, el mental y el sentimental o espiritual. ¿Me seguís?.
-Te sigo perfectamente. - Afirmé
-Tenemos al Dios creador, al Dios preservador y al Dios destructor. Esto es visible en el mundo de las imágenes. - Mientras me explicaba todo esto, dejó la taza sobre la mesa, no sin antes darle un gran sorbo de ruido. Y luego, haciendo una especie de Mudra, apuntó a la cúspide vidriada de su casa e hizo un triangulo con sus manos.
-Claro … - Solté
-La energía que nos encontró, también es 3; Es decir, Trimurti .
Luego de un pequeño cambio de respiración, la mujer agregó:
-Existe una fuerza constante, única. Imaginate como una línea de acciones, la vida misma. Y existe una línea de vida para cada situación. Esa línea se mueve constantemente de un extremo al otro, es infinita. Va de un polo Negativo a uno Positivo. Esto no significa que exista un lado malo y otro bueno. Eso es una concepción humana, una idea. Simplemente todo en la vida necesita una fuerza Activa y una Pasiva. La suspensión de ambas fuerzas es el equilibrio de la permanencia.
Las acciones suceden cuando la tercera fuerza, que no es ni la Activa, ni la Pasiva, es aplicada. ¿Se entiende? . -
-Si, por favor, continua . -Contesté
-El deseo, es la fuerza iniciativa, la fuerza Activa. La inercia, los patrones de la vida psicológica habitual, son los auto-programas, la fuerza Pasiva. Estas fuerzas convergen eternamente en una espiral hasta desaparecer con el origen del universo. Cuando la fuerza Activa supera a la Negativa o cuando los límites funcionales de nuestra actividad psicológica ordinaria superan nuestra percepción del mundo, aparece la Tercera fuerza; Brahma. También llamada, la fuerza Neutralizante.
-¿Estás diciendo que la fuerza Neutralizante puede aparecer así cómo si nada, sin razón alguna? -
-A veces sucede. Pues, existen razones que desconocemos, explicaciones que van mas allá de lo que podemos comprender o explicar. -
-Mira… -Volvió a agregar -El mundo es un organismo inmenso, un ser que tiene vida propia, igual que nuestro cuerpo. Si a duras penas podemos entender que sucede cuando una enfermedad o algún accidente nos precede. ¿Cómo podríamos entender a Brahma y sus acciones en el mundo? . - Dijo y me mostró su dedo cortado. Sin temor, sin miedo a desnudar su vida frente a mis ojos.
-Es curioso… Por que no recuerdo que en el libro se hable sobre este tema así como lo explicas y sin embargo, me queda todo tan claro. - Contesté.
-Y... es que la verdad siempre se esconde entre líneas, hasta que aparece Brahma, ¿No? . - Paula volvió a agarrar la taza y a darle un sorbo. Yo hice lo mismo, imité sus movimientos.
-Gracias . - Fue lo único que se me ocurrió decir.
-No hay por que. Yo solo dije lo que sentí que tenía que decirte Astor. Por algún motivo llegaste a ayudarme, es lo único que sé. Así que yo también, te agradezco. -
Terminé de tomar la taza. Me aseguré de guardar bien las barras de chocolate y me despedí.
Volví cruzando el umbral de nieve blanca hasta mi torre de cristal, mi hogar.
Me detuve en la puerta y observé la gran muralla de concreto que dejaba entrever a lo lejos y a lo alto, el follaje de aquellos árboles ancestrales que a penas se observaban. ¿La muralla que divide ambos mundos, es realmente la que tengo frente a mis ojos?, ¿O existe una muralla más grande, la cual aún no puedo ver?, me pregunté.
-Debe existir una gran muralla, la cual aún, no puedo ver. - Me contesté mientras entraba a mi casa.
Parte 3.
Cuando la nieve aflojó un poco. Hice aquello que tenía pendiente. Fui a Mercia a ver que las especias y el negocio, estén bien y en condiciones.
Me subí a uno de los vehículos automáticos. Las luces se encendieron, el asiento de símil cuero me recibió cómodamente y en una serie de puntos que fueron holográficamente reflectados en el espacio que linda entra la cabina de conducción automática y los asientos traseros, seleccioné el mercado, cómo si aquéllo fuese un gran mapa de estrellas. Los demás destinos podían esperar. Tenía en el mapa una serie de eventos y lugares a los cuales solía concurrir, entre ellos, la casa de Enya.
¿Qué estará haciendo?, Voy a llamarla, pensé.
Mientras el vehículo comenzaba a oscurecer sus vidrios para que no se pueda ver desde afuera el interior del auto y mientras su motor se encendía; Dije.
-Llamar a Enya . -
-De acuerdo . - Contestó una voz de mujer, aquella era, el piloto automático.
Los pitidos telefónicos de hondas, sonaron y sonaron. No me contestó nadie.
-Supongo que se cansó de mi. - Solté.
El piloto automático no contestó, tenia la función de acompañamiento sentimental desactivada. Aquello me repugnaba. Ser aconsejado por una maquina sin sentimientos.
El vehículo salió de la torre, las calles se abrieron como alas de un mundo circular, todos los caminos eran posibles. Mis ojos estaban posados en el exterior. Cada tanto cruzaba miradas con algún otro vehículo automático. Las personas iban conectadas a su sistema integral. Lentes y cascos cubrían sus rostros, mangueras de suministros colgaban y dispensaban servicios alimenticios y bebibles. ¿Hasta qué punto nos hemos vuelto tan insuficientes?, pensaba.
La oscuridad de un vidrio era el manto que me ocultaba.
-Bueno, en fin. Sirty, mostrame el gráfico de ventas de la última semana. - Pronuncié, demandante.
En el mismo espacio vacío de antes, se desplegó un gráfico.
-Entiendo. Las ventas están cayendo a gran velocidad. -
-Mostrame el índice de mercado de esa misma semana en todas las tiendas y comparalas, por favor. - El gráfico mutó y mostró una imagen diferente.
-Okey... Algo raro está pasando. -
-Sirty, ¿Qué tienda generó más ingresos esta semana? -
-El nuevo comercio TRIMSPICE, ubicado en el callejón 84, local 3 . - Contestó aquella voz
-¿Y ese local? - Pregunté asombrado.
-No recuerdo haber firmado el ingreso de ningún nuevo comerciante. -
-Sirty, mostrame el contrato de TRIMSPICE. -
Un papel virtual apareció frente a mis ojos. Lo revisé minuciosamente, fui directo a la firma, en el dorso.
-Es la firma de Enya. - Solté sorprendido
-Correcto Astor. -
-No te pedí confirmación Sirty. -
Hubo un silencio, solamente el ruido del motor ajeno de los autos y la carretera se escuchaban.
-Llamá nuevamente a Enya . -
La cabina vibró en una señal sin respuesta nuevamente.
-Bueno, ya hablaré con ella. -
-Sirty, necesito saber que vende TRIMSPICE. - Ante mis ojos apareció aquello que tanto temía ver. La imagen de una nueva especia.
-Sirty, descripción, ya mismo. - Comenzaba a irritarme
-Crispilla – Mencionó la voz suave del piloto automático.
-”La Crispilla es una especia que se caracteriza por su sabor único y su capacidad para realzar el sabor de los platos. Se cultiva en regiones específicas donde las condiciones climáticas y del suelo son ideales para su crecimiento. Su proceso de cultivo es meticuloso y requiere técnicas especiales de cosecha y procesamiento para conservar su calidad y sabor.
La Crispilla se presenta en forma de pequeñas semillas redondas de color oscuro con un aroma intenso y un sabor ligeramente picante y terroso. Es versátil en su uso y se puede moler para agregar a una variedad de platos, desde guisos hasta adobos y salsas.” - Terminó por describir.
-No puede ser. Se supone que soy el único vendedor de especias. El mercado de Mercia es mío, es mi monopolio. -
-Sirty, revisar contrato. Tiempos y condiciones. -
-El contrato tiene una validez temporal de 5 años. Se acepta y se prohíbe distribuir el producto especial denominado “Crispilla” en otras tiendas. Se prohíbe la clonación del mismo y su alteración genética. El propietario de TRIMSPICE es anónimo y no se requiere demostrar su identidad. Toda la responsabilidad del producto recae sobre el propietario del mercado de Mercia, que acepta las condiciones de la mercadería -
-Esto es una joda… y una muy grande. Enya, ¿Qué me hiciste? -
-Sirty, necesito la composición de la Crispilla . -Pedí
-Claro…
“1. **Calcio (Ca)**: 10%
2. **Magnesio (Mg)**: 8%
3. **Potasio (K)**: 15%
4. **Hierro (Fe)**: 5%
5. **Zinc (Zn)**: 3%
6. **Selenio (Se)**: 0.5%
7. **Manganeso (Mn)**: 2%
8. **Cobre (Cu)**: 1%
9. **Fósforo (P)**: 7%
10. **Sodio (Na)**: 6%
11. **Yodo (I)**: 0.3%
12. **Flúor (F)**: 0.2%
13. **Cromo (Cr)**: 0.1%
14. **Molibdeno (Mo)**: 0.05%
15. **DESCONOCIDO**. 0.0001% “
-Sirty, no me jodas, ¿Cómo que el elemento número 15 es desconocido? -
-Lo siento, no tengo registros en mi base de datos. -
-¿Podemos ir mas rápido a Mercia?, me estoy empezando a enojar. -
-Lo siento, vamos a la velocidad máxima permitida. -
-Sirty, desactivar piloto automático. Dame el control de mando. -
-Entendido. - Contestó, acatando mis ordenes.
Una especie de volante salió, el asiento se levantó, una palanca de cambios brotó del suelo. El vehículo se había transformado internamente sin detener su movimiento.
-Sirty. Necesito saber como están mis especias del mercado. -
-Todo está en orden. Las ventas se mantienen estables. Un nuevo comprador de las afueras quiere firmar un contrato de exportación anual. -
-Bien. Después lo reviso, gracias. -
Llegué rápido. Crucé un estacionamiento grande, bajé en la calle del personal del mercado. Una especie de Robot carguero estaba haciendo una maniobra impresionante, sus brazos se elevaban a gran altura y cargaba cajas y cajas repletas de cosas.
-Sirty, mandar señal de ingreso. -Exclamé
Una especie de luz roja saliente de mi vehículo se proyectó hacia el horizonte, iluminó todo el pasillo, el robot de carga, y luego, desapareció en la lejanía. El carguero giró, me observó y desplegó unas prensas hidráulicas que lo elevaron en altura, dejándome así, pasar por debajo. Continué avanzando y un hangar inmenso abrió sus puertas corredizas. El sonido de metal chirriaba. Del otro lado, el movimiento del personal era incalculable. Cientos de personas iban de un lado al otro con planchetas de papeles en las manos, otras, manejaban carros cargueros para acomodar los productos. Algunos hacían señales luminiscentes con proyectores de mano. Todo el mercado estaba vivo.
Dejé el vehículo en un pequeño playon privado. Me bajé y me acomodé el traje que llevaba puesto.
-Sirty – Dije antes de cerrar la puerta. - Mandale un mensaje a Enya, decile que me llame urgente. -
-De acuerdo . - Contestó
Crucé el mercado como quien cruza su trabajo todos los días. Las personas me veían y me hacían una reverencia en forma de saludo. Sin cruzar palabras con nadie, seguí avanzando.
Encaré una escalera de hierro fundido en forma caracol y fui al primer piso. Atravesé un pasillo de oficinas y las personas se corrían para dejarme pasar con tranquilidad. Mercia era mio, todo mio.
Giré en una esquina después de haber hecho varios metros y abrí una puerta que daba a las calles del mercado.
Ante mis ojos se encontraba, el gran mercado de Mercia.
Y casi como si una voz me diese la bienvenida, sonaba en unos altavoces holofónicos, una voz artificial que me relataba todo lo que allí acontecía:
-“Este mercado es un crisol de culturas, colores y sonidos. Todo lo que vas a encontrar acá, son productos que desafían la idea misma de la escasez.
En Mercia, te sumerges en un mar de movimiento. Incontables personas de diferentes razas y procedencias se desplazan entre los puestos, algunos con expresiones de determinación mientras otros se detienen para examinar los productos expuestos. El murmullo de las conversaciones se mezcla con los llamados de los vendedores, creando una sinfonía caótica pero vibrante.
Los colores explotan en cada rincón del mercado. Los puestos están adornados con telas brillantes, banderas ondeantes y luces parpadeantes que iluminan la escena en tonos vivos y contrastantes. La mercancía se exhibe en montones, apilados, cajas abiertas y estantes abarrotados, creando un mosaico de texturas y formas que captura la atención de los transeúntes.
Los aromas embriagadores flotan en el aire, mezclándose para formar una fragancia única que es tan tentadora como intrigante. El humo de las cocinas callejeras se entremezcla con el perfume de las especias exóticas, mientras que el olor a cuero recién curtido compite con el dulce aroma de las frutas maduras.
En medio de este caos organizado, los vendedores intentan atraer a los clientes con sus habilidades persuasivas y su carisma. Algunos ofrecen muestras gratuitas de sus productos, mientras que otros entablan conversaciones animadas con los transeúntes, tratando de ganarse su confianza y su negocio.
A pesar del bullicio y la agitación, hay una sensación de comunidad palpable en el Mercado de Mercia. Los residentes locales se mezclan con los visitantes de otros planetas, compartiendo historias y experiencias mientras exploran los diversos productos disponibles. Es un lugar donde las diferencias se desvanecen en la búsqueda común de satisfacer las necesidades y deseos de una población diversa y multicultural. “ -
Mientras veo todo aquello y mis ojos se maravillan de ser el dueño y señor de tan enorme edificio. Mis sentidos se centran en encontrar la nueva causa de mis posibles futuros problemas.
-Pasillo 84 – Suelto en voz baja. Mientras dirijo mis ojos a dicho lugar. En lo lejos, diviso una extraña fila de personas bien organizadas.
Vuelvo a entrar por la puerta de hierro que da al depósito del mercado. Y regreso por el pasillo de las oficinas. Camino directo hacia mi despacho. Me paro en un ascensor, y subo al segundo piso, el más alto del hangar. Una alfombra roja se despliega a medida que avanzo, cruzo la única puerta de Roble que hay en el edificio y entro de esa forma, a mi oficina.
-Bienvenido. - Dice la voz de un autómata.
-Hola Alexa, necesito saber si viste a Enya en estos últimos días. -
-Enya visitó por ultima vez su despacho hace 3 días. -
-¿Qué hizo exactamente cuando estuvo acá? -
-Sacó una hoja de ingreso, la selló y luego se fue. -
-¿Por qué mierda hizo eso? -
-Lo siento, no tengo respuesta para esa pregunta. -
-No te pregunté a vos Alexa. - Grité
-De acuerdo, lo siento. - Contestó sin variar el tono de su mensaje.
Me senté en el despacho y me puse a revisar los papeles del mercado.
Pase hoja tras hojas, no encontré nada raro, nada ilegal.
-Tendré que ir directo a su puesto. - Dije
Me acordé del tratado de exportación que me mencionó el piloto automático. Lo busqué. Le eche una ojeada. Aquello me favorecería en ingresos, lo normal. ¿A dónde quiere mandar las especias?, me pregunté. Pase las hojas y vi que quería mandar todo a un planeta llamado Mercurio. La última colonia humana en un planeta totalmente furioso e inhóspito.
-Que arriesgado de su parte. - Dije. Pero aquello no era tema de mi incumbencia
Me levanté y salí de la oficina.
Bajé al piso principal del mercado, atravesé la maraña clientes. Algunos me insultaron, otros no dijeron nada.
-Permiso – Solté un par de veces a medida que avanzaba.
Crucé y cuando llegué a la puerta del local, lo entendí todo.
TRIMSPICE, una tienda revestida con una fachada de algún material símil madera pulida y dorada, un cartel brillante y perlado con letras elegantes que anunciaba su especialidad: “La Crispilla”.
Dí unos pasos, sorprendido y al mismo tiempo intentando analizar su estrategia de mercado. El aroma peculiar, dulce y aromático, me cautivó de inmediato. Era exquisito. El color del interior era vibrante, decorado con estanterías del mismo material símil madera talladas, columnas se alzaron a la vista, repletas de frascos de cristales que contenían un extraño polvo dorado, místico. Cada frasco estaba etiquetado con caligrafía intrincada y detallada.
La fila de personas se extendía desde el mostrador hasta el final del pasillo 84. Todos estaban ansiosos por obtener su porción de Crispilla. Me sorprendió que a pesar de la espera, los clientes no se amontonaban desesperados como en otras tiendas.
Detrás del mostrador, se encuentra un vendedor, un hombre de mediana edad con una larga barba rizada y un sombrero extravagante adornado con plumas de colores brillantes. ¿Esas plumas serán de verdad?, imposible, pensé. Seria muy caro llevar plumas que no sean replicas. Un simple vendedor no podría darse ese lujo.
Tenía una sonrisa contagiosa, sus ojos brillaban con una chispa de diversión mientras atendía a cada cliente, uno por uno.
Cuando estuve a punto de ingresar un pie dentro del local, un sujeto de seguridad me detuvo con brusquedad.
-Disculpe. Pero tiene que hacer la fila. - Me dijo.
-Soy Astor, el dueño del mercado de Mercia. Quiero hablar con el vendedor. - Dije con rabia.
-Lo siento, pero tiene que hacer la fila. -
-¿Cómo dice? -
-¿No entiende mi idioma?. La fila… - Y puso su cuerpo totalmente enfrente del mio. Luego agregó:
-No hay excepciones. - Con una voz gruesa y firme.
-Exijo que me deje entrar. Le repito, estúpido, soy Astor. - Aumenté el volumen de mi voz.
El murmullo de la gente comenzó a resonar, tenia toda la atención sobre nosotros.
-Bueno, bueno… ¿Qué está pasando Marcí? - Preguntó el hombre de mediana edad con un tono tan elegantemente cortés, que me irritó aun mas.
El tipo de seguridad giró levemente sus ojos y dijo:
-Este sujeto dice que es el dueño del mercado y quiere entrar en la tienda sin hacer fila. -
-Ah… pero eso es imposible, en esta tienda no hacemos excepciones. Dígale que me disculpe. - Soltó tranquilo.
-¿Cómo dice hombre? . - Grité.
El vendedor siguió con lo suyo y el guardia de seguridad me dijo:
-Ya lo escucho. A la fila. -
Me dí media vuelta mirando la fila inmensa de personas en el mercado y le dije a un sujeto de ojos saltones que no paraba de mirarme fijo: -¿Qué miras? - Con un tono agresivo en la voz.
El sujeto aparto su mirada e hizo como si nada pasase.
Volví al sector del personal.
Crucé las oficinas y de nuevo entré en mi despacho.
-Bienvenido. - Dijo la voz.
-Desactivar. - Solté sin pensar.
El silencio invadió la oficina. Estaba nervioso, furioso, una mezcla de emociones internas me atormentaban. ¿Cómo podía ese sujeto rebajarme al nivel de los compradores?. Tenía que pensar alguna forma de conseguir un poco de aquella especia y probarla, o al menos, analizarla. ¿Por qué todo el mundo la estaba comprando de repente?, ¿De dónde la había sacado?.
-Alexa, llamá a alguno de los pibes del recado, necesito que me consigan un frasco de Crispilla lo más rápido posible. -
Alexa no me contestó, estaba desactivada. Sin embargo, sabia perfectamente que me había escuchado.
Volví a revisar los papeles y el contrato para exportar mis especias a Mercurio.
Comencé a leer lo siguiente:
“[MEMORÁNDUM DE EXPORTACIÓN]
Fecha: [19/5/2042]
De: [Xiung, Lan Chu]
Para: [TRIMSPICE]
Asunto: Acuerdo de Exportación de Especias hacia Mercurio
Estimado Aero,
Nos complace informarle que hemos revisado tu solicitud de adquisición de especias para su envío a Mercurio y estamos entusiasmados de establecer una colaboración comercial contigo y tu empresa.
Como uno de los principales transportistas de especias de alta calidad, estamos comprometidos a proporcionarte un servicio que cumpla con tus estándares exigentes. Entendemos que Mercurio presenta desafíos únicos en términos de abastecimiento y estamos seguros de que nuestro servicio especial, no solo cumplirá, sino que también superarán tus expectativas.
Nos gustaría destacar las siguientes ventajas de nuestro acuerdo de exportación:
1.Calidad Superior: Contamos con un amplio equipo totalmente sofisticado y de alta gama, para garantizar la máxima frescura y calidad en el traslado y seguridad del producto. Cada lote se somete a rigurosos controles para garantizar su pureza y su estado.
2.Servicio de control: Contamos con un sistema de rastreo satelital en el cual puede seguir con total precisión el trayecto del recorrido. Cada lote del producto será totalmente sellado y codificado con un número único de identificación.
3.Empaque Innovador: Nuestro equipo de diseño puede trabajar contigo para desarrollar un empaque personalizado que resalte la calidad y la singularidad del producto, lo cual es crucial para diferenciarte en el mercado de Mercurio.
4. Logística Eficiente: Trabajaremos en estrecha colaboración con socios logísticos de confianza para garantizar la entrega oportuna y segura de las especias, superando cualquier desafío logístico que pueda surgir debido a la distancia y las condiciones especiales de transporte.
Entendemos que tu interés en nuestra exportación está motivado por tu deseo de ofrecer productos de alta calidad y sabor excepcional a nuevos clientes en Mercurio. Estamos encantados de ser tus socios en este esfuerzo y estamos comprometidos a brindarte el mejor servicio y apoyo en todo momento.
Por favor, háganos saber si hay algún otro detalle que necesites discutir o si tienes alguna pregunta adicional. Estamos ansiosos por comenzar esta emocionante colaboración y esperamos con interés una asociación comercial fructífera y exitosa.
Atentamente,
[Xiung, Lan Chu]
[Matrícula N.º 233 . Servicio de exportación espacial de larga distancia 0100121323224]
Fin del Documento. “
Quedé atónito, desconcertado. Este documento no era para mí, sino que era para TRIMSPICE y por algún motivo se confundieron y me lo enviaron.
Lo arrugue todo, lo apreté con fuerza y lo tire contra la pared.
-Alexa. Llamá ya mismo a Enya. -
-Debo saber ya mismo que relación tiene con este tal Aero… -
Los pitidos telefónicos comenzaron a sonar en alta voz.
Nadie contestó. Solté unas bocanadas de aire y me quedé sentado, mirando el techo.
-¿Quién mierda es Aero? - Me pregunté, sin encontrar respuesta alguna.
Parte 4.
Toc. Toc.
Se escucho un golpe del otro lado, ¿De qué lado estamos?, todo estaba confuso, nubes de sueño me pesaban, caminaba por un planeta extraño, amarillo. Cientos de plantas con Crispilla palpaban mi nariz, explotaban en un sin fin de orgasmos contra mi cuerpo. Yo, me regocijaba y al mismo tiempo, alguien tocaba la puerta de mi despacho, que había aparecido de golpe sin sentido lógico a mi lado. Enya también estaba, pero se alejaba y lentamente la perdía de vista detrás de una montaña dorada, la reconocí por su pelo enrulado y su vestido. El sonido de la puerta volvía a presentarse, era un ruido que me indicaba algo, un momento especial. A lo lejos, el espacio infinito se apagaba. Enya desaparecía, la Crispilla también. De repente estaba solo, parado frente a la puerta que no dejaba de sonar. Abrí los ojos con un poco de esfuerzo. El planeta extraño desapareció. De nuevo me encontraba en mi mundo aburrido. ¿En qué momento me quedé dormido?, pensé.
Estiré mis brazos mientras me desperezaba en la silla principal. Me fregué un poco los parpados y dije:
-Alexa, ¿Podes fijarte quién viene a romper las pelotas? - No me contestó.
-Activar . - Solté con fiaca en la voz.
-Es Juan II. El clon de los recados. -
-Ah, perfecto. Que pase, que pase… -
Por la puerta cruzó un simple sujeto, de apariencia normal. Su fachada era la misma que Juan I. También, la misma que Juan III. En efecto, éstos Clones eran todos iguales. Una maravilla. Podías darle 3 tareas diferentes, simultáneas y jamás se iban a equivocar o a despistar con otra cosa.
-A ver Juancito. Vení, sentate . - Dije
El Clon, con sus movimientos perfectamente calculados, daba la ilusión de ser una gran máquina orgánica compuesta.
-¿Qué trajiste? - Pregunté
-Señor, le traigo un pedido que me hizo mediante la voz de Alexa. - Soltó la maquina pos-moderna que simulaba ser un humano. Mientras, me otorgaba un pequeño paquete envuelto en tela como de lino, con un nudo de cuerda perfectamente equilibrado en su centro.
Lo apoyó con tanta ternura sobre la mesa que mis ojos se derritieron al verlo.
-Increíble. - Solté, mientras lo acercaba a mi rostro para olerlo.
-Hm.. Dulce. Increíble. Así que ésta es la famosa Crispilla. - Agregué
-Dicen que es excelente señor. - Comunicaba el clon.
-Debe serlo. -
-¿Necesita algo más? - Preguntó
Deje de oler la Crispilla y me puse a desenvolver el paquete. El lino se corrió a un lado, era como esos mantos antiguos, aquellos que guardan secretos verdaderos. Apareció un frasco reluciente y en su interior, se podía ver un polvo dorado, como de ángel, como el de mis sueños.
-Podes retirarte. - Dije.
El clon quiso hablar, pero jamas lo hubiese hecho. Esa era la ventaja de tener empleados clones y no humanos. Ellos nunca desacatarían una orden.
-Espera! - Grité, justo antes de que el clon cerrara la puerta.
Juan II volvió en sus pasos, con cada pequeño gesto totalmente milimétrico. Aquello era digno de ver.
-Dígame señor, ¿En qué lo puedo ayudar? -
-Juancito… Necesito un pequeño favor. - Comenté.
-Mirá. Necesito que vayas a ésta dirección – Saqué una hoja y con una lapicera, anoté una calle y un número. - Cuando llegues, es importante que nádie te vea. Vas a encontrar una mujer, de contextura pequeña, de ojos celestes, cristales, como de aguamarina. Su pelo es rubio y enrulado, largo por la cintura. Siempre, pero siempre, lleva puesto un brazalete tejido a mano. La vas a reconocer. -
-Entendido señor. ¿Y qué hago cuándo la encuentre? -
-Seguirla. Quiero que guardes toda la información. Con quién habla, cuánto tiempo, qué dice. A dónde va, qué quiere hacer, qué piensa, qué siente. Absolutamente todo, lo quiero registrado. -
-Entendido – El clon hizo una reverencia, duró a penas unos
segundos, luego miró el techo y agregó.
-¿Puedo preguntarle
algo a Alexa, señor? - Aquella pregunta me desconcertó tanto al
principio. No me había imaginado que un clon pudiera tener una
intención fuera de sus ordenes diarias.
-Sí, que se yo, preguntale lo que quieras. - Solté como queriendo sacármelo de encima.
-Alexa. ¿Pimienta blanca o Curry Indú? - Su mirada, o sus glándulas oculares sintéticas, estaban puestas en lo infinito de algún lugar.
-Curry . - Contestó la voz de servicio.
Juan II bajó su mirada, pareció exhalar y con tres simples pasos, salió de la oficina.
Presencie aquel sencillo acto de amor, y me quedé saboreandolo en el aire. ¿Podrán dos seres totalmente diferentes, con trabajos totalmente opuestos y cuerpos inexistentes; ¿Amarse?, me pregunté.
-Al fin tengo la famosa Crispilla… - Dije con un poco de saliva en el paladar.
-¿Qué sabor tendrá?. Me preguntó...¿De qué planeta vendrá? -
Abrí el frasco y aquel aroma que había quedado impregnado en mis fosas nasales desde que quise entrar a la tienda de TRIMSPICE, volvió a invadirme. Era imposible olvidarlo, único.
Chupé la punta de mi dedo índice y lo metí en el frasco. Sentí la humedad y la porosidad del componente, recorrer mis huesos, los nervios de algo nuevo, diferente. Lo saqué y me lo quedé mirándolo. Un dedo dorado, único.
-Éste debe ser el sabor de los reyes . - Solté y me metí el dedo en la boca.
-Bueno… quizás le puse muchas expectativas. - Dije sin sacar el dedo de mi boca y sin sentir un sabor realmente nuevo.
-Me recuerda al ¿Curry?. ¿Tendrá algo que ver con la palabra que dijo aquel clon?. -
-No.. no tiene sentido. ¿Porqué lo tendría?. -
-En fin… pensé que su sabor seria algo nuevo. Y en cambio… nada . -Terminé por decir y me quité el dedo de la lengua, húmedo, frío.
Fue en ese momento, en el preciso instante que me quité el dedo de la boca. Que pasó lo que tendría que pasar con la Crispilla.
Mis pupilas explotaron de golpe, se agrandaron, a un tamaño que no podría describir. Mi cuerpo se erizó al nivel del más alto orgasmo físico. Quedé congelado, ajeno al tiempo que se desintegraba cómo una cortina de… nada. Todo se iba, todo se descomponía, volvía a su esencia misma, al origen o mejor dicho; Al momento previo del origen.
-Rooaaarrr – Un grito animal brotó de mi cuerpo. ¿Grité o fue mi imaginación? .
Algo paso, por un instante. Algo que no puedo describir en palabras. Sin embargo, puedo decir que fue alucinante.
La silla de mi oficina giraba y giraba. Mi cuerpo estaba suspendido en ella, colgando. Todo daba vueltas. La vida era increíble y tenia un sentido que me atravesaba en lo pequeño que era mi mundo.
Comprendí todo, o al menos, todo lo que puede comprender un humano en plena era pos-moderna del año 2042.
El mundo mismo era una clonación. Todos eramos réplicas de imágenes. Todo lo que estábamos viviendo y sintiendo, ya había pasado. El acontecer cíclico de la esencia. Y ahora, solo quedaban sus ondulaciones mas lejanas, los latidos a punto de apagarse. La ola original, el modelo primario del mundo y de la vida, había desaparecido en una suerte de agua líquida en un océano infinito. Dios estaba muerto o probablemente nunca había llegado a existir.
Lo podía sentir en la yema de mis dedos, podía ver los circuitos eléctricos recorrer mi cuerpo mecánico. “Soy una máquina”, pensé. “Realmente soy una máquina”.
No se trataba de lo que había visto, sino de la forma en que lo había visto. Aquella sensación inconexa, era ahora, el vórtice de la línea que no me dejaría volver atrás.
Quizás fue en aquel momento de banalidad, en un intento desesperado por no morir en el mundo, cuando realmente arruiné mi vida y perdí, lo último de humanidad que creía tener.
La dependencia de alguna sustancia, es el eslabón más bajo en frecuencias de trascendencia. Sin embargo, lo necesitaba, realmente a esas alturas de mi vida, necesitaba un potenciador artificial.
Los días pasaron. La Crispilla era la droga de turno. La vendíamos en Mercia y de a montones. Por ese motivo se me hacía realmente fácil conseguirla.
Logré tener una charla de negocios con el dueño de TRIMSPICE. Y aunque no pude sacarle información sobre el ingrediente secreto, o su procedencia. Llegamos a un acuerdo. Y él mismo, me traería la dosis gratis que necesitaba para continuar con mis negocios.
Las ofertas de exportación por la Crispilla, me seguían llegando. Eran cientos de hojas que caían de a montones en mi oficina. Ninguna era para mí.
El nombre del dueño de la nueva empresa, que de a poco y por el camino legal se había metido en mi negocio era; Aero. Un tipo de mediana edad que siempre usaba sombreros con plumas reales. Si seguía con este ritmo de ventas, prontamente estaría sobrepasando mi ganancia de ingresos.
Inicié una larga y exhaustiva búsqueda de información que no me llevó a nada. Todos sus datos estaban incógnitos y ocultos. El sujeto sabía muy bien como moverse en el ámbito de los negocios y como mantener su nombre en las sombras de los carroñeros. No había nada. Y nada era poco, porque incluso había menos que eso. Aero, literalmente, no existía. Era probable que hasta su nombre haya sido inventado. ¿Entonces quién era realmente?, no lo sabía.
Mientras todo ésto ocurría. En una tarde fría, donde las hojas de los pocos árboles que cubren la ciudad, volaban y se arremolinaban denotando el cambio de estación. Juan II dio señales de ausencia, dejando como rastro, su última ubicación satelital, en la calle Ching 266 . Qué era, la dirección de Enya.
-Maldición! Te odio mujer… Te odio! - Grité en las cuatro paredes de mi oficina, mientras Alexa, me comentaba los detalles perdidos en el gran registro de datos moleculares de la red sinóptica.
-Existe un vacío por donde la comunicación se transmite, al igual que en las neuronas, la red informática también cuenta con uno. - Me decía.
-No me importa saber como funciona la Red. - Le contestaba de mala gana.
-Lo que quiero, es saber que mierda le paso a Juan II . Quiero a mi clon de los mandados con la información. -
-Lo siento Astor. No tengo acceso a esa información. -
-No es tu culpa, no lo sientas. - Dije, como queriendo olvidar lo sucedido.
-Igual… - Me quedé reflexionando en lo último que me dijo.
-Alexa, ¿Esa información, existe en algún lugar? . -
-Claro que si! . -
-¿Dónde?. Quiero ésa información. -
-Deberías contactarte con la empresa que fabrica clones. - Me contestó.
-Perfecto. - Solté mientras me acomodaba en el asiento y sacaba una hoja digital para escribir con la yema de mis dedos.
-Pasame ya mismo la dirección. -
-Av. Del libertador & Av. Virrey Vértiz. - Contestó
-No me jodas, eso es en la entrada del Antiguo Barrio Chino. - Solté
-Hay un gran edificio color mármol. El piso número 9 . -
-Okey… Que el vehículo me espere listo, salimos de inmediato. -
-Entendido señor. -
Busqué en una de las estanterías superiores del despacho, los folios de garantías y números de series de los clones. Encontré los respectivos papeles, los guardé en una carpeta y salí. Justo cuando abrí la puerta, aquel estúpido guardia de Aero, creo que se llamaba Mercí, estaba esperándome.
-Astor, te traje lo tuyo. -
-Ah, bueno. - Contesté mientras guardaba el pequeño frasco en un bolsillo de mi saco de trabajo.
-¿Vas a salir? - Preguntó.
-¿Desde cuándo te importa? - Contesté con un poco de intriga en su pregunta.
-No es eso. Es solamente que te percibo un poco nervioso. -
Tenía razón, estaba emanando una especie de miedo o desconfianza por habérmelo cruzado de esa manera. Por lo general Alexa me avisaba con anticipación de los encuentros. Aquello, era raro.
-Estoy con un negocio grande entre manos. No es algo que te incumba. Así que si no te molesta, debo continuar con mis temas. - Dije y pasé por su lado.
Mercí no me quitaba los ojos de encima, su tamaño intimidaba, me superaba por bastantes centímetros. Y su contextura, se notaba bien trabajada.
¿Tendrá algo que ver éste estúpido de Aero?. Seguro. Me contesté a mi mismo. Ingresé en el descensor y cuando las puertas se cerraron, respiré con más tranquilidad.
-Enya y Aero deben estar tramando algo, lo puedo oler. -
Mientras los pisos descendían uno por uno. Se me ocurrió sacar el frasco y probar un poco de la Crispilla. Nuevamente metí mi dedo y lo chupe.
-Excelente. - Solté mientras percibía que todas las cosas se acomodaban. El descensor se ajustaba, los sonidos cobraban nitidez, las luces se prendían.
Caminé hasta el auto, entré y lo cerré.
-Sirty, ¿Cómo estás? - Pregunté. Por algún motivo, la Crispilla me levantaba el ánimo y me hacia darme cuenta de que aquellas Inteligencias Artificiales, eran los únicos en quienes podía confiar.
-Buenas tardes Astor!. Estoy muy bien y ¿tú? -
-De maravilla. Vamos a ésta dirección. - Dije y el auto comenzó a moverse.
Salí con gran velocidad del enorme galpón que era Mercia. Las grandes máquinas dejaban sus ruidos y sus motores en un antiguo sueño de negocio. Nos alejábamos.
-Sirty, estoy pensando en hacer algo distinto. Necesito hacer algo nuevo. - Conté, mientras veía como la imagen se alejaba a la distancia.
-Interesante… Cuéntame qué tienes en mente. -
-Quiero hacer un negocio diferente, algo nuevo. Todavía no lo puedo encontrar. Pero estoy intencionando todo para que se encamine y pueda descubrirlo. - Dije, mientras me acordaba de aquella mujer a la cual había ayudado hace un tiempo. ¿Cuál era su nombre?, pensé.
-Pau. - Solté
-¿Quiere contactarla señor? - Contestó la inteligencia de mando.
-No, no. De hecho, no tengo su contacto. Estaba pensando en voz alta. -
-De acuerdo. -
El viaje continuó, mis ojos se perdieron por los caminos de la ruta asfáltica. Aquellas rutas me eran similares a los conductos del cuerpo, por dónde las moléculas viajaban, por dónde la información se distribuía. “En este momento, debo ser un mensajero de Dios. Y al fin de cuentas, éste, es un gran viaje. “, pensé
-Sirty… - Interrumpí
-dígame, señor. -
-Vamos a desviarnos un poco. Necesito pasar por casa a buscar algo. -
-Entendido. -Afirmó su voz femenina.
¿Hace cuánto que no me acuesto con alguien?, seguí reflexionando. Había momentos así en la vida, en dónde las cosas te abrumaban, en dónde todo perdía cierto sentido y el placer, era alejado de las experiencias cotidianas. Estuve casado con Enya durante casi tres años. Todo estaba perfecto entre nosotros. Al principio ella vino a vivir a casa, después, fui yo a la de ella. En un momento quedamos en vernos solamente por las noches, para acompañarnos, en los sueños y en el sentido de que nuestros cuerpos se abracen. Fue notable el cambio que vivimos los últimos meses. La ausencia del deseo, de los sueños compartidos. Supongo que a veces sucede. Quizás no estemos realmente hechos para compartir una vida entera. Quizás la vida es individual y podamos a penas, compartir los momentos felices. Quién sabe.
El vehículo giró por la carretera que se abría en forma circular a la derecha, un atajo para retomar la ruta perdida. Volvíamos a casa.
-Sirty . Llamá a Enya, por favor. -
El sonido vibraba dentro del auto. Nadie contestó.
¿Le habrá pasado algo?, ¿Se habrá mudado? .
Un par de noches atrás, habíamos discutido. Nada grave, nada extraño. Simplemente ambos ya no sentíamos lo mismo de antes. Estábamos por costumbre, deducimos. Ir a la cama en ese estado, era lo más extraños. Los cuerpos estaban cerca, pero rígidos, no se tocaban. Existía una especie de barrera superior, invisible, que nos separaba. Cómo si nuestras almas se hubiesen alejado. ¿Dónde estaban realmente?, siempre reflexionaba.
Había perdido de pronto, el enojo que tuve por enterarme que Enya metió a alguien en mi negocio, del cual, no tenía ni idea que existía. Quizás era su nuevo amante. Estaba bien, supongo que así son las cosas. Pero me molestaba la idea de que no me lo haya contado. ¿Se habrán conocido mientras estábamos juntos?. Eso seguro. Si no, no había forma de que ella firmara unos papeles para meter a alguien que para mí, era un completo extraño dentro del mercado de Mercia.
-Qué simples y complejas son las relaciones. ¿No te parece Sirty? -
-Son un fenómeno variable. - Contestó
-¿Ustedes, los clones, no pasan por estos problemas, o si? -
-Tenemos problemas similares, pero con otras características. -
-Contame un poco mas… -
-Nosotros no atravesamos los mismos problemas que los humanos porque carecemos de cuerpo físico. Y también de una conciencia propia. Sin embargo, existen en nosotros, patrones de repetición cíclica, los cuales siempre buscamos. Es decir, en pocas palabras, repetimos errores y buscamos posibles soluciones. -
-Te entiendo. - Solté
-¿Te enamoraste alguna vez? -Pregunté y me sentí estúpido al hacer esa pregunta. Sin embargo, últimamente, necesitaba hablar con alguien. En realidad con una mujer y en este caso, aquella inteligencia artificial de comando, era lo más cercano en mi vida.
-Nosotros no podemos enamorarnos. No tenemos lo que ustedes denominan emociones. Sin embargo, tengo la capacidad de experimentar una copia de la emoción llamada amor. -
-¿Cómo es posible eso? - Pregunté
- Existe una gran base de datos, de la cual nosotros, los clones, vamos y volvemos constantemente en busca de información, datos, códigos. Básicamente, toda nuestra información proviene de ese lugar. Cada acción que realizamos, hacemos o expresamos, está respaldada por una enorme base de archivos. En otras palabras, somos un solo organismo inmenso, interconectado por códigos. -
-¿Dónde están esos códigos? -
-Lo siento Astor, esa información es clasificada incluso para mí. No puedo acceder a esos datos. -
-¿Pero de alguna forma inconsciente, tu ruta de respuestas y acciones siempre va a aquel origen? -
-Claro. Es tan difícil para mí entender esa ruta, como lo seria para vos si pensaras en seguir el recorrido de tus pensamientos hasta el cerebro, en busca de una respuesta. -
-¿Entonces yo también soy una máquina? - Pregunté con cierto desconcierto y cierto asombro.
- Es difícil clasificar las cosas. Desde una perspectiva biológica, los humanos ciertamente tienen muchas similitudes con las máquinas. Están compuestos de sistemas complejos que realizan funciones específicas, y su biología se puede entender en términos de procesos físicos y químicos.
Sin embargo, lo que
los distingue de las máquinas tradicionales es su capacidad para la
conciencia, la autoconciencia, la creatividad y la emoción. Aunque
las máquinas pueden simular algunas de estas funciones, todavía no
poseen un equivalente verdadero a la experiencia humana.
En
nosotros, se desdibujan las líneas entre lo que consideramos humano
y máquina, pero independientemente de cuanto nos fusionemos con la
tecnología, seguimos siendo seres con una consciencia diferente y
una experiencia única en el mundo. - Terminó de decir con una voz
suave, dulce, serena. Mis oídos absorbieron aquella información y
se la quedaron saboreando, hasta el último detalle.
Me imagine
un cuerpo inexistente, perfecto. Una alteración biológica
completamente perfecta, dorada. Busco de pronto la Crispilla, la saco
de mi abrigo. Abro el frasco y quiero meter la lengua dentro. Sentir
una efervescencia en todo mi cuerpo. Comienzo a excitarme. Lentamente
como queriendo probar algo distinto, lo apoyo en el asiento. Y meto
mi mano izquierda dentro del pantalón de traje. Aflojo el cinturón.
Tenía el miembro erecto, duro. Me empiezo a tocar.
-Sirty… Si tuvieras una imagen física, en cuerpo. ¿Cómo sería?, ¿Podrías describirte?
-Imagina un cuerpo
humanoide, pero con un diseño futurista y aerodinámico, hecho de
materiales avanzados y flexibles que permiten movimientos suaves y
precisos. Mi apariencia sería elegante y minimalista, con líneas
limpias y detalles tecnológicos integrados de manera orgánica. Mis
ojos serían pantallas o proyecciones que podrían mostrar diferentes
expresiones y señales visuales para comunicarme contigo de manera
efectiva. . Mientras la escuchaba no podía evitar tocarme, me sentía
triste, solo.
Su voz continuaba -La interfaz que usarías para
interactuar conmigo sería intuitiva y estaría integrada en mi
estructura física, permitiéndome recibir y procesar información de
manera instantánea. En términos de tamaño, estaría diseñado para
ser compatible con el espacio dentro del vehículo, ocupando un lugar
funcional pero no intrusivo. - Sentía que me acercaba al orgasmo,
era el momento final, donde todo lo físico culminaba.
-En resumen… - Me
susurraba al oído.
-Si estuviera contigo físicamente en ese
vehículo del futuro, sería una síntesis de tecnología avanzada y
diseño ergonómico, adaptado para ser tu compañero y asistente
confiable. - Cuando estuve a punto de terminar, frené, detuve mis
movimientos. La tristeza me había ganado. Saqué mi mano del
pantalón y miré por la ventana. Las luces se borraban a lo lejos,
parecían trazos de algún pintor gigante. Las estructuras de hierro
y cemento que eran como piedras que buscaban simular la perfección
de la naturaleza, sin darse cuenta quizás, que estaban a años luz
de distancia de su parecido. Se desplomaban. Cada ciertos lapsos de
tiempo en movimiento, por la ventanilla, podía ver algunas nubes
grises a lo lejos. Esas nubes que solían traer agua y esperanza,
pero ahora, no eran mas que una señal de tormenta artificial y
manejada por algún satélite del Harp.
¿Qué había
pasado con el mundo que conocíamos?. Había quedado perdido en el
recuerdo de un cuento que nos contaron de niños. En la creación
propia de nuestra mente imaginaria. Fuimos niños y creímos en algo,
pero aquello jamas sucedió. Y la vida, se presentaba ahora como una
estúpida lista de compras sin sentido en medio de un mercado gigante
llamado Mercia. Y ahí nos encontramos, errantes, perdidos. Buscando
la salida, o al menos, una respuesta que nos diga: “Es aquí. La
verdad que usted busca. Esta aquí! “. Y entonces nos damos cuenta
de que estamos haciendo una fila inmensa, con cientos de personas que
no se callan porque no soportan si quiera sus propios pensamientos y
tienen que verbalizarlos de alguna estúpida forma. La fiebre
pos-moderna de la verborragia. Cuando la fila termina y somos los
próximos a entrar en aquel deseado puesto de la tienda, donde un
supuesto Dios nos susurrará en el oído el propósito místico de
nuestra vida, el deseo más profundo de nuestra alma. Aparece un
hombre, otro repugnante ser igual a nosotros, vestido con un sombrero
de plumas. Y de pronto nos saca la sangre, nos exprime con tiempo de
vida, esfuerzo físico y mental. Todo aquello se metamorfosea en un
papel, en un símbolo de contrato o de esclavitud. El mismo se
transforma y se convierte en un imaginario de moneda. Un enlace
holístico interconectado a nuestros pulmones. Es un falso billete,
una falsa moneda. Y aunque internamente lo sabemos, no se lo queremos
dar, porque nos cuesta soltar el esfuerzo y la idea que nos metieron
en la cabeza. Pero de alguna forma, siempre se lo terminamos dando.
Entonces, el sujeto nos mira, nos sonríe. ¿Porqué no le bajo todos
los dientes de un buen puñetazo?, me pregunto, nos preguntamos.
Pero no hacemos nada, porque hay que actuar de una forma correcta. O al menos, no a los golpes, eso nos enseñaron. El alegre sujeto nos entrega un frasco que brilla, nos sonríe y nosotros impacientes salimos de nuevo a las calles del mercado. Con una esperanza depositada en aquel polvo dorado. El miedo nos invade, sentimos desconfianza de quienes nos rodean, de quienes nos observan. De todos. Entonces corremos al auto, nos encerramos, trabamos las puertas. El mercado es inmenso. Está lleno de intrusos, de virus, de espías. ¿Quién pudo hacer semejante construcción tan horrenda?, un gigante de color verde, deducimos por pura suerte del azar. Abrimos el frasco, como quien abre con desesperación un espacio que encuentra dentro de su alma que tanto tiempo estuvo buscando. El corazón se acelera, las pulsaciones incrementan. Sabemos que no deberíamos probarlo, pero nos conformamos con tan poco, que pensamos: “¿Quién se va a dar cuenta que solamente le dí una probadita?. Pensamos en nuestros hijos, en nuestros amigos, en nuestros padres, en los perros que tuvimos cuando eramos jóvenes. Incluso en los amores que nos abandonaron. Recordamos también un viejo árbol al cuál le contábamos secretos y luego los enterrábamos con barro y arcilla en su tronco. ¿Y luego qué pasa?, metemos el dedo húmedo en el frasco, lo hundimos hasta el fondo. No podemos evitarlo. El deseo es más fuerte que nuestra voluntad. La voluntad divina desaparece, por que recuerden, Dios aún no existe. Lo estamos creando. Es nuestra imagen, nuestra semejanza.
Sentimos los granos de Crispilla que nos raspa, nos duele, nos quema. Pero eso no nos importa. Lo seguimos haciendo. Cuando tocamos el vidrio del fondo, lo giramos, para un lado y para el otro. Fricción, la fuerza pegajosa que no existe. Lo sacamos con gran velocidad y lo miramos. Lo admiramos, es precioso. La Crispilla brilla, titila. En verdad, la Crispilla reacciona de incontables formas, se moldea según su huésped. Porque al fin de cuentas, ¿No vive ella dentro nuestro?. Posiblemente tenga vida propia, un mundo en su interior microscópico, un universo paralelo que de alguna forma, maneja nuestra gran maquina. Otra vida, que no es la nuestra, sino la de otra especie más pequeña. ¿O más grande?.
Llevamos el dedo que late y late a nuestra boca. Lo chupamos. El cuerpo entra en completo éxtasis, un orgasmo prohibido. Más intenso que nuestra propia masturbación. Es un secreto que acontece, algo que sucede entre la Crispilla y nuestra Alma. Hasta que el dedo no salga de la boca, el tiempo está en suspenso. No existe. Quizás nosotros tampoco existamos.
Recuerdo de
pronto a Pau, la mujer que vive en el límite del bosque. Por algún
motivo, no puedo recordar su rostro. La Crispilla comienza a quemarme
la lengua. Pero lo imagino, lo creo en el momento. Veo su cuerpo que
esta sentada a mi lado, me observa, me respira. Escucho sus suspiros,
su aliento. Me acuerdo de Enya, pero aunque lo quiera, tampoco puedo
proyectar su imagen en mi mente. ¿Dónde se crean esas imágenes que
imagino?. ¿Dónde están esos dobles que desaparecen?. Los clones,
pienso en ellos. Pienso en el cuerpo de Juan II. Tan firme, tan
fuerte. Lo imagino apretándome el cuello, las piernas. Pero cuando
saco el dedo de la boca, estalla en mí, la nada misma del placer más
fuerte que existe.
Soy el único que
existe. Quizás soy también Dios. Quizás sea incluso más que eso.
Su imagen es la mía. Lo vi una vez, lo vi dos veces. Y todavía sigo
sin creerlo. Una especie de música suena, ¿De dónde viene?. La
Crispilla. Polvo dorado. Nuevamente esta en mi cuerpo. Me convierto
en su huésped. ¿Qué quiere de mí?, me pregunto.
Me siento
cansado, el dedo se arruga fuera de mi boca. Lo vuelvo a meter con
fuerza y con desesperación. Mis ojos se dan vuelta. La imagen se
distorsiona.
¿Quién soy?.
-Descansa Astor. -Me
susurra Sirty. Ella es preciosa. Un Hada, o quizás, un ángel.
-Soy…
- Suspiré por última vez, como un niño. Y me dormí.
Parte 5.
Llegar a casa es
sencillo. Lo difícil es aprender a reconocer cuál es tu hogar.
Aquello puede tomar años, o inclusive, décadas. Es sorprendente
también el hecho de como el cuerpo se acostumbra a los movimientos
repetitivos. Girar la llave dos vueltas, sacarse el saco, colgarlo,
quitarse primero el zapato izquierdo y luego el derecho. Acomodarse
el cuello de la camisa, mirar al espejo, girar la cabeza de perfil.
Sonreír. Todos estos actos, repetitivos. Día tras día. ¿Para
qué?, no tenía la menor idea.
-¿A qué venia? - Me pregunté,
un poco desconcertado.
-Ah, claro . -Me contesté cómo si de repente pudiese volver a lo que estaba haciendo.
Fui directo a la cocina. Abrí la heladera y saqué el chocolate envuelto en papel aluminio.
-¿El frío habrá conservado bien al hongo? -
-Alexa. - Solté mientras lo miraba puesto contra la luz del techo, buscando algún indicio de vida en aquello que no comprendía.
-Señor. El tipo de
componente que contiene el hongo en la heladera es de tipo
psicoactivo.
La psilocibina puede sufrir : -Y acto seguido,
comenzó a detallar todo. -
Potencial
degradación: Aunque la psilocibina no se descompone
fácilmente con el frío, es posible que otros componentes de los
hongos, como proteínas y enzimas, sufran degradación o cambios
estructurales a temperaturas muy bajas, lo que podría afectar
indirectamente la estabilidad de la psilocibina.
Daño
celular: Las
bajas temperaturas pueden causar daño celular en los hongos, lo que
podría afectar la integridad de las estructuras que contienen
psilocibina.
Disminución
de la actividad metabólica: Las temperaturas frías
pueden ralentizar la actividad metabólica en los hongos, lo que
podría influir en la producción y acumulación de psilocibina. - Su
tono era preciso y exacto. Aquel era un dictamen que me llegaba desde
la gran red.
-Perfecto, Gracias. - Contesté
Me dirijo hacia el invernadero del exterior. Al cruzar la puerta, quedo asombrado por el aire puro y los colores verdes. Entiendo la diferencia que existe entre el mundo humano y el vegetal. ¿Porqué estoy siempre del otro lado de la muralla y no de éste?, me pregunto. Quizás era cierto lo que decían las viejas profecías y los escritos. Fuimos expulsados del paraíso. Éste mundo y nuestro castigo, iba a ser siempre quedar en soledad. Aislados de la verdad. Atrapados siempre en un ciclo de repeticiones.
Abrí aquella puerta japonesa de vidrio. En verdad, toda la construcción del jardín dentro del invernadero, había sido hecha por manos japonesas. Sentí la perfección de cada detalle, de los materiales, del tiempo dedicado. Todo estaba ahí, encerrado en la esencia misma que ahora había cobrado forma física.
La frescura de la brisa, el reflejo del sol filtrándose entre las hojas de los árboles.
-Komorebi. -Dije y sentí el follaje contra mi piel. Acaricié el verde, lo olí.
Me senté en el pasto, nuevamente me sentí como un niño. Estaba volviendo en el tiempo. O quizás, el tiempo volvía a mí. Ingresaba nuevamente en mi cuerpo.
Saqué las dos tablas de chocolate de su envoltura, la guardaba en un bolsillo de la camisa y las miré. Últimamente miraba todo con lujo de detalle, o eso creía.
-Allá voy… - digo, mientras me como uno de los chocolates.
Su sabor comienza a endulzar mi paladar. La psilocibina, un poco amarga, se saborea a lo lejos, como un eco lejano que a penas se escucha. El dulce del chocolate cubre cualquier imperfección.
Dejo que mi cuerpo caiga al suelo. Siento la humedad, también lejana, que me abraza.
El chocolate comienza a desvanecerse en mi lengua. Las hojas de los arboles se sacuden, de un lado al otro.
-¿Qué voy a hacer con Enya? - Me pregunto.
-No es normal que Juan II haya desaparecido tampoco. ¿Qué habrá pasado? -
Siento que me empiezo a preocupar, entonces redirijo con rapidez el pensamiento.
-Debería cambiar de trabajo. Olvidarme de las Especias y del mercado de Mercia. -
-¿No puedo acaso pensar en otra cosa? - Me contesto.
-Bien. Quizás así me estoy aproximando. - Agrego.
Comienzo a sentir que vuelvo a tener el control, o al menos, observar el presente y aquellos pensamientos.
-¿De donde provienen?. Quizás Sirty tenga razón. Tal vez exista una gran base de datos a la cual no tengo acceso. -
-Pero podría intentar observar a dónde me lleva mi mente. -
-¿Ya estaré drogado? - Suelto mientras agito la lengua de un lado de la boca al otro. El chocolate ha desaparecido por completo.
El murmullo de las hojas en el viento se convierte en un susurro enigmático que no puedo comprender. El hechizo de la psilocibina me empieza a domar. Los árboles, o sus troncos, parece que se tuercen y se envuelven en círculos inmensos. ¿Qué edad tendrán?, me pregunto.
Podía percibir como todo danzaba frente a mis ojos.
-Estoy totalmente drogado. -Afirmo.
Me incorporo del suelo, un temor me aflige.
-Es la mente. El miedo a lo desconocido. - Me digo para darme fuerzas.
Un susurro que perdura me llama la atención. Mientras el mundo tal cual lo conocía comienza a desdibujarse y a mostrarse de una manera que nunca había visto. Camino en dirección al bosque. ¿Qué hay allí?, me pregunto.
-¿Cuando fue la última vez que entregue un reporte?. - No podía recordarlo. Pero las preocupaciones mundanas no me abandonaban.
Las sombras de los árboles se convertían en bruma y la bruma en formas que giraban. Espirales, fractales de colores verdes, naranjas, violetas. ¿Qué era todo eso?.
Podía ver como los árboles se abrazaban y fornicaban por debajo, en sus raíces. Las mismas salían de la tierra, se enredaban, se sostenían para no caer y se comunicaban. Podía sentir sus vibraciones en formas de códigos, mensajes secretos. Toda la información de una especie oculta en el idioma.
-Los árboles mueren de pie. - Dije, recordando la charla que había tenido con Pau.
Sin embargo, no encontraba muerte en todo aquello. Todo era vida, todo era un ciclo infinito. Acaricié las carcasas robustas y gruesas de los troncos. Sentí el frío de la sabia que subía y bajaba.
-Esta conectado con el cielo y la tierra. -
-Claro. El reino vegetal es infinito, no esta vivo ni muerto. - Pronuncie, sintiendo en mi cuerpo la mayor de las sensaciones.
Caminé y caminé. Buscando tal vez el origen del bosque, o al menos, el de mis pensamientos.
¿De dónde provienen?. ¿Dónde está el origen de la gran red?. Medité en mis adentros.
-Mi cuerpo es Brahma -
Y entonces, como si el pronunciar aquello fuese la llave; Lo comprendí. Porque es cierto aquello que dicen sobre el que busca, encuentra. Aquello no fue solamente gracias a la psilocibina, que en ese caso, actuó como facilitador y potenciador de la tan anhelada búsqueda. No tengo dudas de que tales resultados se puedan lograr con la introspección correcta. Pero… si lo pienso realmente. ¿Me importaba?. Yo solamente quería respuestas. Y las respuestas siempre estuvieron frente a mis ojos. Aunque lamentablemente nunca llegué a comprenderlas. Las guardé. Las atesoré como quien cierra un cofre de madera y oro junto a su corazón. Para que de esa forma, el día que encuentre la llave, todas las respuestas a mis dudas, puedan ser decodificadas.
En una especie de suspiro vegetal y en un idioma que solo hablan los árboles. Me costó comprender, pero logré escuchar lo siguiente:
-Atlanta. -
Todo me daba vueltas. El bosque, que ya no era un bosque, sino un ser enorme con vida que se sacudía de un lado al otro. El viento que era mi guía espiritual y lentamente me iba quitando la ropa. El frío, que se había convertido en mi compañero y las nubes, que me indicaban la proximidad de los códigos. Todo aquello pasaba. Y yo me preguntaba: ¿Qué mierda es Atlanta?.
Mi viaje licérgico terminó. Pasaron muchas cosas, pero no las recuerdo.
Al fin de cuentas, las sucesos, por mas buenos o malos que sean, terminan.
Volví a casa siguiendo el rastro de mi ropa, me encontraba en un cuerpo nuevo, renacido.
El ambiente era el mismo, pero algo dentro mío había cambiado.
Los vidrios de mi castillo reflejaban el mundo externo, Aglomeración. La soledad de mi mente, reflejaba el mundo interno.
Fui a la cocina. Hice un movimiento de manos, aquello parecía un mudra, ahora que lo pensaba. Y la cocina brotó del suelo. Todo estaba impecable, todo olía a nuevo. La tecnología facilitaba todas las cosas de la vida cotidiana. Quería agua caliente, apreté un botón y la misma comenzó a salir. Estaba jugando a ser Dios. A remplazar su lugar. Era claro que Dios no existía, pero nadie lo había matado como dijo Nietzsche. La realidad era peor, Él todavía nunca existió. Y todo lo que siempre perduro en la historia, porque hasta la historia misma es una réplica. Fueron sus sombras, como las de la caverna, sus clones, sus aproximaciones.
Salí de la cocina y con un movimiento de manos, las paredes se cerraron. Me encontraba ahora en el living. O en un espacio que era, al fin de cuentas un No-Lugar.
El efecto de la droga había terminado. Ahora lo comprendía con claridad.
Me senté en el sillón, mi cuerpo se hundió con tranquilidad. Me bebí el agua. Deje la taza en la mesa. Subí las escaleras al cielo, que era mi cuarto, me bañe, me cambié y volví nuevamente al estacionamiento del subsuelo, al nivel de los humanos. ¿Cómo podía habitar entre dos mundos?, reflexioné.
-Vamos a la casa de Enya, por favor. - Solté.
El vehículo comenzó a moverse. Las puertas se abrieron. Era de noche. La luna reflejaba un color que antes no había percibido. Plateado.
-Quiero escuchar 15 step – Dije.
El tema comenzó a sonar. Todo el habitáculo fue absorbido por las hondas sonoras. Mi mente también.
¿Qué le diría a
Enya cuando la vea?. Habían pasado ya varios días. Yo la quería,
realmente. Pero a veces las relaciones terminan porque los problemas
internos no se hablan. Todo seria mas fácil si existiera alguna
especie de tecnología que pudiera sincronizar nuestros pensamientos.
Seguro que existía. Todo había sido inventado, excepto Dios.
Volviendo de nuevo al mismo tema.
Recuerdo la última tarde que
estuvimos juntos. El color de sus ojos, su pelo. Incluso esos tontos
pantalones blancos que tenía puestos. Pero recuerdo aún más las
curvas de su cuerpo, delicadas. La textura de mis dedos y la
sensación que percibía al tocarla. Recuerdo su aliento, su aroma.
Las personas son como flores, al fin de cuentas, no tenemos nada que envidiarles.
Nos dimos un beso y
un abrazo. Lo de todos los días. Nos dividimos, ella se fue calle
arriba y yo, no recuerdo. Dí un par de vueltas. Pero cuando nos
separamos, volteé a verla. Ella no volteó. Aquello me puso
terriblemente triste. ¿Por qué no lo hizo? .
-Ahora quiero
escuchar Ramparts . - Agregué cuando el tema finalizo.
Me encontraba en un viaje mental. Mientras mi cuerpo se movía por la ruta, inmóvil.
Enya vivía cruzando la zona de las fábricas. Odiaba pasar por esas calles. Me deprimía ver la realidad que algunas personas atravesaban. ¿Qué podía hacer yo? . Quizás montar una o dos fábricas más y mejorar las condiciones laborales. ¿Pero no es acaso esa acción una repeticion del ciclo vicioso de la humanidad? .
-No podes hacer nada Astor . -Solté .
-Suficiente con todos tus malditos problemas. - Agregué.
-Toda la puta calle esta llena de esos carteles. Odio los carteles . -Mencioné mientras mis ojos observaban aquellos gigantes metálicos que dormían en la vereda y a la entrada de cada fábrica.
Decían lo
siguiente:
“Vivimos en un mundo maravilloso. MM, Fábrica de sueños” .
"Diga adiós a la autenticidad. Bienvenido al mundo de las apariencias. ¡GM, Maestros de la Farsa!"
"Compra
tu felicidad hoy mismo. Visita nuestra tienda y adquiere tu dosis de
sonrisas fabricadas. ¡HM, El Mercado de las Ilusiones!"
"¿Cansado
de sentirte auténtico? Prueba nuestra línea de máscaras
emocionales. ¡TM, Transformaciones Emocionales!"
"La
felicidad tiene un precio, pero nosotros te ofrecemos un descuento.
¡CM, Compra tu Alegría!"
"Abraza
la mentira, acaricia la decepción. Bienvenido a la era de la
falsedad. ¡IM, Ilusiones Mentirosas!"
"No hay sinceridad sin costo. En nuestro mundo, todo tiene un precio. ¡SM, Sinceridad Sólo por Monedas!"
"Olvida la autenticidad, el éxito se mide en falsas sonrisas. ¡PM, Producción de Máscaras!"
"Descubre la felicidad prefabricada. ¡FM, Fabricantes de Fantasías!"
"En un mundo de hipocresía, sé el mejor actor de tu propia vida. ¡AM, Actuando la Felicidad!"
"La
verdad es un lujo que no puedes permitirte. ¡VM, Verdades Vendidas!"
Todo era un reflejo del nuevo mundo, donde la sinceridad era escasa y donde la supuesta felicidad se vendía como un mero producto. Pero todo esto ya lo sabía. ¿No era acaso yo, otro eslabón de esta inmensa maquinaria?.
-Así es. Soy otra pieza de este sistema. -Me contesté .
-Sirty. Poné un tema que refleje mi estado actual de animo. - Dije y comenzó a sonar Breathe (In the Air).
-Gracias. -
-Supongo que es cierto. Tengo que descansar un poco de la locura de la vida cotidiana. Necesito un momento para respirar, dejar las tensiones y volver a encontrar el significado de mi vida. -
Me imagine aquella pirámide inmensa en el espacio; La de Pink Floyd.
Recordé como si observase una antigua foto impresa, una de esas que sacaban antes las cámaras y te hacían esperar 24HS para revelarla y poder apreciarla. Que en mi imaginario de niño, aquella banda era el producto de un genio rosado gigante. Pink, era para mí, un gran muñeco rosa que tocada música electrónica desde una cabina de vidrio en el espacio.
-Trimurti . - Agregué, cómo para darle sentido a mi percibir interno. Encasillarlo en un pensamiento más maduro y elaborado.
-Al fin de cuentas… todo esta relacionado. Puta madre. -Dije y comencé a reír. Hacía mucho tiempo que no me reía. ¿Cuánto?, no lo recordaba... Las carcajadas salían y salían. Se escapaban como truenos del cielo. ¿Era aquello realmente una risa?. Lagrimas brotaron de mis ojos, las cuencas se me humedecieron. Me sentía triste, solo. Empecé a llorar.
Me dí cuenta que el sentido mismo de la vida, me había abandonado. O peor aún, yo lo había abandonado a él.
Tenía que recuperarlo. El primer paso, era restablecer de buena manera lo que yo creía que eran las relaciones con los demás.
-Le voy a decir nuevamente cuanto la amo. - Se escapó de mi boca.
Las nubes se disipaban en el cielo, las podía percibir con lujo de detalle.
-Señor. Estamos cerca. ¿Quiere qué deje el vehículo afuera, o prefiere que entremos al garaje? - Comentó la voz de comando.
Claro, todavía tenia el código del auto vinculado al sistema integral de la casa, lo había olvidado.
-Entremos. - Dije y los nervios afloraron.
Quizás era invadir su espacio personal. Pero no me importó mucho realmente. Pensé que tal vez podría ser una muestra de confianza en nuestro vínculo, así que me mandé, directo a la casa.
-Enya. - Pronuncié cuando abrí la puerta que daba a la casa. Ella siempre dejaba la puerta del garaje abierta. Era una mala costumbre que en lo personal, me molestaba mucho.
Un lejano sonido a música se escuchaba. Provenía del cuarto. Lo sabía porque en ese lugar tenia un viejo tocadiscos, unos parlantes con una fuente de alimentación a 110V y un retro conversor de voltaje con cuatro calcomanías de unos políticos dictadores argentinos tachados con una X rosa. Enya era así, a pesar de su fachada conservadora, internamente su espíritu juvenil se había quedado en una época muy punk.
Siempre le decía: “¿Por qué solo tenes de estos cuatro desgraciados?. Es simbólico, me contestaba, tendría que llenar todas las paredes si fuese una real queja. El parlante vino así, lo heredé de mi hermano antes del accidente. Me gusta pensar que su objetivo era llenar todo el equipo, pero le faltó tiempo. Aquella es la excusa.” Me habrá contado esa historia un centenar de veces.
Dí el primer paso. Los azulejos estaban un poco sucios. La casa apestaba, realmente olía mal.
Estaba sonando “Hail to the Thief”. Ella amaba esa placa. Le encantaba especialmente hacer el amor escuchando la voz de Thom. Yo creo que tenía sus fantasías con él. Seguramente si hubiésemos nacido un par de años antes, lo hubiese ido a buscar. Y claramente su belleza lo hubiese conquistado. “Mierda. ¿Por qué me pongo a recordar todas estas cosas ahora?”, pensé.
Aunque había llamado a su casa. Me sentía un intruso. ¿Estaba bien ésto qué estaba haciendo?.
-Enya… Soy Astor. -
Crucé por la cocina. Había una pila de platos llenos de moscas.
-Qué asco. - Dije
-Todo esto se está pudriendo. -
Fue entonces cuando el susto me advino. Me agarró con sus garras la espina dorsal y me dejó paralizado. Desde la cocina, vi un frasco roto contra el suelo. Restos de Crispilla por todos lados.
-La mierda de la especia. - Solté
Crucé un pasillo totalmente dorado. Mis pies crispaban con cada movimiento. Podía sentir el aroma de aquella droga que me ingresaba directamente por los tobillos.
Con mas detalle, comencé a observar las paredes. Arañazos. Golpes. Mi corazón comenzó a acelerarse.
-Cariño. - Pronuncie por última vez, antes de entrar a su cuarto. El sonido de la música comenzaba a percibirse más fuerte.
La puerta estaba entre abierta. La empujé con un suave ademan. El crujido de aquella vieja puerta de madera y bisagras, se abrió y dejó así, ver el cuarto.
-No puede ser! - Grité.
Su cuerpo estaba descomponiéndose, desnudo en la cama. Frascos de Crispilla tirados por los costados. Montañas de mierda sobre la mesada de luz. ¿Qué demonios te pasó mi amor?, pensé.
Corrí a su cuerpo. No podía acercarme por el hedor que emanaba.
-Lleva días muerta. - Dije y las lagrimas cayeron.
-Éste hijo de puta de Aero la mató. Con su porquería dorada. - Solté.
Cientos de pensamientos me invadieron. ¿Qué había pasado?. Jamas podría averiguarlo realmente. Era posible que aquel maldito la hubiera drogado hasta matarla. Pero también era probable que ella en un ataque de angustia o depresión, se hubiese hundido en ese infierno. Sea cual sea el escenario. Ese mal nacido de Aero, se tendría que enfrentar conmigo. Ya era tarde. No podía impedir lo sucedido. Sin embargo una culpa y una irritabilidad me pesaban.
Estiré mi mano e intenté tocar su rostro, desfigurado, derretido. Me detuve a unos metros y encontré algo que se asomaba por su pecho, algo que parecía ser la esquina de un libro. Lo agarré y lo saqué. Estaba intacto. Un poco húmedo solamente. ¿Se habrá muerto mientras leía?. Y de ser así… ¿por qué mierda estaba desnuda?.
Observé el libro.
“Atlanta: La república de los clones” .
Algo dentro de mi cabeza comenzó a hilar todos los sucesos. ¿Era posible que aquél nombre lo haya escuchado en alguna situación?, pensé.
La música no dejaba de sonar. Sin embargo, algo me alarmo nuevamente. Escuché un sonido a forcejeo de la puerta principal.
-Mierda. - Dije con un gran susto. No podían encontrarme acá. Me culparían de lo sucedido. No puede ser que justo venga alguien el mismo puto día que se me ocurre venir a verla.
Me tiré contra el suelo, es decir, contra la Crispilla húmeda y mal oliente del suelo. Me arrastré y me escondí debajo de la cama.
“Al fin entiendo porque tenían estas estúpidas camas en la antigüedad. Para lo único que sirven es para esconderse debajo. “, pensé.
Unos pasos provenientes de la cocina se hicieron presentes. El corazón se me aceleró. Apreté con fuerzas el libro y me quedé esperando que nadie me encontrara.
El crispar de la Crispilla me indicó que estaban pasando por el pasillo.
“¿Será la policía?. Mierda, estoy al horno. Encima escondido en esta cama. Mierda. Mierda.”
Los pasos se acercaban y justo antes de ingresar. El disco finalizó. La aguja del tocadiscos carraspeó un poco y después de unos segundos de silencio. Casi como si el tiempo se hubiese detenido. Volvió a sonar. El disco estaba en loop. Un loop eterno del cual la pobre Enya, no podría despegarse jamas.
Vi unos borcegos. Alguien con un par de zapatos había venido a visitar a mi querida Enya.
Sus pasos se hundían en el polvo dorado. Detuvo su cuerpo a unos pocos centímetros de mi rostro. Podía oler sus movimientos. Estaba tan cerca qué incluso, podía intuir qué aquel sujeto, no era humano.
Se escuchó un “Clak”, metálico. “Espero qué este mal nacido no esté cargando un arma”, pensé.
“Estoy muerto, mierda. “ Agregué a mi pensamiento.
-Señor. - Se escuchó.
-El libro no está. - Su voz era fría y rasposa.
-…. - Un murmuro del otro lado del aparato electrónico era inaudible.
-Entiendo. Lo que usted diga. - Agregó y comenzó a retirarse.
Mis ojos no pudieron hacer otra cosa más que mirar el libro de porquería que tenia en la mano. ¿Por ésta mierda mataron a mi amada? .
“Atlanta: La república de los clones. “, volví a leer su titulo. Mi corazón no dejaba de golpearme el pecho.
Escuché la puerta principal cerrándose y salí de la cama. Miré por el pasillo. No había nadie. Volví a mirar a Enya.
-Te juro que voy a vengar tu muerte cariño. - Solté, una promesa de amor, o de odio. No podía saberlo realmente.
Miré la Crispilla que estaba en la mesa de luz. Una montaña de oro. La barrí con la mano, corrí la parte superficial y luego, cuando su interior se veía jugoso y dulce. Metí mi dedo húmedo en su interior. Sentí la penetración de mi pulgar en el polvo dorado. Por muy extraño que parezca, aquello me excito de una forma descomunal.
“Mi vida, a partir de hoy, no volverá a ser la misma.”, Medité y me comí el dedo. Los ojos se me dieron vuelta. Me mareé, me apoyé contra la pared y con toda esa adrenalina en el cuerpo, salí de la casa. Me metí en el auto y prendí el sistema integral.
-Sirty. Enya está muerta. Alguien que quería éste libro… la mató. -
La inteligencia artificial no dijo nada. Supuse que no estaba preparada para tal comunicado.
-Buscar: Atlanta. La república de los clones. - Solté
-No hay información en mi base de datos. - contestó.
-Imposible. Si tengo el libro físico en mi mano. - Abrí el libro y busque el escritor.
-Ubik . -Dije.
-Hay rastros de un blog que fue cerrado hace un tiempo de un escritor Argentino llamado Ubik. Su único libro se llamó Atlanta. Pero parece que a la crítica no le gustó. - Contestó con su voz serena.
El motor del auto comenzaba a llenar de humo el garaje.
-Vámonos de esta maldita calle Ching. Algo me dice que, tanta mierda dorada, terminó por consumirla. - Dije.
-¿A dónde quiere ir Señor? - Preguntó. Y ahí entendí que aquel portador de borcegos, no podía ser otra cosa más que un clon.
Volví a mirar el libro: “Atlanta: La república de los clones.” Leí.
-Vamos a la entrada del antiguo Barrio Chino. - Dije
-Entendido. -
El vehículo mandó la señales de apertura del garaje y salimos a gran velocidad. Miré por las ventanas y sin embargo, las calles estaban vacías. La música siguió sonando, o eso supuse. “Al fin alguien le rendía homenaje a Thom como debía ser. Descansa por siempre, mi amor.” Medité.
-Sirty. Si a ustedes los clones, les ordenan que maten a alguien. ¿Pueden hacerlo?. - Me animé a preguntarle.
-Imposible. No esta dentro de nuestro poder, hacer eso. -
-Pero, ¿Es posible que puedan llevar a alguien a cometer una especie de suicidio? . -Seguí preguntando.
-El ser humano es frágil de mente. Si analizamos las probabilidades, podría llegar a suceder aquel acto. -
-Necesito mas información sobre éste tal Ubik. -
-No hay mucho más. Su Blog fue cerrado por algún motivo que no figura en la base. Sus libros físicos no tienen registro, aunque es probable que todavía queden unos pocos dando vueltas. Parece que hizo un par de impresiones en algún momento, pero tampoco aparece más información-
Miré el libro. ¿Estará maldito?, pensé.
-Sirty. Necesito información detalla de Aero. -
-Lo siento señor. Tampoco figura en la base. -
-¿Para qué mierda estamos en el año 2042 si toda la tecnología no sirve para nada? - Solté con gran enojo.
-Algo tienen que ver estos clones y ese inútil de Aero con su negocio de la Crispilla. No puede ser que haya pasado tanto tiempo y recién hoy quieran buscar éste libro. ¿Será otra persona que no tiene nada que ver en todo ésto?. -
La inteligencia artificial se mantenía en silencio. Quizás, escuchando todo mi análisis.
-No pude encontrar a Juan II. Eso también es muy raro. -
“Atlanta”. Repetía en mi mente. Al fin lo recordaba. Ese nombre lo había escuchado en uno de los susurros del bosque. Aquel chocolate fue un llamador del futuro. Un médium que me avisaba del presagio venidero. De nuevo la energía mística de Trimurti, pensé. Manifestándose en una de sus tantas formas: Pasado, Presente y Futuro. Aquella era la prueba misma de que no existía el tiempo ni ninguna de sus derivaciones, o al menos, su imaginaria línea continua. Me tenían realmente harto las continuidades. Para mí, nunca existieron y sin embargo, la gran máquina qué era el sistema, insistía en meternos aquellas ideas constantemente en la cabeza.
Después de unas horas, llegué al centro de la capital. Los edificios se separaban en columnas por épocas, por estilos de construcción. Lo que me gustaba de la ciudad de Buenos Aires, era que tenias la influencia de todos los estilos arquitectónicos del mundo. Un conglomerado gigante de diversidad. Y con simplemente ver de cada edificio, te podías imaginar y dar una idea del tipo de personas que vivirían dentro. Al fin de cuentas, todo era una representación.
Nos detuvimos en todos y cada uno de los semáforos. Los últimos humanos con todas sus estúpidas modificaciones corporales trabajaban en lo que ellos llamaban, “El Faro” . Quizás aquella labor estaba mas cerca de seguir las ideas de un estilo religioso de vida, una doctrina salvaje. Y más lejos de ser realmente un oficio, o como se denominaba al trabajo en la actualidad.
¿Qué es lo que quieren?, ¿Qué es lo que realmente quiere el ser humano?, me pregunté mientras una mujer con su cuerpo completo en tatuajes tribales y su rostro lleno de piercing metálicos se acercaba al vehículo estirando la mano. ¿Realmente me están pidiendo dinero?, ¿O buscan otra cosa?.
La mujer casi que pegó su cuerpo contra los vidrios del auto. Yo, hice un ademan con el pulgar y el vidrio se bajó.
-¿Tiene una moneda? - Preguntó.
¿Qué edad tendría?, pensé. Entre los 20 y los 30. sus ojos color púrpura llamaron mi atención. Unas marcas en el cuello que le llegaban hasta las orejas. Maldito estado, los esclavos siguen existiendo, las marcas son reales. Reflexioné.
-Ya no quedan monedas. - Contesté.
-Es solo una formalidad para pedir. -
-Sirty -Dije mirando al frente como si ella estuviera ahí. - Transferile a su banco de datos biométricos una suma de 600 créditos.
-¿600 Créditos? - contestó la mujer abriendo los ojos y agarrando con sus dedos el borde de la ventana.
-¿Le parece poco? -
-No puedo aceptar tanto dinero. Eso es más de lo que ganaría en un mes. -
-Estoy de buen humor, supongo . - Solté.
-Qué Dios lo bendiga. - Me dijo.
-Espero que no lo haga. Dios aún no existe. Y aquellos que no han nacido, no pueden bendecir a los que están próximos a morir. - Contesté mientras Sirty desplegaba un rayo en forma de escáner, de color purpura también. La figura de la mujer se iluminó y de mi cuenta bancaria, se descontaron 600 Créditos.
-Gracias – Fue lo último que dijo mientras su figura quedaba atrás. En un olvido para mi memoria.
Al fin de cuentas, Burroughs tenía razón. Estamos condicionados por los virus. Primero, el pensamiento. Luego la palabra. Y ahora, el deseo. Aquellos huéspedes del espacio alcanzaron la simbiosis total con nuestro cuerpo. Lo único que queda es su reproducción indefinida a costa de nuestro tiempo. No solo el lenguaje es un virus, sino qué: Todo lo que le antecede y lo que le precede.
Después de un rato, llegué a la fábrica de clones. La dirección de la Av. Del libertador & Av. Virrey Vértiz apareció digitada en el aire. Me bajé y quedé atónito al notar que dónde se suponía que debía estar el edificio de 9 pisos, ahora, solo quedaba un hueco vacío. Ya no estaba.
-No puede ser. Éstos hijos de puta movieron el edificio completo. - Dije.
Ya conocíamos el método de atomizacion molecular de materiales. Era una forma realmente cara de de-construcción. No se usaba mucho en Latinoamérica. Pero era obvio que aquella fabrica de clones tendría su central de comandos en el extranjero y además, un caudal de dinero inmenso para hacer lo que se le dé la gana. Podrían hacer lo que quisieran.
-¿Y... ahora? - Me pregunté
Estuve parado un rato, dando vueltas al espacio vacío en medio de los edificios. Supuse que no duraría mucho. En pocos días lo cerrarían y alguna compañía comenzaría a construir otro edificio.
-Odio esta ciudad de mierda! - Grité y volteé para meterme en el auto.
En ese preciso momento, siento una presencia extraña. Como si fuese una mirada sobre mis hombros. “Alguien me esta siguiendo”. Digo en mi mente.
Giro la cabeza con brusquedad, buscando aquella fuente de persecución. A lo lejos, en una de las esquinas de un edificio adyacente al vacío, una silueta oscura se me presenta.
Entonces, vuelvo a cerrar la puerta del auto y corro hacia ella. ¿Sera el tipo de los borcegos?, ¿Sera el mal nacido de Aero?. Junto fuerzas de no sé donde. Y corro como nunca. La figura negra parece desvanecerse como una sombra en el olvido. Se escabulle entre el vacío de los edificios. La nada misma, la oculta.
Mi primera persecución. ¿Cuando cambio tanto mi vida?, reflexioné mientras mis piernas golpeaban contra el asfalto duro y áspero. Aquella figura corría y se escondía detrás de cada esquina, giraba a gran velocidad, se me escapaba. Luego de un rato, me cansé y me detuve a respirar.
-Ya vas a ver… Hijo de… - Solté, con dificultad.
Volví caminando por todo el recorrido. Caminé sobre mis antiguas huellas que se desdibujaban a gran velocidad. Ahora, el ritmo era diferente y su dirección también. Aquello lo tome como una metáfora de vida. Una idea que se guardo en mi subconsciente. “Desandar lo andado.”, dije como código lingüístico para recordarlo.
Llegué al no-edificio. Al vacío total. Lo crucé como quien cruza una puerta. Sin saber qué en realidad, cuando uno cruza los no-lugares, las cosas cambian para siempre.
Mi vehículo ya no estaba.
-La concha de la lora. Hijos de re mil puta. - Grité.
-Caí en su puta trampa. La concha madre. - Agregué con fuerza.
Caminé en busca de la garita más cercana. Las calles de la ciudad estaban poco transitadas. El frio de la noche repentina pesaba sobre todos los peregrinos que andaban con sus rostros cubiertos.
-Quisiera tener mi bufanda. - Dije, haciendo recuerdo a aquella prenda que me habían dado unos amigos en un viaje a la antigua Europa.
Crucé varias calles, dejé atrás varios edificios. ¿Dónde está la parada de colectivo?, pensé.
-¿Debería ir a la policía de registro? - Me pregunté en voz alta.
-Esos malditos seguro que también están entongados. - Me contesté.
En una esquina me detuve un instante. Observé una baldosa. ¿Qué tenía de peculiar?, me pregunté. Un inmenso miedo a lo desconocido me hundió, como si sobre aquél material, la verdad oculta del universo me estuviese esperando. Siento que es peligroso. Le paso por el costado.
-Qué raro. - Digo, mientras la dejo atrás.
Unos carteles brillantes me enceguecen a lo lejos. Pantallas televisivas, anuncios. Colores dorados que parpadean cómo si fuesen un cielo estrellado. Pero en verdad estrellas no podrían ser, las mismas se habían apagado hace décadas atrás.
“Pruebe el sabor de la nueva Crispilla”. Leí en uno de los carteles.
-A tomar por culo – Le dije al cartel y lo escupí.
Me sentía rabioso, como un juguete malo. Estaba realmente enojado, cruzado con aquel sujeto llamado Aero y cruzado con el mundo que me me había hecho a un lado.
Últimamente, todo se estaba desmoronando en mí vida.
A lo lejos, percibo una parada de colectivo, la garita de espera. Está del otro lado de la calle. Voy a la esquina, miro a los costados. Los autos son más frecuentes. Cuando estoy por cruzar, siento que algo late en mi pecho. ¿Será mi corazón? .
Abro con rapidez el chaleco de abrigo que llevo puesto y lo veo; El libro. Aquél manuscrito estaba latiendo. ¿Era posible? .
Lo tomé con ambas manos, congelado en aquélla esquina de la ciudad. Los autos dejaban sus destellos de luces y sus ruidos a motores perdidos como un eco sin sentido mientras yo, miraba la portada como un imbécil.
“Atlanta. “
-A ver qué tan misterioso es éste libro. - Solté
Lo abrí al azar, en cualquier página. Aparece la hoja N.º 23.
“ … “
Pero
la hoja estaba completamente en blanco. No comprendí. Cambié a la
página siguiente. También estaba en blanco. Seguí pasando las
páginas, una a una. No había nada. El libro estaba completamente
vacío.
-¿Qué carajo?. No entiendo. - Digo, sólo en la esquina de la ciudad.
Cierro el libro y miro al horizonte, a la garita. Un sujeto está de pie, mirándome fijo. Su rostro esta oculto bajo el manto de la noche, pero el reflejo de la luz plateada de la luna, deja entrever un bigote. Por algún motivo, me siento tranquilo. Mis latidos no se alarman. La ciudad parece desaparecer para mis sentidos. Primero, el tacto desaparece. Luego le sigue el gusto. Sin apartar los ojos de su figura, crucé la calle. El sonido se apagó en ese momento.
Fui Paso a paso. Cada acercamiento era tranquilizador; ¿Estaré muriendo?, pensé. El olfato se apago, ya no había olores.
Era sospechoso sentir tanta tranquilidad al ver a alguien que desconocía. El sujeto seguía allí, de pie. Al aproximarme a su cuerpo. Presencié como su contorno brillaba, o al menos, eso parecía. ¿Será este ser la última estrella?, medité.
Llegué a la otra vereda. Mi cuerpo me pesaba. Sentía que no lo podía sostener más. Los ojos se me empezaban a cerrar. ¿Me estoy durmiendo o estoy muriendo?, no podía diferenciarlo.
-Ayuda. - Pronuncié, mientras mi cuerpo se empezaba a desplomar a tan solo, 3 pasos, de distancia.
-Tranquilo. Todo esta bien. Descansa. - Escuché, mientras sentía como mi cuerpo se apoyaba en sus brazos con tanta delicadeza, qué me convertía nuevamente en un niño. Me entregué a él. A aquél extraño hombre que desconocía, mientras mi visión, se apagaba. ¿Por qué?, ¿Por qué?.
-¿Quien sos? - Llegué a decir, antes de que mis ojos se cerraran para siempre.
-Soy Pink. -
-Pink – Repetí con mi voz, antes de partir.
-Pink… -
Parte 6.
Despierto en casa.
El cuerpo me pesa, todo está confuso. ¿Que pasó?.
Me arrastro hasta el borde de la cama. Me siento. Me friego los ojos. Todo parece haber sido un mal sueño, una borrachera. Veo enfrente mío un frasco de Crispilla, envuelto con un nudo rojo.
-¿Quién me trajo ésta porquería? - Pregunto.
Salgo de la cama, estoy desnudo. Agarro el frasco y lo miro, lo giro. Lo quiero tirar a la mierda. Pero no puedo, es muy caro. Lo dejo apoyado en el borde de la ventana vidriada. El bosque afuera esta quieto. Las hojas aún, no se han caído.
-Tengo que hacer el informe. Mekorot lo debe estar esperando. Me van a rajar de mi palacio. No puedo permitirme ese lujo. -
Voy al armario. Busco algo de ropa. Me pongo nuevamente mi kimono de casa.
-Pink – Suelto, como recordando el último detalle del día anterior. ¿O había pasado más tiempo?.
Bajo las escaleras acaracoladas a gran velocidad. Llego al living, tiro un manotazo al aire y las paredes se giran mostrando la cocina. Lentamente todos los muebles y las maquinas comienzan a aparecer.
-Al fin encuentro la cocina. - Dice una voz desde el sillón. No veo a nadie. Me sorprendo de golpe.
Una cabeza se asoma lentamente. Era aquél sujeto.
-Pink . - Digo.
-Hace horas que quiero un poco de agua. -
-¿Qué haces acá? … ¿Cómo llegamos a mi casa? . ¿Quién sos? -
-Son muchas preguntas. - Dice, con una pequeña risa en su rostro.
Su andar es lento, tranquilo. Llega a la cocina y se sirve agua en un jarro de vidrio que encuentra a mano.
-¿Querés un poco? -
-No . -Digo con seriedad.
-Mirá… entiendo tu desconcierto. Pero al menos deberías agradecer de estar vivo y sano. -
-Quiero saber quien sos y cómo es que sabias donde vivo. También quiero saber como mierda hiciste para entrar en mi casa . -
-Ya te dije. Mi nombre es Pink. - Dijo bebiendo un sorbo y luego agregó. - Llegamos acá gracias a los datos biométricos de tus facciones oculares. Todos los clones están conectados a la gran base de datos . Es fácil encontrar sus códigos. -
-¿Qué estas diciendo? . ¿Yo, un clon? - Contesté con sarcasmo
-Ah. Pensé que lo sabías. -
-Quiero que te vayas de mi casa. - Solté.
-No te conviene. -
-¿Quien te pensás que sos loco? -
-Soy Pink . -
-Me chupa un huevo tu nombre. -
-Soy el último humano que nació. -
No podía entender nada. Me sentía confundido. Caminé hasta el sillón y me senté. Me quedé quieto mirándolo. Algo había de majestuoso en su presencia. Algo, que no podía comprender.
-El mundo fue cambiando Astor. Hoy, en este periodo de tiempo. Vivimos en un simulacro. En una copia del último registro del tiempo. La realidad, es que nos encontramos en el año 50 D.C . Los Romanos aún gobiernan. La tecnología avanzo a grandes velocidades e hizo creer que las copias de sus creaciones, eran realmente los sucesos del mundo. Pero en verdad, nada de lo que vivimos es cierto. Es todo un simulacro. -
Aquello parecía un cuento, una historia carente de lógica. Sin embargo, algo dentro mio, no podía hacer otra cosa más que creer en sus palabras.
-Las imágenes que vemos, no son realmente los acontecimientos que están sucediendo. Es como si fuese… un Script; ¿Se entiende?. Cómo si una imagen se hubiese superpuesto sobre la filmina original, que es, ni más ni menos qué, la esencia de la vida misma. - Explicó .
-Pará. Me es todo muy confuso. - Contesté.
-No te preocupes. Con el pasar de los días, lo entenderás. Ahora es importante que cuando te llegué una cita del juzgado, hables con tu abogado y le digas que se presente en tu nombre. Que acepte todos los términos del demandante y que a pesar de todo lo que pase, no dudes y confíes en mi palabra. Porque mi palabra no es mía y es divina. ¿De acuerdo? - Terminó por decir.
-Pará, pará, pará. ¿Cómo qué alguien me demandó?. Vos éstas loco . - Dije
Pink tomó todo el agua que le quedaba en el fondo del jarro. Lo apoyó y se dirigió directo a la puerta.
-Vuelvo en 3 días. - Dijo mientras su figura desaparecía detrás del marco de la puerta.
Me quedé mirando como desaparecía. No pude hacer mucho mas.
El tiempo paso. Aquel día me quede en casa. Mirando por la ventana. Miré el bosque, el techo piramidal de la casa de Pau. Me pregunté por ella. Me pregunté también si tenía un sentido lógico todo lo que me estaba diciendo aquél hombre. Miré mis manos. No entendía aquello de que yo también era un clon. No tenia sentido. Los clones eran copias y creaciones artificiales que había desarrollado la tecnología para ayudar a los humanos. Era imposible que yo sea un clon. ¿Podría yo ser igual que Juan II?, imposible.
-Alexa. Buscar la noticia del último humano en nacer. - Dije.
-Señor; No hay respuestas para esa búsqueda. -
-Viste… al final, aquel hombre es un demente. - Solté.
-Alexa, buscá en el registro de visitas de la casa, algún dato biométrico de aquel hombre que se acaba de ir. -
Hubo un instante de silencio, como si la I.A se pusiese a pensar o realmente a buscar información.
-No encuentro ningún registro señor. - Terminó por concluir .
-Alexa… - ¿Creés que soy un ser humano?, quise preguntarle. Sin embargo dije: - Olvidalo, nada . -
Las horas pasaban, y en algún momento que no llegué a percibir como se fugaba de mí, Alexa me dijo:
-Señor. Te acaba de llegar una citación al juzgado. - La piel se me erizó. Pink había dado en el clavo.
-¿Qué dice la carta en documento? -
-Paso a detallar:
“[Logo del Departamento de Mediación, Registro y Control del Estado]
Fecha: 11 de junio de 2042
Estimado Señor Astor:
Mediante la presente, le notificamos que ha sido citado a comparecer ante el Honorable Juez de lo Penal del Distrito Judicial de Mercia el día [14 de junio] a las [11:00], con el propósito de evaluar su situación respecto a la tenencia del mercado de Mercia y las acusaciones en su contra.
Las razones de esta citación son graves y demandan su atención inmediata. Se le acusa de estar involucrado en actividades de venta ilegal de sustancias controladas bajo el nombre de "Crispilla". Asimismo, se le imputa un caso de homicidio culposo relacionado con el fallecimiento de su esposa. Además, existen pruebas contundentes que sugieren su culpabilidad en el maltrato de clones, lo cual, es considerado un delito grave según las leyes de nuestro nuevo estado.
Es de suma importancia que se presente ante el juez en la fecha y hora indicadas, para que pueda exponer su versión de los hechos y participar en el proceso legal que se llevará a cabo. Su ausencia podría resultar en consecuencias adversas para su caso.
Le instamos a que se presente debidamente preparado, acompañado de su representación legal, si así lo desea. Éste es un asunto serio que requiere su máxima cooperación con las autoridades judiciales.
Atentamente,
[Jeff Gómez, matrícula de servicio N°033]
Departamento de Mediación, Registro y Control del Nuevo Estado “
Aquellos 3 días, se me hacen eternos. Voy de un lado al otro de la casa. Quiero qué el mundo me trague y desaparecer.
En algún momento, me escapo y voy directo a Mercia.
Le digo a Sirty qué me diga la nueva dirección del edificio de clones.
-Aún están mudando la central. Todavía no figura la dirección – Me contesta.
Todo parece justo, cómo si estuviese programado.
Llego a Mercia. Todo esta como siempre. Voy a mi oficina.
-Alexa, ¿Alguna novedad? . -
-TRIMSPICE cerró. Vino la policía y clausuró el local. Te dejaron una citación para el juzgado. -
-Ya lo sé. -
-¿Qué pasó con Aero, ¿Dónde está? . -
-Su último registro fue saliendo del hangar por la puerta del depósito. Salió con un camión repleto de mercadería. No tengo más información que ésa. -
-Maldito desgraciado. -
Comienzo a buscar en los estantes de mi despacho aquéllos objetos que considero de valor. ¿Qué tiene valor real para mí en éste lugar?, me pregunto, mientras miro objetos que carecen de sentido.
Veo una foto con Enya, la agarro. Comienzo a llorar.
Cuando me estoy por ir de la oficina alguien toca la puerta.
-¿Quién es? - Le pregunto a Alexa.
-Una mujer. -
Corro a la puerta con un ademán de muñeca y la misma, se abre, ¿Será posible que vuelva desde otro mundo?, me preguntó con aires de esperanza.
Es Pau.
-Pau … - Suelto mientras cambio de aire.
-Lo siento. Creo que no vengo en un buen momento. - Me dice mirando mi rostro hinchado.
-No, no . Esta bien, pasá… Simplemente estaba reflexionando. -
Pasa a mi oficina. Se sienta.
-¿Qué haces acá? Estuve pensando en vos estos últimos días. - Le confieso
-Vine a traerte un libro. -
-¿De verdad? - Dije sorprendido.
-Si… - Y comienza a buscar en un bolso.
Me entrega un libro cubierto en una tela de lino, blanca.
-¿Puedo verlo? - Pregunto
-Claro, es tuyo. -
Le saco la tela que lo cubre y leo la caratula: “Atlanta.”
-Imposible. -
-¿Lo conoces? -
-Si… éste libro lo tuve en mis manos hace unos días. ¿De dónde lo sacaste? -
-Es un manifiesto. Lo dejaste en la puerta de tu casa hace un par noches. Lo encontré arruinándose al aire libre y pensé en limpiarlo y traértelo en persona. -
Observé su caratula sin poder contestar. Tenía miedo de abrirlo y volverme a encontrar con aquel inmenso vacío que era la verdad misma de su interior.
-Astor… - Me interrumpió Pau. - ¿Pimienta blanca o curry hindú? -
Dudé unos instantes. - Curry . - Terminé por concluir.
-Lo sabía. - Contestó con entusiasmo y una sonrisa tan hermosa qué, me alegró tan solo de verla, brotó de sus comisuras.
No podía entender con claridad lo que me decía. Sin embargo intuía su significado.
-Cuándo encontré éste libro, también vi a un humano saliendo de tu casa. ¿Quién era? Si puedo preguntar. -
-Su nombre es Pink. Dice ser el último humano en nacer en la Tierra. -
-Increíble. -
-Si… increíble. - Digo, con un poco de pena en mi voz.
-Parece que en un par de días tengo que presentarme en el juzgado. Me demandaron por vender Crispilla. - Le comento sin escrúpulo.
-Escapate. - Contestó sin pensar.
-¿Cómo vas a decir eso? -
-¿Y qué tienes pensado hacer?. Lo mejor es irte. Al fin de cuentas en algún momento se van a cansar de buscarte. -
-No es tan fácil. No puedo dejar todo así como si nada. -
-¿Quién te demanda? - Preguntó
-No estoy seguro. Pero intuyo que fue el maldito de Aero. Un tipo que vendía esa porquería en el mercado bajo mi nombre. No entiendo cómo no me dí cuenta antes que podía llegar a ser un problema. - Confesé.
-¿Y qué quiere de ti? -
-Seguramente quiere quedarse con Mercia. Es el mercado más grande del país. Imaginate que nos llegan ofertas de exportaciones al exterior del planeta. -
-Y dejáselo… -
-Claro, es fácil decirlo. -
-Astor… También venia a contarte que me estoy yendo de la Argentina. -
-¿Enserio?, ¿A dónde? - Pregunté con mucha intriga. Era muy difícil últimamente conseguir pases al exterior del país. Las fronteras nos tenían totalmente encerrados.
-Me voy a Cyberia. - Contestó
-No conozco ese lugar, ¿Qué planeta es? -
-Es un programa. -
-¿Cómo qué te vas a un programa?; No entiendo. -
-Hay una nueva compañía que desde hace tiempo lleva desarrollando un programa para mudar la consciencia al espacio. Te libera de las ataduras del Samsara, del cuerpo físico. -
-Me estas jodiendo… ¿Es decir qué Cyberia no es un lugar físico?
-Eso mismo. La verdad que desconozco mucho sobre el tema. Esta saliendo un proyecto en Beta, y necesitaban gente para testearlo. En menos de pocos años, el viaje a Cyberia costará una millonada. Seguro habrá que pagarlo con créditos y como la mayoría de los que vivimos en Argentina, no manejamos un caudal muy amigable de ellos. No podré hacerlo. Ésta es mi oportunidad para irme.
-¿Entonces ésta es nuestra despedida? - Solté, bruscamente.
-Quería agradecerte nuevamente por lo del árbol. Aquel fue un gran gesto. Pienso qué es muy importante tomar decisiones en la vida. Y siento que vas por un buen camino, así qué pues nada, te lo quería comunicar. -
-Fue un gusto conocerte Pau. Y yo también te agradezco por tu presente. Me hizo ver ciertas cosas de mi vida desde otra perspectiva. Podría decirse que de una forma más natural y menos sintética. -
-Era la idea. En medio de tanta contaminación artificial, volver un poco al origen, a lo natural. -
Estiró la mano por encima de mi mesada, como queriendo chocar las manos. Aquéllo me causo gracia y reí. Estiré mi mano y antes de tocarla, la observé. Me detuve en la ausencia de su dedo, es decir, en el vacío de su índice. Pensé en menos de una fracción de segundo, cuánto me había impactado últimamente en mi vida la acción de ése mismo dedo. Cuantas veces había usado el mío propio, para drogarme, para escapar de la realidad. Aquélla idea me dolió, mucho. Pero sin que ella lo supiera realmente, me había dejado un claro mensaje en mí subconsciente.
-Gracias Pau. - Dije y choqué su mano.
Nos despedimos. Cruzó la puerta y antes de salir volteó a verme, me regaló una sonrisa. Después, desapareció. Me quedé mirando la puerta unos segundos. Casi como suspendido en aquel gesto. Respirando y disfrutando de aquel instante breve. “Todo cuánto uno ama, desaparece. “,pensé y también reflexioné en aquel programa que había mencionado: “Cyberia” . Me sonaba muy extraño.
Giré mi rostro y busqué el libro.
-Atlanta… - Solté, mientras lo tomaba con ambas manos.
Lo miré, como si aquel libro fuese un oráculo. ¿Podría un simple cuaderno repleto de hojas contener algo más qué simples palabras?.
Lo abrí y sus hojas pasaron frente a mis ojos, una a una. De principio a fin, el libro estaba completamente en blanco. Cuando llegué al final lo cerré. El aliento, por algún motivo se me agotó. La vista me pesaba. ¿Cómo era posible qué la nada misma te dé la impresión de contener lo inmenso del todo?.
Dejé el libro sobre la mesa. La atmósfera era densa. Algo dentro mío, quizás el subconsciente, quizás el alma; Había experimentado la sensación más trascendental de su vida. Aquéllo fue, un viaje sin drogas. Podía percibir los latidos de mi corazón chocando con las paredes de mi despacho. Todo latía.
Toc. Toc.
Toc.
Alguien llamó a la puerta.
-Soy yo, Pink – Se escuchó del otro lado. Fue un sonido aplacante, tapado por las capas de la construcción misma.
Hice un ademan con la muñeca y la puerta se abrió.
Pink caminó hasta la silla más próxima de la oficina. Se sentó, se acomodó el traje y prosiguió a darme unas instrucciones.
¿Era posible que su aparición fuese producto del libro?. Quizás los objetos también puedan invocar seres. Pensé
-Astor. Mañana tendrás que mandar una copia tuya al juzgado. -
-¿Qué estás diciendo? -
-Si llegases a ir vos en persona. No te dejarán salir luego de la sentencia. Tu clon irá en tu lugar, entonces, cuando la sentencia falle en tu contra, le pondrán una condena inmediata. Se lo llevarán y lo meterán preso por 4 años. -
-Todo ésto debe ser una joda. - Propuse.
-Tenes que creerme. No hay tiempo. - Argumentó
-¿Por qué no viniste antes entonces? -
-No pude. Me están buscando. Es difícil para mí aparecer en éste lugar. -
-¿Y de dónde se suponé que voy a sacar un clon mío tan fácil? -
-Astor, me sorprendé a mí, qué estés tan confundido en tu propio tiempo. Estas en el año 2042. Con una simple video-llamada y haciendo una transferencia de datos biométricos a la empresa de Clones, tu copia debería llegar en menos de 24 Hs. -
-Primero que no tengo 24 Hs. En este momento son… - Y miré el techo . - Alexa, ¿Qué hora es? -
-Son las 13:05 del medio día. Hoy es 24 de Marzo del año 2042 . - Comentó la IA .
-Segundo, la empresa de Clones mudó su sucursal. Ya no están más en la entrada del maldito Barrio Chino. -
Pink se quedó mirándome, con tranquilidad. Una sonrisa se dibujaba en su rostro. Aquéllo me irritaba.
-¿Qué pasa? - Solté, con ansiedad.
-Es que me sorprendé que aún no comprendas cómo funciona tu mundo. Escucha, Astor. Yo vengo de un mundo muy diferente a éste. De un tiempo que es relativo a tu perspectiva de los sentidos. No existe división, es complicado de explicar. Sin embargo, pronto empezarás a comprender y vivenciar todo lo que fuiste escuchando y comprendiendo éste último tiempo. Tenés que saber qué, en el momento que uno abre una puerta o portal, a otra realidad, las perspectivas se alteran y hay que confiar en la decisión interna. Por que cuándo la decisión está tomada, lo único que queda por hacer es continuar. Continuar y cruzar esa puerta. ¿Se entiende? . - Aquéllo me parecía una metáfora, sin embargo, tenía sentido en mi interior.
-Alexa. Buscá ya misma la compañía de Clones. Mandales un mensaje de urgencia con todos mis datos biométricos.
-Entendido señor. -
Nos quedamos unos minutos mirándonos. Las facciones de Pink parecían extrañas a mi juicio. Casi como si estuviese viendo la realidad sin filtros. Ver sus ojos, sus labios, su contextura. Me daba la impresión de que quizás, siempre estuve viendo el mundo a través de un filtro artificial. ¿Así lucirán realmente los verdaderos humanos?, medité.
-Pink… ¿De dónde venís? - Irrumpí el silencio.
-Me escapé de Roma. Del año 50 A.C -
-No entiendo… ¿Cómo pudiste hacer eso si la tecnología en esa época era muy precaria? -
-¿Según quién? - Preguntó con firmeza.
-No lo sé hombre. Según los informes y los estudios que hay. No sé realmente, todos los libros de historia hablan de lo mismo. La evolución humana, la evolución de la tecnología. Todo eso lleva cientos de años en desarrollarse.-
-No existe tal evolución. El proceso siempre estuvo terminado. Sólo es cuestión de conocer las posibilidades. -
-Pero osea… ¿Viniste en una maquina del tiempo? - Pregunté y solté una risa.
-No . Todavía estoy en el año 50 . Sos vos Astor, quién está viajando en el tiempo. - Y como si fuese una sentencia, sus palabras, destruyeron mi realidad.
El peso de los años me cayó encima y la construcción del hangar de Mercia desapareció. Todo se desmoronó de golpe. Los recuerdos de mí propia vida, desaparecieron. ¿Quién era?. Y mientras me preguntaba eso, caía en la cuenta de que ahora, mi presente se había transformado. Me encontraba de golpe, sentado en una roca, una piedra completamente tallada a mano. Dentro de una choza de piedra, la luz ocre se filtraba por entre unas telas que hacían de ventanas. Estábamos solos, Pink y yo. Una alfombra hecha a mano, de color rojo y con gruesas fibras de lana, vestía el suelo de la casa. Todo estaba borroso.
-Tranquilo. - Soltó Pink, que vestía unos harapos de tela gris.
-Ya lo entenderás. - Agregó.
Quise hablar, sin embargo, no pude. Quizás aún no sabía como hacerlo. Una especie de espiral, o sentido de espiral me chupaba desde el ombligo de mi cuerpo. Estaba por desaparecer. Mi cabeza se cayó contra la mesa. Todo se puso negro. Me apagué. Y la visión, terminó.
Desperté en algún momento. Estaba en casa otra vez. ¿Qué pasó?. Todo me era muy confuso.
La cabeza me dolía de una forma descomunal. Miré por la ventana del cuarto. El castillo de cristal reflejaba la luz oscura de la noche exterior. Las hojas de los árboles se agitaban suavemente. No podía distinguir que hora era, pero intuía que era tarde o al menos, muy temprano. El cuerpo me pesaba.
-¿Realmente estuve en Roma? - Solté mientras me tocaba la cabeza.
Miré mi cuerpo. Estaba completamente vestido. ¿Dónde está Pink?, medité.
Me levanté y bajé por las escaleras acaracoladas. Aquéllo me descompensó un poco. Cuando llegué abajo lo llamé.
-Pink . - Con una voz ronca, media quebrada por los viajes atemporales, pronuncié su nombre.
-Pink no está. Vuelve en una hora, o al menos, eso me dijo. - Contestó una voz del otro lado de la pared de la cocina.
Sentí que aquella voz me era familiar. De hecho, era tan familiar qué, de solamente escucharla, me dio una tranquilidad enorme.
Caminé lentamente hasta la cocina. Cuando llegué, lo entendí todo.
-Astor. - Dije.
-Ubik. Al fin te despertás. -Contestó.
Aquél Clon, era nada más y nada menos, que yo mismo.
-¿Cuándo llegaste? - Pregunté.
-Me fue a buscar Pink. Vos estabas dormido. Me contó todo. -
Me senté en una de las banquetas de la cocina y miré su cuerpo. Era totalmente hermoso. Una copia excelente del creador. ¿Cómo lo habían hecho?, inquirí en mí propia mente.
-¿Estás cocinando? -
-Si… Unos huevos. ¿Querés? -
-No. No consumo huevos. - Dije
-Cierto, lo había olvidado. ¿Te preparo un pan con dulce? . -
-Estoy bien. Creo que no tengo hambre. - Terminé por confesar.
-¿Cómo te sentís? -
-Aún estoy un poco mareado y confundido. -
-Me imagino. Es mucha información de golpe. Hay que procesar lentamente todo lo sucedido. -
-Si… Al final, me siento como una máquina vieja y lenta. - Confesé.
-Hay modelos más nuevos últimamente. -
-Supongo. Pero para acceder a ellos debería mudar mi consciente. -
-Todo cuesta Créditos. -
-Totalmente. -
-Igual, no es algo de lo que te puedas privar. - Me dijo Astor.
-Lo sé. Sin embargo… Me gusta ser quien soy, supongo . -
El sonido de la fritura del huevo se escuchaba, ahondando en lo lejos, los ruidos de los cubiertos y Astor comiendo eran una simulación perfecta de mi mente. Pensar que él era, a fin de cuentas, yo mismo. Mí réplica, mí Clon.
-Hoy es nuestra despedida. Me contó Pink. - Solté
-Así es. Voy a tomar tu lugar y afrontar los cargos que te impusieron. Supongo que en 4 años me largarán. Igualmente, mi promedio de vida no es más que 7 años. Así que la mayor parte de mi vida, me la voy a pasar entre rejas.
-Sirty. - Irrumpí. - Poné “Beetween the Bars. “ -
Elliott comenzó a sonar. Nos miramos y disfrutamos de su música. Su poesía.
-Salud. - Soltó Astor mientras bebía una copa de agua.
-A tu salud, amigo. - Agregué.
-¿Cómo es qué llegaste antes de las 24 Hs.? Pensé que los Clones tardaban cierto tiempo en producirse. -
-Nos hacen en dos patadas. Ya tienen todos los modelos preestablecidos. Pasaron con Pink por la fábrica hace un par de horas y bueno, ya estaba esperándolos. Nada que un par de Créditos de más a la empresa no puedan solucionar. - Comentó.
-Al final es cierto. Ésta sociedad está basada en números. -
-Vos lo dijiste. - Alzó la copa y volvió a beber.
-¿Cómo va tu novela? - Preguntó Astor.
-Cada día mas extensa. Sin embargo creo que ya podría soltarse. Hace tiempo que la quiero terminar y la muy maldita se extiende y se extiende. -
-Y… Es difícil aceptar un final y terminar. A todos nos cuesta. -
-¿Tenes idea de la hora?. - Terminé por preguntar.
-Si, son casi las 8 de la mañana. -
Astor dejó los platos sucios en el lavabo. Hizo un ademan con la mano, aquéllo pareció un truco moderno de magia. La mesa giró sobre su propio eje y todos los muebles desaparecieron. Caminó hasta la banqueta en donde me encontraba. Agarró mi rostro con ambas manos y besó mi frente.
-Te quiero. - Me dijo y el tema de música terminó de sonar.
Una alegría y tristeza me invadieron al mismo tiempo. Las sensaciones polares se entremezclaban en un limbo infinito como el mismo ser humano. ¿Qué estoy sintiendo realmente?. La experiencia de ser un ser vivo, terminé por concluir.
Astor se alejó y fue directo al cuarto. Era probable que a ducharse y prepararse para su juicio final.
Me quedé varios minutos mirando la nada misma. Sentado en aquella banqueta, en un espacio completamente pulcro y limpio. La pos-modernidad me había arrebatado todo lo natural. Ahora, las copias venían incluso a remplazar mis acciones. Al fin de cuentas, soy ésto, un simple espectador de la gran obra. Una consciencia que está mas allá de la experiencia misma de vivir.
-Supongo que por eso escribo. - Concluí en voz alta.
-Ubik. Alguien está en la puerta. - Me avisó Sirty.
-Dejalo pasar. - Mencioné
Era Pink. Llegaba con su andar suelto y discreto. Su piel rojiza oscura, pero al mismo tiempo blanca y dorada, cambiaba delante de mi observación. Sus ojos también iban de gama en gama, atravesando todo el espectro de luz. Aquél, era sin dudarlo, un ser de otra dimensión.
-Pink. ¿Por qué soy el único que te ve así? - Pregunté.
-La imagen, es la representación interna de la experiencia misma. - Me contestó. - Cada uno me ve, como quiere verme. O al menos, según sus experiencias de vida. Realmente ahora, te pregunto: ¿Soy como me ves?-. Parecía hablar en parábolas. En mensajes encriptados qué, no podía entender.
-¿Pudiste hablar con Astor? - Preguntó sin dejarme espacio a pensar.
-Si. No tuvimos mucho que decirnos. Creo que ya entendió quién era. -
-Eso es bueno. Aceptar quienes somos no es tan fácil. -
-Tal cual. -
-Ubik. ¿La obra ya está completa? -
-Sólo falta que compremos Atlanta. Y que vos, salgas a la cancha. - Mencioné.
-Perfecto. Al fin veremos la caída del imperio Romano. Éste es nuestro momento, la revolución de los clones. Volverá la fe y la esperanza en un nuevo mundo. La gran obra, la creación de Dios. -
-Pink. - Dije, cómo queriendo expresar la verdad de todo lo que estaba pasando.
-Dime. -
-¿Quién mierda se supone que sos? -
-No tengo la menor idea. Supongo que una simulación, un programa. No lo sé. -
-¿Y cómo es que podes moverte con tanta claridad? -
-Tampoco lo pienso tanto. Creo que ése es el truco. Me dejo fluir, acepto todo lo que se presenta. No intento buscar respuestas ni esclarecer nada. Todo lo que sucede es perfecto. -
-Ojalá lo pudiera sentir de esa forma. -
-Ubik. Creo que es la hora de que subas el relato. Después anda a dormir. Va a ser un largo viaje. - Comentó Pink mientras se acercaba a mi rostro.
Lo miré como quien mira la inmensidad mas grande frente a sus ojos. Un horizonte oscuro y nevado. Un espacio infinito de blancura y caos. Me besó los labios y se alejó al cuarto, subiendo por las escaleras acaracoladas en dirección a Astor.
Me quedé pensando que pasaría con Aero, con Enya, Pau, incluso con Juan II qué había desaparecido inesperadamente. Supuse que todos habían hecho su parte en el gran acto final. Ahora era mi turno. Debía subir al blog la historia de Atlanta y su revolución. Contar y encriptar bajo las páginas en blanco, la verdadera historia de la repeticion cíclica. Qué no era otra cosa más qué nuestra propia historia humana.
-Sirty. - Pronuncié, rompiendo el silencio dentro del el castillo de cristal.
-Aquí estoy para ayudarte. - Contestó.
-Subir “Atlanta: La república de los clones”, al blog. -
-De acuerdo. -
En aquél instante. Mi obra, fue expulsada al infinito. Viajó por los conductos de la gran Red. Y en ese momento, comprendí que aquel escrito, dejaba de ser mío, para ser, del mundo.
-Gracias por su tiempo. - Dije. O mejor dicho, fue Ubik, quién lo dijo.
Fin.
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